jueves, 6 de junio de 2013

AL TOCAR FONDO...

        Son muchas las personas que buscan ayuda profesional para superar los problemas a los que la vida les ha enfrentado. Tal y como dice uno de los supuestos de la Programación Neurolingüística, cada uno respondemos a la situación con el mejor de nuestros recursos disponibles, pero ello no significa que sea eficaz, correcto, bueno comparado con otras soluciones… y resulta que, en lugar de mejorar, mantenemos y fortalecemos el problema, y llegamos a tocar fondo. Y ¿qué podemos hacer en esos casos?

        El psicoanalista alemán Erich Fromm nos propone diferentes caminos. El primero de ellos es el psicoanálisis. Nosotros lo  entendemos como terapia, ya sea cognitiva, conductual, dinámica… cada una de ellas, desde sus supuestos, nos puede ayudar a cambiar nuestro marco de referencia y, por tanto, nuestra manera de ser en el mundo, aportando soluciones a problemas específicos. Otras soluciones que Fromm propone son cambiar la forma de actuar, crearse intereses, aprender a pensar críticamente, hacerse consciente del propio cuerpo, concentrarse y meditar, descubrir el propio narcisismo y autoanalizarse.

        En Prossem, bebemos de la filosofía humanista de Fromm, de los modelos cognitivo- conductuales, de la moderna psicología científica, del Coaching y de filosofía tradicional. Por ello, para aquellas personas que se sienten atascadas, que no avanzan o que piensan que han tocado fondo, que están tristes… hemos creado un modelo de terapia y de Coaching diferentes, que asumen los principios científicos y humanistas, para ayudar a las personas. ¿En qué se basa?

        Lo primero que hacemos es modificar nuestro estado de ánimo. Nos servimos de las técnicas conductistas para cambiar nuestros estados de inapetencia, de desmotivación, de tristeza, por estados de, al menos, cierta actividad y un poco de bienestar.

        El segundo paso es construir nuestro yo ideal. A todos nos gustan ciertas formas de ser, de actuar. Todos queremos llegar a algo, que cada uno de nosotros definimos de una forma diferente. Ese yo ideal, ese estado deseado, nos sirve como motivador, como atractor, como meta.

      El tercer paso es conocerse a uno mismo. Ya hemos dicho que la vida que no es examinada no merece la pena ser vivida, en las palabras que Platón puso en boca de Sócrates. Realizamos un viaje por cómo pensamos, cómo sentimos, por cómo analizamos la realidad que vivimos. Irracionalidad, marcadores somáticos, límites a nuestro propio autoconocimiento… Un trabajo duro que suele terminar con efectos muy positivos en la persona.

      Pero como dice el Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, el yo que experimenta y el yo que recuerda, son distintos y no tienen por qué coincidir en sus intereses. Por ello, el cuarto paso es fortalecer la habilidad de vivir en el aquí y en el ahora, en auto observarnos de forma terapéutica y no dañina, en comprender cómo se forman nuestras emociones y nuestros procesos mentales y en aceptarlos y transformarlos de forma que nos automotiven en vez de dañarnos, y los pongamos a nuestro servicio en lugar de depender nosotros de ellos.

        ¿Cuál es la diferencia con respecto a otros procesos? La terapia tradicional se basa en buscar traumas e interpretarlos, en buscar conductas perjudiciales para la persona y cambiarlas por otras. El Coaching tradicional se basa en el rendimiento de la persona en un puesto de trabajo o en una serie de habilidades. Ponen el foco en los resultados. Sin embargo, revivir los procesos traumáticos o centrarse en unos objetivos externos, activan el sistema nervioso simpático, el encargado de gestionar la ansiedad del organismo, convirtiendo el proceso en algo estresante y aversivo y se trabaja desde el yo que recuerda.

       Nuestro proceso trabaja desde el yo que experimenta, reconociendo cómo actúa y cuáles son sus limitaciones. Ponemos el foco en la visión personal, en el yo ideal, en la compasión, en la conciencia plena y en el juego como herramientas para vivir el presente y no vivir en los pensamientos o en las emociones. Ponemos en centro de atención en la autonomía de la persona y en el derecho a determinarse a uno mismo. Nuestro objetivo es activar tus atractores emocionales positivos – usando un término de Richard Boyatzis – para mejorar tus estados de ánimo, tus procesos de pensamiento y tu autoconocimiento. Te da el poder sobre tus emociones, sentimientos y tus decisiones.

      Muchas horas de trabajo, de estudio, de práctica esforzada. Muchos pacientes y clientes nos dan la impresión de estar en el camino correcto, de ofrecer unas sesiones individuales, propias de cada uno, según el ritmo que quieras, descubriendo nuevos marcos y cambiando lo que tú quieras cambiar. Únete y gana calidad de vida. 

viernes, 24 de mayo de 2013

ERA UNA SEMANA MÁS...


        Hace varias semanas empezamos a tratar algunos aspectos que son importantes a la hora ganar calidad de vida, en algunas cuestiones recurrentes ya en nuestro blog: el valor del autoconocimiento, la irracionalidad humana, la necesidad de un mundo consciente y de auténticos líderes… Normalmente, damos pequeñas pinceladas, sin profundizar demasiado – estamos presentes para quien quiera en las redes sociales como Facebook o Twitter – pero intentado interpretar el mundo desde los descubrimientos de la psicología, neurología o la reflexión filosófica.

       Esta semana era una más, y el asunto que habíamos elegido era la psicología del dinero. Sin embargo, ha ocurrido un horrible asesinato en Londres; el soldado Lee Rigby, de 25 años de edad, es brutalmente asesinado y degollado por parte de dos personas, que dicen “sufrir” por la presencia de las tropas inglesas en Irak y Afganistán. Posteriormente, grupos ingleses han atacado las mezquitas de la ciudad.

         Este acontecimiento hiela la sangre. Imagínate dando un paseo por cualquier barrio de Madrid, y de repente, te asaltan dos personas. Pero, a parte de los sentimientos de miedo, pena por el soldado y su familia, o cualquier otro sentimiento, podemos sacar tres conclusiones.

       La primera es el valor de la vulnerabilidad. No sabemos cuál es nuestra fecha de caducidad. Y tendemos a protegernos de todo daño, real o imaginario. La vulnerabilidad es la puerta para darse cuenta de nuestra materia prima, qué nos duele. Protegernos nos ha llevado a inventarnos mundos irreales, a buscar explicaciones, a confundir creencias o deseos con realidad. La selección natural ha beneficiado a aquellos que tenían hijos que no mostraban vulnerabilidad y que se pensaban los más guapos, los mejores y los más habilidosos.

     La segunda, es la importancia de vivir el momento presente. Nos estamos acostumbrando a funcionar en piloto automático. Hablamos por el móvil mientras comemos o jugamos con el Ipad, atendemos a varias conversaciones, vamos con prisas a todos los lados… Y así nos va, con el número de enfermedades relacionadas con el Estrés creciendo exponencialmente. No somos capaces de mantener la atención demasiado tiempo,,, El poeta portugués Fernando Pessoa, escribió un poema que se llama “Vive” que queremos compartir, porque expresa muy bien lo que queremos decir con “la importancia del momento presente”. Dice así

Vive, dices, en el presente
Vive sólo en el presente.
Pero yo no quiero el presente, quiero la realidad;
Quiero las cosas que existen, no el tiempo que las mide.
¿Qué es el presente?
Es una cosa relativa al pasado y al futuro.
Es una cosa que existe en virtud de otras cosas que existen.
Yo quiero solo la realidad, las cosas sin presente.
No quiero incluir al tiempo en mi esquema
No quiero pensar las cosas como presentes; quiero pensar en ellas como cosas;
No quiero separarlas de si mismas, tratándolas de presentes”.

           El poema sigue. Tiene otra estrofa más. Pero lo esencial ya lo hemos dicho. Importa ver las cosas, vivirlas, tal cual, sin añadidos.

        La tercera es el peligro de la polarización. Cuando las ideas, sean religiosas o políticas, se radicalizan, se van  a los extremos, las consecuencias son dolorosas. Y dos posturas enfrentadas entre sí, cada una en un polo, se alimentan entre ellas, siendo cada vez más lejanas, más enfrentadas. Por ello, es necesario desarrollar habilidades de pensamiento crítico y enseñar a nuestros menores a pensar, a analizar, a no dejarse llevar por fanatismos.

           Aceptar la vulnerabilidad, saber pensar y argumentar y vivir cada cosa que nos rodea son la única vacuna contra la cerrazón y el odio. Lo demás, son palabrerías.

jueves, 16 de mayo de 2013

LA FICCIÓN QUE ES REAL.


    Desde Freud, se acepta que existen esperanzas, motivos, deseos que son inconscientes. Es decir, no los tenemos en nuestra mente en el momento en el que actuamos, sino que tenemos que buscar en un lugar más profundo para entender por qué hacemos lo que hacemos. Las pruebas en las que se basaba el padre del Psicoanálisis, extraídas del estudio de sus propios casos o los de colegas cercanos, de la literatura, del arte, siempre confirmaban las hipótesis del alemán, o sus  interpretaciones sobre los actos fallidos.

        Una de las fuentes de irracionalidad humana es, efectivamente, el inconsciente. Pero no en el sentido en el que lo entendían Freud y los psicoanalistas, la Gestalt de Perls o la Programación Neuroligüística actual. El inconsciente que presentamos hoy es torpe, no nos ayuda, nos guía hacia decisiones incorrectas y mantiene comportamientos que en ocasiones son dañinos para nosotros.

        El primer componente del inconsciente irracional es biológico. Es el sistema límbico. Poco evolucionado, no es muy diferente que el de una rata y tiene dos características: Es rápido, muy rápido, cuando capta un estímulo, lo carga emocionalmente y funciona como un “todo – nada”, Es decir, vemos un tigre, le damos valor emocional “miedo”, el sistema se activa y nos hace correr. Sucede lo mismo con cualquier otro peligro, incluidos los que no existen. Si, por ejemplo, el jefe te ha contestado muy serio, llegas a casa y estás pensando si se habrá enfadado, si las cosas van mal, si hay crisis… empiezas a pensar que te van a despedir… terminas con úlcera de estómago.

      El segundo componente del inconsciente irracional son los sesgos o tendencias a comportarnos de una manera determinada. Y tenemos varios tipos de sesgos, unos perceptivos (recuerden las ilusiones de la semana pasada), otros cognitivos (de los que hemos hablado en otras entradas del blog) y otros emocionales. Vamos a resaltar algunos de ellos.

        La duración de las emociones es el primer error. Son más transitorias, tienen una vida más corta de lo que nosotros pensamos. Sin embargo, sobrevaloramos constantemente nuestro estado emocional, y predecimos que nos sentiremos en un futuro igual o similar a cómo estamos ahora. Probablemente nos equivocamos.

        Las emociones afectan a la percepción del riesgo de ocurrencia de un acontecimiento. Nuestra percepción del riesgo se incrementa cuando ese hecho tiene “saliencia”, que traducido es algo así como no se nos va de la memoria porque sale en todos los lados, en la tele, en el periódico, en Internet… y si tenemos una respuesta emocional a ese hecho… pues ya está, nos parecerá el acontecimiento más peligroso del mundo.

        Otra emoción inconsciente es el producido por el efecto “víctima identificable”. Si nos piden hacer un donativo para eliminar el hambre en África o para quitar el hambre a “Awakganha”, que es una niña de 3 años, y te enseñan una foto, y tan solo es un euro al día… ¿Qué suele suceder? ¿Saben cómo se elimina el efecto de la víctima identificable? Pensando en términos de estadística, de racionalidad. O viendo una foto de quince niños, de la misma aldea que nuestra niña, en la que no identificamos a ninguno, no le ponemos nombre.

        Otro de los efectos de la emoción inconsciente es, que no somos capaces de predecir cómo vamos a actuar bajo presión, o bajo los efectos del estrés,  o de un “calentón”. La mayoría de las respuestas agresivas hacia superiores vienen dadas por un desborde del caudal de ansiedad que uno tiene. Incluso esos comportamientos se generalizan y se producen en casa. Otro ejemplo es el resultado de un experimento en el que personas jóvenes eran incapaces de entender su comportamiento en un estado “caliente” (sexualmente activados) desde un estado frío y sereno (en el primer estado cometían más conductas de riesgo y su estándar moral se relajaba) o el descubrimiento de que aquellos que mostraban señales de tener compromisos más puritanos tenían mayores ratios de infecciones de transmisión sexual.

        La irracionalidad comienza en nuestro inconsciente y dentro de él, las emociones son uno de los actores principales. Las emociones son una parte básica de la naturaleza humana, y pueden trabajar a nuestro favor o en nuestra contra. Pero lo más importante de hoy, es que las emociones pueden tomar el control sobre la cognición, el pensamiento racional y crítico, y llevarnos a cometer errores. O a perder dinero haciendo donativos a una niña que igual, no existe.

        El ejercicio de la semana:
Siéntate en un sitio cómodo, en el que puedas mantener la espalda recta. Elige alguna situación del pasado en el que te sentiste abrumado por un jefe, tu esposo o esposa, que explotaste. Ahora, intenta rememorar la experiencia original, pero ojo, hablamos de la experiencia, de la emoción, no del discurso interno que la acompañaba, no de las justificaciones a tu comportamiento. Es difícil revivirla, ¿verdad? Trata de hacer lo mismo, de imaginar la situación mientras te centras en tu respiración y vas contando de uno a diez. ¿Difícil? ¿Qué sucede?

      En nuestro programa Inteligencia Emocional Plena, mostramos como hacer conscientes nuestras emociones y lograr que trabajen a nuestro favor. Atrévete a hacer más ejercicio como éste.

        Por un mundo consciente.

jueves, 9 de mayo de 2013

CAMBIO DE TERCIO.


    Esta semana cambiamos de tercio. Dejamos a un lado el autoconocimiento para adentrarnos en otro de los factores más llamativos del comportamiento humano: la irracionalidad. Somos irracionales, tomamos decisiones sin pensar. Lo curioso de la irracionalidad humana, es que es predecible. Podemos saber cuándo el cerebro nos va a jugar una mala pasada.

        Posiblemente uno de los mejores ejemplos de irracionalidad son las ilusiones visuales. Una de ellas es la ilusión de la torre inclinada. Al presentarse dos fotografías, una al lado de la otra, como por ejemplo, la torre de pisa. Y se pregunta cuál de las dos está más inclinada. La respuesta más común es la de la derecha. Pero si cambiamos las fotografías de posición, es decir, la de la izquierda pasa a la derecha y la de la derecha pasa a la izquierda, ¿Qué torre estará más inclinada? De nuevo será la que está nuestra derecha. ¿Cómo es eso? Pues es una mala pasada de nuestro sistema visual. Cuando vemos dos torres juntas, como dos rascacielos, los vemos en perspectiva, es decir, ambos suben hacia el cielo en paralelo, pero si fueran más altos, se tocarían. Hagan la prueba. Pónganse debajo de dos rascacielos que estén juntos y miren hacia arriba. Verán como convergen sus puntas, como si se fuesen a tocar, o como si fuesen dos vías de tren (que parece que se juntan en el infinito aunque sabemos que nunca es así). Sin embargo, en la ilusión de la torre inclinada, nuestro cerebro interpreta que se ambas torres pertenecen a la misma escena y que se están separando. Por ello, siempre, siempre, la de la derecha se verá más inclinada.

        Lo que nos enseña esta ilusión visual o cualquier otra, son dos cosas. La primera, es que todo el mundo se equivoca en las ilusiones. Todo el mundo cae en ellas. Y la segunda, es que, aunque sepas el resultado de la ilusión, ésta sigue ocurriendo. La torre se sigue separando, el puente de St. Louis nos parece más alto que ancho auque sepamos que miden lo mismo y siempre veremos a la vieja y a la joven o la copa y las dos caras frente a frente. Y eso ocurre porque nuestro cerebro usa información de nuestro entorno más cercano para dar sentido a lo que captan nuestros sentidos. Vemos con nuestros cerebros, incorporamos nuestras expectativas… Las ilusiones visuales son una metáfora del pensamiento humano.

     La irracionalidad se manifiesta en muchas de nuestras decisiones. Algunas  importantes, como  la donación de órganos y otras más banales, como pagar una compra con tarjeta de crédito o con efectivo. Se manifiesta en mantener una idea hasta consecuencias no predecibles por pura “cabezonería”, tozudez u obstinación, en lugar de evaluar y comprobar nuestras afirmaciones. De hecho, uno de los axiomas de los estudiosos de la irracionalidad es, que si piensas que tu intuición es la correcta, mídela, ponla a prueba, que seguro que no es así. A veces, la ciencia nos demuestra que lo que pensamos no es cierto, no es exacto, y cuando eso sucede, avanzamos hacia un mundo mejor.

        A lo largo de las siguientes semanas vamos a desgranar la irracionalidad. Además de hablar de toma de decisiones, discutiremos algunas irracionalidades respecto al dinero, sobre cómo nuestra mente trata con él. Intentaremos analizar un poco la deshonestidad (aunque ya la hemos tratado en este blog cuando hemos hablado del autoengaño, de Alfred. Mele y de R. Trivers). Bucearemos en el mar de la motivación y del trabajo, de cómo se relacionan. Veremos asuntos relacionados con el autocontrol y terminaremos mirando con atención nuestras emociones, cómo funcionan y cómo “nos nublan” el juicio.

       Como en las semanas anteriores, dedicadas a “Conócete a Tí Mismo”, pretendemos dar algunas pinceladas, tomadas de diferentes fuentes. Beberemos de la Filosofía y, sobre todo, de la Psicología. Y no pretendemos agotar cada tema en estas breves líneas semanales. Nos contentamos si logramos inducir el “gusanillo” por entender la mente, por comprender al ser humano.

      Comprender la irracionalidad propia es crecer en autoconocimiento. Y conocerse permite ganar en libertad de acción y sobre todo, en libertad de querer, de voluntad. Merece la pena dedicar un poco de tiempo. En Prossem, os esperamos.

         Ejercicio de la semana.
Las ilusiones visuales tienen dos características, que hemos citado más arriba. Todo el mundo las padece y aunque las conozcas, las sufres. Pero hay muchos tipos de ilusiones visuales. Proponemos buscar algunas y tratar de comprenderlas (y comprobar que aún así, se siguen viendo). Las que proponemos son la ilusión de serpientes giratorias, cualquier cuadro de Vasarely y sobre todo, nuestras dos favoritas: la Mona Lisa (hay que fijarse en la sonrisa) y la cúpula de la iglesia de San Ignacio de Roma.

viernes, 3 de mayo de 2013

RESPIRA, TAN SOLO RESPIRA.


        Las últimas semanas hemos tratado de ver qué sabemos de nosotros mismos y cómo podemos conocernos. Para ello, nos hemos servido de diferentes pensadores, a lo largo de la historia, que nos han servido de guías.

        Iniciamos el viaje con Sócrates, que nos enseño que la auténtica sabiduría consiste en conocerse, en argumentar aquello que sabemos, y la necesidad de la conversación con otros y de las preguntas adecuadas para alcanzar el verdadero conocimiento. Descartes nos mostró como, a través del pensamiento, de la introspección, podemos lograr cotas de conocimiento claras y distintas, que el pensamiento es lo único que importa. Con Gilbert Ryle pusimos nuestra atención en las disposiciones, es decir, en las tendencias a comportarnos de una manera concreta bajo unas circunstancias específicas. Freud nos señaló el camino del inconsciente, de los deseos ocultos y Wilson nos mostró que ese inconsciente nos mantiene vivos, sanos y tiene su propio sistema inmunológico, que nos hace ver lo que queremos y no la realidad tal cual es. Por último, con Antonio Damasio hemos aprendido que el cerebro es importante, que el cuerpo y las emociones son las que marcan cómo somos y cómo nos comportamos.

     En el conocimiento de nosotros mismos, existen  muchos más focos a los que podríamos prestar atención. La historia de la filosofía nos permitiría nadar en las ideas de Aristóteles, de la definición de persona de Locke, de volver sobre las preguntas adecuadas siguiendo a Arendt, pero nuestra última parada es preguntarnos qué sucedería si no existiese el yo mismo.

       Lo primero que le sorprendió a Herrigel cuando quiso aprender el arte japonés del tiro con arco, fue precisamente que pensaba demasiado. Mientras él era incapaz de disparar con el arco de bambú, mucho menos de acertar con la diana, su maestro le indicaba que se centrase en su respiración, que no hiciese fuerza, que no pensase. Herrigel, alemán, no podía entender cómo un anciano podía disparar el arco apenas sin esfuerzo y el ni lo doblaba para colocar la flecha. El problema; pensaba demasiado, no sentía, no repetía la tarea, no se concentraba.

         Es lo que descubrió Erich Fromm. En su arte de amar, al hablar de la práctica del arte de amar, habla de disciplina, de concentración. Y pone un ejemplo: fumar. Fumar indica una falta de atención, porque ocupa nariz, boca, ojos y tacto. Es un síntoma de estar distraído. A no ser que fumar sea la actividad que queremos hacer en ese momento y sólo esa actividad… Pero no, la mayoría fumamos para reducir la ansiedad, para ocupar nuestras manos cuando no sabemos dónde ponerlas o nuestra boca cuando no sabemos qué decir. De nuevo, si en el tiro con arco lo importante era la acción en sí misma, estar presente, en el amor, sucede lo mismo. Sin la presencia en cada momento, el amor se estropea, pierde su novedad, se rutiniza.

      Gracias a los trabajos de Eugen Herrigel y de Erich Fromm, hemos conocido el Budismo en occidente.  A ellos se les sumaron otros escritores, desde diversos puntos de vista. Mark Siderits ha estudiado el Budismo como filosofía, Tiene los mismos ingredientes que cualquier religión: un premio o más allá, en este caso la reencarnación a través del Karma, tiene una ética, tiene una serie de prácticas comunes a todas las escuelas, una epistemología – una teoría sobre qué sabemos y cómo – una cosmología – una teoría del mundo- pero no tiene un dios concreto, aunque nació del hinduismo donde sí tienen varios dioses.

      Sin embargo, para el budismo, el self, el yo mismo, es tan sólo un conjunto de pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos. Y  pensar demasiado implica mucho esfuerzo, demasiado, sin que lleve a lograr ningún objetivo. De hecho, el centro del budismo es la práctica, práctica y sólo la práctica de la meditación, de la conciencia plena. Así trata de enseñar las Nobles Verdades y el Óctuple Sendero el monje y escritos Budista Thich Nhat Hanh; no se trata de conocernos. De hecho, da igual. Se trata de ser concientes a cada momento de lo que hacemos, para conocer las fuentes de sufrimiento y superarlas,  para actuar en consonancia. No hay yo mismo, hay inter-ser, todo conectado con todo.

         Los budistas ponen el acento en la práctica de la meditación, de la atención plena a aquello que hacemos. ¿Podemos olvidarnos de nosotros mismos y concentrarnos cada día? Un Síntoma de que una terapia está acabando y ha ido bien, es que el paciente deja de hablar de sí mismo… Es posible que tengamos que pasar del “conocernos a nosotros mismos” al “no nosotros mismos”. Pero, ¿quién Sabe? Y exista o no, ¿Cómo podemos trasformarnos a nosotros mismos?... El budismo propone la meditación, el mindfulness como camino. Andemos conscientemente.

         El ejercicio de la semana.
Proponemos una pequeña meditación esta semana, para ponernos en contacto con el Budismo. Es la meditación del Bambú. Consiste en inhalar despacio, el aire que podamos, al mismo tiempo que imaginamos que llenamos un bambú con ese aire. Después exhalamos, echamos el aire, en segmentos, como los del bambú, en tres, o cuatro veces, mientras imaginamos que se vacía el bambú según los trozos que tenga. Cinco minutos cada día...

jueves, 25 de abril de 2013

NOS MENTIMOS.


        Abril de 2013. Europa discute si las políticas de austeridad financiera son las correctas o no. Los políticos que gobiernan la Unión Europea empiezan a desmarcarse de las tesis de Alemania. El FMI considera que más austeridad puede alargar la crisis. Un mes antes, esos mismos políticos defendían la austeridad por encima de todas las cosas. ¿Qué ha sucedido? Posiblemente, un caso más de autoengaño. Los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff aplicaron mal las fórmulas de la hoja de cálculo Excel (y usar Excel ya es extraño, dado que los científicos suelen usar lenguajes estadísticos más exactos). Pero ese no es el problema. No incluyeron datos que cambiaban radicalmente los resultados del trabajo.

       Estos dos economistas pertenecen a la escuela de Chicago. Por poner en contexto, son neoliberales y defensores a ultranza de la austeridad. De hecho, el estudio al que nos referimos, predecía que los países con una deuda elevada, su crecimiento se volvía negativo. Algunos datos que incluían eran que, con una deuda del 90 % del PIB, éste crecía un -1.7%. Varios son los elementos con los que confirmamos un autoengaño: foco en un tipo de datos, sesgo de confirmación y defender la posición incluso después de haberse descubierto que el estudio estaba mal.

        En filosofía, quién mejor ha resumido el autoengaño ha sido Alfred R. Mele. Él habla de dos tipos diferentes de autoengaño, uno puro, que consiste en creer que algo es falso pero desear que fuese verdadero, y otro, que lo define como “twisted” que es justo lo contrario, creer que algo es verdadero y desear que sea falso. Lo importante es que se dan dos fenómenos a la vez. Por un lado, la presencia de una creencia que no tiene por qué concordar con la realidad y por otro, el deseo de que esa creencia sea al contrario. Mele, recoge un experimento que explica cómo funciona el autoengaño. Se presentó a un grupo de mujeres un “estudio” que demostraba que la relación entre el consumo del café y el cáncer era positiva. Luego se les preguntaba qué pensaban sobre estos resultados. Las que eran consumidoras de café, no solo negaban esta relación sino que también buscaban otros estudios que demostrasen lo contrario.

      Precisamente, esta capacidad de enamorarnos de lo que pensamos es una de las características el autoengaño. Robert Trivers, del que ya hemos hablado en este blog, puso en relación el fenómeno de la polarización (cuando una persona o grupo se “encabezona” con una cosa o idea) con la tendencia buscar datos que nos den la razón. Y es un fenómeno que aparece en cuadros como los celos patológicos. El celoso sólo mira si su mujer tiene llamadas de otras personas, o mensajes, o si va donde dice ir.  

       Otro ejemplo es la tendencia a evitar a otras personas. Si colocas a dos desconocidos, de razas diferentes a ver el mismo programa de televisión, se mantienes, más o menos en contacto. Pero si pones dos televisiones, cada una con un programa diferente, estando en el mismo sofá, en el mismo salón… tienden a evitarse. La gente evita a una persona no deseable sólo cuando puede racionalizar, explicar su comportamiento a partir de factores externos, como el programa de televisión. Es más políticamente correcto que evitar a otra persona por su color, su  sexo o su status social.  

        El autoengaño es un producto de la evolución. Otra de las polémicas de Trivers es que, según él, el autoengaño está al servicio del engaño a los demás. Cuando una persona miente se le puede pillar a través de su nerviosismo, reacciones sorpresivas, como que se le ponga voz de pito, por cierta sobre carga cognitiva (uso de frases cortas, incapacidad para dar detalles o darlos en exceso), y por la idiosincrasia de cada uno, lo que incluye gestos y creencias que pueden delatarnos.  Y si te pillan en una mentira, pones en riesgo la confianza que te tienen, el prestigio y la propia imagen. Una manera de evitarlo es mentirse a uno mismo. Cuando nos creemos la mentira, los indicios de una conducta deshonesta desaparecen o, al menos, se mitigan, lo que incrementa las probabilidades de alcanzar una meta, un objetivo y de no ser cazados.

        ¿Qué tiene que ver el autoengaño con el self, con el conocerse a sí mismos? El hecho de mentirnos a nosotros mismos debería ponernos en alerta respeto a lo que creemos y a lo que no. Sabemos que los datos que utilizamos en nuestra vida diaria son los que elegimos nosotros… y a veces, nos equivocamos. Autoconocerse requiere un esfuerzo de introspección, de preguntarles a los demás qué piensan de nosotros, de comprender nuestros cuerpos y los mensajes que nos envía, de conocer nuestro inconsciente. Dejar de lado cualquier fuente de información es arriesgarnos a crearnos una idea equivocada de lo que somos.

        Es posible que sea imposible conocer el self y que los procesos como el autoengaño o el inconsciente adaptativo tan solo nos muestren una imagen borrosa que genera la sensación de ser siempre las mismas personas. Un punto de vista alternativo, el del budismo, es considerar que no hay “yo mismo”. La semana que viene tendremos la última parada sobre el conocimiento de uno mismo, abriendo la puerta a la posibilidad del no – yo mismo.

        Ejercicio de la semana:
Por desgracia, no podemos “cazarnos” a nosotros mismos mintiéndonos. Pero podemos utilizar una serie de preguntas para resolver problemas con nuestras creencias, que van en el sentido contrario al autoengaño. Imagínese una creencia del tipo “si no hago todo bien, nadie me va a querer”. Ante una afirmación así podemos hacernos cuatro preguntas.

1.- ¿Qué significado tiene para mí? ¿Qué quiero decir con que nadie me va a querer si no hago todo bien?
2.- ¿Tengo pruebas que demuestren lo contrario, es decir, gente que me quiere haga las cosas como las haga?
3.- ¿Puedo encontrar algún tipo de pensamiento alternativo, del tipo “me quieren tal cual soy”, haga bien o mal las tareas?
4.- ¿Estoy cayendo en un autoengaño o en cualquier otra trampa mental?


jueves, 18 de abril de 2013

EL YO Y EL CEREBRO.


        Esta es nuestra sexta semana de reflexión sobre el conocimiento de uno mismo. Hemos tomado notas de Sócrates, hemos dudado de todo, menos de nuestro pensamiento junto con Descartes, nos hemos visto como tendencias a actuar de una manera concreta bajo unas circunstancias específicas como nos indica Ryle. Freud nos ha señalado que nuestros deseos e intereses son inconscientes y Wilson nos mostró que el inconsciente se dedica a procurarnos salud y adaptación al medio en que vivimos. ¿Qué más podemos aprender?

        El self, el sí mismo, necesita un cerebro. Vive un cerebro. Somos lo que nuestro cerebro hace. Un poco de historia. Verano de 1848. Vermont, Nueva Inglaterra. El joven de 25 años Phineas Gage se dispone a preparar una detonación en la construcción de la línea de ferrocarril. Sus jefes dicen de él que es “el hombre más eficiente y capaz” a su servicio. Pero en una distracción, una carga de pólvora le explota en la cara, y la barra de hierro que utilizaba para prender las mechas le traspasa la mejilla izquierda y sale por la parte superior de la cabeza. Gage, sin embargo, no muere. Todo lo contrario, con el paso de los días, recuperó su fuerza, no tenia paralizada ninguna parte del cuerpo, ni le afectó a los sentidos o al habla. Pero Gage ya no era él mimo. Harlow, un médico que lo atendía, dijo que el balance entre su facultad intelectual y sus propensiones animales se había destruido. Gage perdió la capacidad para practicar las normas sociales y éticas previamente adquiridas.

          El relato de la historia de Phineas Gage lo encontramos en El error de Descartes, una de las obras del Neurólogo Antonio Damasio. Su última obra traducida al español, “Y el cerebro creó al hombre”, incluye un capítulo entero al sí mismo autobiográfico. De Damasio, queremos resaltar una idea fundamental: las operaciones de la mente, por muy refinadas que nos parezcan, no están separadas de la estructura y funcionamiento del organismo biológico. Si el cuerpo falla, la mente falla. De hecho, una de las ideas de Damasio es la hipótesis del marcador somático. En todo proceso de decisión, hay una marca, una imagen, relacionada con el cuerpo, que nos indica el resultado negativo de una acción determinada. Las emociones nos ayudan, para bien o para mal, a tomar decisiones.

           Damasio no es el único autor que nos ha descrito casos clínicos como el de Gage, y ha buscado la explicación en el cerebro. Otro autor, el neurólogo Oliver Sacks, nos ha regalado obras llenas de descripciones de casos. Los fallos en el cerebro, sean por exceso o por defecto, producen comportamientos extraños, como el síndrome de la Tourrete, ser incapaz de percibir el mundo correctamente, tener una memoria privilegiada pero no poder mantener una conversación con otra persona… Sacks pone un ejemplo de cómo nos la juega nuestro cerebro. Existe un tipo de migraña que él llama situacional, y se activa ante situaciones que mueven, despiertan o molestan al organismo. Estas situaciones pueden ser la luz y el ruido, los olores, el tiempo atmosférico, el ejercicio físico, el dolor, y sobre todo, las emociones violentas que “superan a todas las otras circunstancias agudas de en su capacidad de provocar reacciones de migraña”.

        Hasta ahora, en realidad, habíamos tratado poco las emociones. Incluso aunque hemos tratado con Freud, éste hablaba de motivaciones, de deseos, de causas del comportamiento, pero no de emociones, no de estados de ánimo diarios.

        La neurología nos enseña que una parte importante de nuestro self es nuestro organismo. No es extraño que en algunos casos de patologías aparezcan problemas de autoestima, de autoconcepto, en los que uno se habla a sí mismo mediante críticas y ataques irracionales, poniéndose límites y maneras de pensar poco eficaces y con su cuerpo, con su organismo, como objetivo de las críticas y de cuidados insuficientes. Conocerse a sí mismo es conocer el propio cuerpo.

        Ya vamos terminando con las reflexiones acerca del sí mismo. Nos quedan dos pequeños conceptos por mirar, el autoengaño, del que ya hemos hablado en este blog, y una pregunta fundamental. Si existe el self, ¿existe el No–Self? Las tradiciones budistas piensan que sí… pero ya lo veremos.

           El ejercicio de la semana:
Busca esta semana cualquier tipo de ilusión óptica. Y trata de buscar información sobre ella, por qué se produce, qué fundamentos tiene... Después, cuando creas que la has comprendido, descansa unos minutos. Pasados esos minutos, vuelve sobre la ilución óptica. ¿Qué sucede? ¿La sigues viendo? ¿Sigue tu cerebro interpretando la información de manera incorrecta? Had la prueba con cuantas ilusiones conozcas o encuentres. Siempre "sufrirás" la ilusión. Esa es la importancia del cerebro.

jueves, 11 de abril de 2013

UN EXTRAÑO PARA MÍ MISMO.


Freud nos descubrió que existen partes de nosotros mismos que son inconscientes. Y en sus obras intentó demostrar que estaba en lo cierto con ejemplos de sus pacientes, de los pacientes de otros psicoanalistas, de la literatura, del arte… Sin embargo, no aporta datos de pacientes que no confirmaban sus teorías. De hecho, si no creías en el análisis, era por alguna resistencia, que, por supuesto, era interpretable.

Sin embargo, como las intuiciones de Freud fueron buenas, los psicólogos modernos han intentado dar soporte experimental a los hallazgos del psicoanálisis. Uno de ellos es Timothy Wilson, y ha recogido sus investigaciones en el libro “Strangers to ourselves”.

Wilson, nos cuenta que el inconsciente es una adaptación. Sirve para mantener al organismo vivo y para hacerlo más eficiente. Nos mantiene vivos porque capta señales que no somos capaces de ver conscientemente, y responde a estímulos relacionados con la salud y el peligro sin necesidad de tener que pensar si, por ejemplo, esta araña que acaba de aparecer, es peligrosa y nos va a picar. Nos hace más eficientes porque gestiona volúmenes de información que, conscientemente, sería imposible. Por ejemplo, Wilson escribe que recibimos unos once millones de “piezas” de información. De esas piezas de información, nuestra consciencia solo procesa 40.

El inconsciente tiene dos dimensiones: por un lado, obtener información exacta del medio en el que vivimos, y por otro, mantener un sentimiento de bienestar. Del equilibrio entre ambas dimensiones dependen aspectos de personalidad (quiénes somos), emocionales (cómo nos sentimos) y de previsión del futuro (cómo nos sentiremos).

Lo más interesante de todo, son los datos que soportan las teoría de Wilson. Ciertas fobias, algunos miedos, son genéticos. Están dentro de nosotros como especie. Por ejemplo, a las arañas o a las serpientes. Interpretamos los gestos de las personas que están delante de nosotros, intuimos sus estados de ánimo. Según un estudio realizado por el propio Wilson, confundimos como "atracción amorosa" o "amor a primera vista" cuando vemos a una chica joven después de tomas cinco cafés, o de cruzar un puente sobre un río a gran altura y corriendo.

La investigación en neurociencias parece confirmar las hipótesis de Wilson. LeDoux descubrió que el procesamiento emocional de la información corre dos vías paralelas pero diferentes en el cerebro: una rápida, que pasa por la amígdala y otra lenta que cruza el cortex prefrontal. La primera es la vía inconsciente.

El foco de Strangers to Ourselves es la capacidad de conocerse a uno mismo, de las limitaciones que tiene y si ese conocimiento es exacto o no. Y no, no es exacto. No podemos acceder a todo nuestro inconsciente, y la imagen de nosotros mismo es una construcción que hacemos para responder al medio que nos ha tocado vivir. Y esa construcción sólo recoge partes de nosotros, generalmente conscientes. De hecho, existen deseos, motivos, e interpretaciones de la realidad que son inconscientes y no nos damos cuenta de ello, aunque a veces juegan malas pasadas. Las personas fabricamos nuestra imagen, perdemos las razones reales de nuestros comportamientos y nos equivocamos al inferir nuestros estados internos. Una de esas equivocaciones es el error fundamental de atribución: infravaloramos cuánto nos ha influido la situación en la que estamos para comportarnos de una forma concreta y sobrevaloramos cuánto queríamos actuar de esa manera. 

La introspección no es suficiente para conocernos porque no ilumina todo en inconsciente. Preguntar a los demás deja zonas ocultas porque no conocen nuestras narrativas personales. Nuestra personalidad no explica todo nuestro comportamiento, sino que necesitamos del medio para entenderlo. Tenemos miedos y prejuicios que no nos gusta reconocer... Después de Sócrates, Descartes, Ryle, Freud y Wilson podemos concluir que somos más complejos de lo que pensamos. No es tan fácil conocerse a uno mismo.

Nuestro viaje hacia el interior sigue la semana que viene...

El ejercicio de la semana.
Para demostrarnos que existe el inconsciente y que nos puede jugar malas pasadas, como la aparición de prejuicios, podemos utilizar una herramienta de la Universidad de Harvard. Si crees que no eres racista, machista o que no tienes prejuicios, por favor, pincha en el link que viene a continuación, busca España, selecciona uno de los test que aparecen, hazlo, lee la información relacionada, y con calma, reflexiona sobre el inconsciente. (también ayudarás en una investigación científica- https://implicit.harvard.edu/implicit/ ).



jueves, 4 de abril de 2013

INCONSCIENTES.


        ¿Qué es conocerse a sí mismo? ¿Cómo nos cocemos? ¿De qué métodos nos servirnos para saber de nosotros?, las fuentes de autoconocimiento, ¿son las adecuadas? ¿Es realmente bueno “conocerse a sí mismo”? Estas son algunas de las preguntas que estamos tratando de responder a lo largo de las últimas semanas, bebiendo de la filosofía y de la psicología.

        Ryle, nuestro último invitado, decía que el conocimiento que tenemos de nosotros mismos es superior al que tenemos del de los demás, por el hecho que podemos acceder a nuestros pensamientos, a nuestras disposiciones, pero no a la mente de los demás. Y suponer la existencia de la mente, como algo real, independiente del conjunto de sus funciones, es un error de categoría.

        Seguramente Sigmund Freud no estaría de acuerdo con Ryle. Freud le diría: “ok, tú tienes acceso a tus propios pensamientos, pero existen fenómenos que no puedes explicar, como los actos fallidos o los sueños. Ambos nos dan información de algo que no hemos tenido en cuenta: existen disposiciones, deseos, pensamientos, emociones, esperanzas, odios, amores… que son inconscientes”.

        En su libro “Introducción al Psicoanálisis”, Freud nos ofrece una serie de evidencias subjetivas a su teoría del inconsciente. Una de ellas son los lapsus linguae. O los olvidos de objetos. Él redacta varios ejemplos como un político que declara cerrada una sesión justo cuando acaba de empezar o un señor que no encuentra un libro que le ha regalado su esposa cuando estaba disgustado con ella y, solucionado el problema, lo encuentra. Para Freud, ambas cosas, los olvidos y los lapsus, son mensajes de la verdadera intención de nuestro organismo, de nuestro inconsciente.

         Otra puerta al inconsciente son los sueños. Para Freud, gran parte de lo que hacemos se debe a deseos ocultos. Y “el camino real al inconsciente”, uno de los mejores métodos para conocer nuestros deseos ocultos, es el trabajo con los sueños. En ellos, hay un contenido superficial y otro, el más profundo, latente, que es el verdadero significado del sueño. Las cosas que vemos en los sueños son símbolos, representan deseos. Entonces, con los sueños debemos, por un lado, trabajarlo, obtener el contenido latente, y por otro, interpretarlo, saber qué deseo quiere cumplir ese sueño.

        Freud fue un escritor muy prolífico. Publicó muchos ensayos. A los actos fallidos les dedicó uno de ellos y tres sesiones en las conferencias que componen la introducción al psicoanálisis. Para la interpretación de los sueños dedicó una obra extensísima y la segunda parte de la introducción. Siempre, constantemente, escribe, ejemplifica con casos sus teorías, trata de demostrar lo que está afirmando.

         La obra de Freud ha tenido una repercusión enorme. El premio Nobel de medicina Erik Kandel dedica un libro a la influencia del inconsciente y el psicoanálisis en el arte. La obra de Salvador Dalí es un ejemplo de las distorsiones que los sueños hacen de la realidad. Ha influido en la literatura, en la cultura y en la filosofía moderna. En las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado, los autores de la escuela de Frankfurt quisieron enriquecer sus teorías con las de Freud. El resultado fue la obra de Erich Fromm, Teodoro Adorno, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas… y su influencia en la revolución de Mayo del 68.
No podemos negar que existen deseos inconscientes. El propio Freud, viendo la grandeza de su descubrimiento, afirmaba que se han dado tres grandes revoluciones: la de Copérnico, que demostró que no somos el centro del sistema solar y, por tanto, del universo; la de Darwin, que muestra que no somos criaturas divinas, sino que somos unos primates más y estamos aquí por casualidad, y la de él mismo, que enseñaba que no somos racionales.

        Aceptamos que existe el inconsciente, pero ¿podemos conocerlo? ¿Podemos saber cuáles son nuestras tendencias ocultas? Freud pensaba que sí. Con esfuerzo y estando abierto a las interpretaciones del analista. De hecho, la sanación consiste en hacer consciente lo que está inconsciente. Podemos aprender psicoanálisis, aplicándolo a nosotros mismos o acudiendo a un analista experimentado.

      A Freud le han criticado. Y mucho. Desde el propio Psicoanálisis, afirmando que algunas de sus intuiciones no eran correctas y que había dejado de lado la influencia de lo social (que no solo es sublimar deseos). Y desde la psicología científica, por no aportar evidencias experimentales a sus conclusiones o intentar explicar demasiadas cosas con pocos conceptos.  

      Sin embargo Freud nos ha dejado la existencia del inconsciente. Hoy dudamos de nuestra capacidad para conocernos a nosotros mismos y a los demás. Las esperanzas, los deseos, las ilusiones y las frustraciones más profundas, son inconscientes e influyen en nuestro comportamiento y qué hacer diario.

        Freud nos dejó, inconscientemente,  también la receta para la salud: Trabajo y Amor.

        Ejercicio de la semana:
Trata de recordar alguna ocasión en la que no has querido hacer algo, porque no te apetecía, no querías, pensabas en otra cosa. Y por no ofender, o tener un encontronazo con tu pareja, compañero o jefe, has utilizado cualquier excusa. Intenta hacer una descripción de lo que sucede en tu mente, de cómo algunos detalles se olvidan, otros se resaltan. O trata de recordar ese regalo que te hicieron y que no te gustó.  Qué pensaste y cómo actuaste de cara a quien lo hizo. En ambos casos verás cómo actúa la sublimación, y cómo, con el tiempo, puede haber consecuencias extrañas como un lapsus.

miércoles, 27 de marzo de 2013

SOMOS LOS QUE HACEMOS.


         Hace dos semanas, iniciábamos una serie de entregas acerca de “conocerse a uno mismo”. Cuando hablamos de conocernos a nosotros mismos, nos debemos preguntar qué es lo que conocemos, cómo lo conocemos, cuándo lo conocemos, para qué, por qué, cuánto de nosotros conocemos.

        La primera semana, (15 de Marzo de 2013, “Somos sabios”) hablábamos de Sócrates, de la necesidad de hablar con los demás y de examinar la propia vida, con las preguntas adecuadas.  En nuestra segunda semana, de la mano de Descartes, hemos hablado de la mente que se autoconoce y del pensamiento como fuente del saber.

         Sin embargo, Gilbert Ryle, en “The concept of mind”, critica a Descartes y la forma de conocer que propone. Para Ryle, la inteligencia, la motivación, la emoción son disposiciones a actuar de una determinada manera. Una persona será tanto más inteligente cuantas más disposiciones a actuar bajo ciertas circunstancias haya aprendido. Y acusa a Descartes de cometer un error de categoría, porque eleva a realidad algo que tan solo es una palabra: la mente. Pongamos un ejemplo, algo modificado, del propio Ryle: el espíritu de equipo. Cuando un entrenador de fútbol le pide a sus jugadores “espíritu de equipo”, ¿Qué les está pidiendo? Específicamente, que se comporten de una manera concreta, que cubran la espalda del defensa si éste sube por la banda, que tapen los huecos que el medio centro deja si adelanta su posición, sacrificio por los demás, el bien común antes que el individual… en definitiva, el espíritu de equipo no existe, porque es un conjunto de comportamientos, que todos ellos, generan ese espíritu. Para Ryle, si no queremos caer en el mismo error que Descartes, toda la vida mental se reduce a disposiciones para actuar de una manera bajo ciertas circunstancias. Una persona que no sabe jugar al ajedrez, por mucho que mire una partida, no puede entenderlo. Le falta el “cómo” se juega. Lo mismo ocurre con un chiste. Una persona debe saber cómo contar los chistes si quiere ser gracioso. Por tanto, no se trata del qué, sino del cómo.

          La teoría de Ryle explica los rasgos de personalidad, el carácter de las personas. De una persona que se enfada decimos que es una persona irascible. A alguien que llora ante una escena de una película, la llamamos sensible o la ridiculizamos con la palabra “ñoña”. Hay personas enamoradizas, vergonzosas… pero todo se reduce a respuestas al medio en que vivimos, a aprender cómo actuar. Para Ryle, somos lo que hacemos.

        Sin embargo, ni Platón a través de su maestro Sócrates, ni Descartes ni Ryle solucionan un problema, que el de acceder a nosotros mismos, a nuestros pensamientos, a nuestras emociones. ¿Cuáles son las vías, los modos, de acceder a nosotros mismos? Cada uno da una respuesta diferente pero ninguno explica que sucede con la experiencia inmediata. Tengo la sensación de rojo, o el gusto amargo de un limón, o la placidez de una caricia… Nada de eso se puede explicar con una conversación, a través de preguntas, o con el pensamiento, ni mucho menos en términos de disposiciones. ¿Cómo sentimos? ¿Cómo lo asociamos a experiencias pasadas? ¿Cómo lo recordamos? ¿Existen partes de nosotros a las que no tenemos acceso y no las podemos conocer?

         Una de las respuestas, la semana que viene, con Sigmund Freud y el inconsciente.

         El ejercicio del Blog:
Ryle nos habla de saber cómo, de disposiciones de comportamiento.  Esta semana, la invitación es a observar nuestras disposiciones. Toma nota de seis momentos en los que hayas vivido una emoción, como enfado, tristeza, emocionarte con música. Escríbelos a la izquierda de una hoja de papel. Al lado, apunta lo que hiciste específicamente. En una tercera columna anota aquellas emociones que te sucedan esta semana  y que sean las mismas  que has apuntado en la primera columna. Fíjate si las situaciones son parecidas  y si has actuado de la misma manera. Si es así, estamos ante una disposición de las que habla Ryle.

         ¿Te atreves a conocer tus tendencias?

jueves, 21 de marzo de 2013

UNA MENTE MARAVILLOSA.


        Un conocido escritor de autoayuda dice que lo más importante son las preguntas que nos hacemos y no las respuestas que nos damos. Las preguntas son la base de la reflexión, de examinar la vida, y por tanto, de mecerla, de ganarla. Es sobre lo que hablamos la semana pasada al traer a Sócrates a nuestro blog, y resaltábamos la necesidad de autoconocerse en la conversación con otras personas y a través de las preguntas adecuadas.

         Sin embargo, si seguimos reflexionando sobre cómo nos conocemos, qué sabemos de nosotros mismos y cuál es la naturaleza de ese conocimiento, nos podemos encontrar de frente con datos contrarios a la idea de las buenas preguntas. Por ejemplo: sabemos que en las preguntas está implícita la respuesta que espera nuestro interlocutor, que nuestra  mente dirige la búsqueda de información en aras a confirmar las hipótesis, que no estamos preparados para analizar grandes números correctamente, entre otros.  Incluso existen modelos que tratan sobre cómo usar el lenguaje para generar en la otra persona una experiencia emocional concreta y que sea correctiva, motivadora y que provoque el cambio. Hablamos de modelos terapéuticos.

       Quien llevó al extremo el pensamiento de la dificultad que tenemos para entendernos con el medio  y que lo hacemos a través de nuestra mente fue el filósofo francés Descartes. El no sabía nada del funcionamiento de los sesgos cognitivos, aquellas tendencias a actuar de una determinada manera, bajo una situación concreta. Pero hizo un ejercicio de duda. Quiso dudar de la veracidad de la información que venía de sus sentidos. Hoy todos conocemos las ilusiones ópticas y sabemos que gran parte de los trucos de magia son ilusiones. Quiso dudar de sus imágenes mentales, porque en alguna ocasión había vivido un sueño como algo real y luego, sólo había despertado. Hoy sabemos que las imágenes que aparecen antes de dormir o incluso antes de despertar se viven con un grado de realismo impresionante. Sin embargo, entre tanta duda, Descartes se da cuenta que está pensando, y al hecho de estar pensando no le puede poner ninguna objeción. Y escribió su famosa frase, “Pienso, luego existo”. Pero lo más importante que se puede deducir de Descartes es que conocemos las cosas porque las pensamos. Existe una idea, él usa una figura de cera, que está dentro de nosotros, que la podemos conocer gracias al pensamiento, que es universal.  Las características de la cera no son su color, su olor o su forma. Todo eso puede cambiar. Sin embargo, todos sabemos qué es la cera. (El desarrollo de la figura de cera lo podemos encontrar en “Las meditaciones sobre filosofía primera”).

        Nuestra pregunta es ¿es la mente, el yo-mismo, el self, como la figura de cera? ¿Cuáles son las características de nuestra mente? ¿Cómo podemos llegar a conocer nuestra propia mente? Para Descartes está claro: pensando. Analizando nuestros pensamientos.

        La psicología cognitiva recogió el encargo del filósofo francés, y ha desarrollado una serie de técnicas tanto de autorregistro como de observación para permitir que nuestra mente se conozca a sí misma, y por tanto, nosotros nos conozcamos mejor. Mediante, por ejemplo, registros de situaciones, sentimientos y emociones, aprendemos a reconocer cada uno de estos estados del comportamiento y a encontrar cómo somos realmente

          El ejercicio del blog:
Esta semana queremos proponer un ejercicio relacionado con Sócrates y  con Descartes. El primero, pensaba que a la sabiduría se llegaba conversando, mediante preguntas que saquen de nuestro interior el conocimiento que todos tenemos. El segundo, que sólo podemos conocernos si pensamos cuál es la idea universal de la “mente”. Os proponemos que elijáis 10 características tuyas, 10 rasgos de tu personalidad o adjetivos que les definan. Y razona qué pensamientos tienes sobre ti mismo para llegar a la conclusión que esa característica  te define. Por ejemplo. Si he elegido “generoso”, lo he hecho porque pienso “que se debe ayudar al que no tiene”. Esta es la parte cartesiana del ejercicio. La parte socrática es más social. Comenta con las personas de tu alrededor que 10 adjetivos te definen. Y compara los resultados. Así podemos aprender algo más sobre nosotros mismos.

          Tenemos una mente maravillosa, que nos permite conocer el universo, el mundo, nuestro planeta, a otras personas, incluso lo más profundo del océano, pero le es difícil llegar a lo más profundo de sí misma. ¿La ayudamos?

viernes, 15 de marzo de 2013

SOMOS SABIOS.


“La vida que nos es examinada
No merece ser vivida.”
Sócrates.


        Dice una canción que tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor.  Pero, ¿es así realmente? ¿Son las tres cosas que importan? ¿Da la salud, o el dinero o el amor la felicidad?

      La ciencia ha demostrado que la salud no da la felicidad. En personas que han tenido accidentes de tráfico  graves comprobamos que los estados de ánimo vuelven a niveles similares a los que la persona tenía antes del accidente. Los datos de prevalencia de trastornos mentales, aunque algunos han crecido en los últimos años, son estables en el tiempo, lo que significa, probablemente, que se ha incrementado el número de diagnósticos pero no el de enfermos reales.  Es cierto que la mayoría de estos trastornos aparecen ante un acontecimiento doloroso, estresante o ante la pérdida de un ser querido o una noticia devastadora,  pero también es cierto que los buenos porcentajes de eficacia de las psicoterapias, sean psicoanalistas, conductistas o cognitivas, indican que las personas somos resistentes. Esto indica que en  los estados de ánimo, una de las partes de nuestro “yo mismo” (self en inglés) es difícil identificar la causa que los provoca.

        Con respecto al dinero se ha discutido que existe un mínimo que, una vez superado, no afecta a nuestros niveles de felicidad. De hecho, muchas personas creen que si les toca la lotería serán más felices y sus vidas cambiarían. Pero no es así. Pasado un tiempo después del premio, las personas agraciadas vuelven a estados anteriores. Sienten una gran alegría pero después retroceden en cuanto a su estado de ánimo. De ellos, aprendemos que las creencias pueden ser falsas y que las emociones, a diferencia de los estados de ánimo, sí tienen un origen identificable.

        Con respecto al amor, necesitamos algo más de luz. Sabemos que somos animales sociales, que tenemos necesidades de filiación, de unirnos con otras personas. Algunas de esas uniones se convierten en pasionales, otras en suplicios. Sabemos que una relación de pareja te puede llevar a las más altas cimas de felicidad pero también hundirte en el fango del sufrimiento. La psicología evolucionista ha demostrado que los motivos por los que elegimos pareja son inconscientes, aunque nosotros los racionalizamos y los justificamos. Pero la experiencia de  estar enamorado es única, elevadora, y da sentido a la vida.  La conclusión que podemos sacar es que existen motivaciones más allá de las que declaramos conscientemente y que la experiencia de algo, como levantarte pensando en otra persona y sólo pensar en estar con ella,   es otra parte de nosotros mismos.

        Las tres cosas de la vida de la canción nos muestran tres partes del “self”, del yo. Por un lado, la parte cognitiva, que incluye nuestros pensamientos, nuestras creencias. Una segunda parte es el aspecto afectivo, y dentro de él, podemos diferenciar entre emociones y estados de ánimo. El tercer aspecto es la experiencia que tenemos en cada momento. Y cada uno de los tres aspectos contiene elementos conscientes e inconscientes.

        Para Sócrates, conocerse a sí mismo implica estudiar y examinar la propia vida. En el discurso de su defensa ante el tribunal que lo iba a condenar a muerte,  dejó claro que examinaba a los demás en busca del conocimiento. Para él, conocer implica verdad, creencia y una justificación, un soporte, algún tipo de evidencia.  En el mismo diálogo platónico, encontramos un ejemplo del método socrático, de extraer del interior de la persona las respuestas. Sin influir. Sólo con las preguntas adecuadas. Y esa es la aportación más importante de la historia de Sócrates: para conocernos, la mejor manera es interactuado con los demás, conversando, estando atento a las preguntas que nos descubran cómo somos realmente.

      La terapia y el coaching son dos procedimientos de autoconocimiento. Analizaremos durante las próximas semanas otras formas de conocerse a sí mismo, porque somos sabios, pero nos olvidamos. Y porque conocernos nos hace tomar mejores decisiones y elevar la calidad de nuestra vida. 

jueves, 7 de marzo de 2013

AL RESPIRAR.


        En los años 60, el Daniel T. Suzuki realizó una gira por EE.UU presentado el Budismo Zen para Occidentales. Encontró como compañero de viaje a Erich Fromm, un psicoanalista alemán, que había alcanzado la fama gracias a obras como “El miedo a la libertad” o “El arte de amar”. Ambos publicaron juntos el libro “Psicoanálisis y budismo zen”. Anteriormente a ellos, Eugen Herrigel publica “Zen en el arte del tiro con arco”. Daniel Goleman, uno de los psicólogos más conocidos del mundo, publicó un libro sobre meditaciones y suele colaborar con el Dalai Lama. Recientemente Tich Nhat Hanh, monje budista vietnamita, ha publicado en más de 30 idiomas sus libros y ha dado fama al término “Mindfulness” y, gracias a Jon Kabat Zinn y a otros autores como Siegel y Tesdale, que han desarrollado la Mindfulness Based Stres Reduction y la Mindfulness Based Cognitive Therapy. Cada vez aparecen más publicaciones sobre la meditación, especialmente la Vipassana (una escuela budista), tanto en libros como en revistas especializadas. ¿Por qué nos atrae tanto la meditación?

        Para empezar, la práctica de la meditación  cambia la estructura y el funcionamiento de nuestro cerebro. Se ha estudiado a monjes con experiencia mediante técnicas de resonancia magnética, y se ha descubierto que es mayor la activación de áreas diferenciadas del cerebro, es menor la reactividad emocional del cerebro antes estímulos ambientales e internos y se utilizan menos recursos en la realización de tareas. La meditación mejora el sistema límbico y la presencia de glóbulos rojos en sangre.

          Psicológicamente, la meditación ha demostrado mejorar los procesos de memoria, así como de toma de decisiones, como de razonamiento inductivo. De hecho, María Konnikova intenta hacernos creer que, en los momentos en los que Sherlock Holmes se quedaba delante de la ventada, ido, inerte y de repente lograba resolver un caso, en esos momentos, estaba meditando (del libro “Mastermind, how to think like Sherlock Holmes”). Sabemos que es una suposición, pero también sabemos que el mindfulness permite separarnos de las cosas y contemplarlas desde fuera, lo que da lugar a nuevos puntos de vista y, por tanto, a un aumento de la creatividad y a la mejora de los procesos de solución de problemas.

         En la meditación se dan diferentes procesos psicológicos, como la exposición a estímulos aversivos, lo que reduce las respuestas de ansiedad. Se entrena la atención sobre el propio  cuerpo, las emociones o los pensamientos, con lo que se aprende a controlar los procesos emocionales desde su inicio. Esto permite reducir las reacciones que tenemos ante las cosas que nos suceden en la vida. Se deja en suspenso el pensamiento, con lo que se reducen las rumiaciones, el darle vueltas a todo. Y aunque no es un objetivo del entrenamiento en meditación, ésta relaja. Por todo ello, se ha mostrado como una herramienta única en la reducción de estrés y en el aumento de la satisfacción vital percibida.

        También queremos resaltar que es una herramienta de autoconocimiento. Las personas con más estabilidad mental son aquellas que sus narrativas personales, conscientes, sobre sí mismos, coinciden con sus metas, deseos y emociones inconscientes. La meditación reduce esa distancia, y nos facilita el conocernos así como reestructurar nuestras narrativas personales. También ayuda  a la comprensión de las predicciones emocionales que hacemos. Es decir, cuando tomamos una decisión sobre el futuro, influye nuestro estado actual. Nuestra mente se deja llevar por si somos felices ahora o por si estamos tristes, y proyectamos ese estado. Con la meditación, esa influencia desaparece. Por último, la atención plena limita la ilusión de foco, que es centrarnos en las circunstancias que nos rodean y no en la propia vida, que es uno de los mayores motivos de insatisfacción. En esta crisis que estamos viviendo, la ilusión de foco se encarna en las noticias, en las situaciones personales que conocemos y en olvidarnos de hacer lo que tenemos que hacer.

          Dados los beneficios del Mindfulness, Prossem quiere enseñarlo. Para ello, hemos puesto en marcha el taller “Inteligencia Emocional Plena” - en régimen de fin de semana – y el programa del mismo nombre, en 10 sesiones. También presentaremos, en breve, un programa de reducción de estrés. Todos ellos basados en la experiencia, en la práctica y en una sólida formación.

           Y la meditación empieza por la respiración, por la consciencia de respirar. Al respirar, conectamos con el momento presente, nos vinculamos a la vida. Al respirar, somos más nosotros. ¿Respiramos?

jueves, 28 de febrero de 2013

EL ESCONDITE DE LOS ERRORES.


        Siempre nos gusta compartir el conocimiento que adquirimos con los demás. La vocación de Prossem no es otra que dotar a las personas de recursos mentales y emocionales que nos permitan alcanzar mayores cimas de calidad de vida. Y creemos que lo podemos lograr mediante talleres, procesos de Coaching y en algunos casos, a través de tratamientos psicológicos.

        Otro medio que tenemos son las redes sociales y este blog. Y en estas líneas ya hemos hablado de las ilusiones cognitivas y hoy, una vez más, vamos a tratar de ellas. ¿Por qué esta importancia?

        Varias son las razones que nos llevan a insistir en dar a conocer qué son y cómo funcionan las ilusiones cognitivas. La primera de ellas es que son la madre de muchas creencias disfuncionales sobre el mundo, y nos llevan a interpretar de forma errónea emociones propias y ajenas, así como influir en nuestro comportamiento. La segunda es que nos llevan a tomar decisiones que pueden ser equivocadas. La tercera, es que impiden las funciones de “ordinazing” (hacer de algo un evento ordinario, común, diario), dar sentido y crear nuevas narrativas eficaces, funciones propias de la psicoterapia, y por último, dificultan el autoconocimiento. Conocer las ilusiones cognitivas permite diseñar programas de comportamiento eficaces que se pueden aplicar, entre otros, a la toma de decisiones en medicina, a la lucha contra la corrupción o el fraude, a la mejora de la asignación de recursos económicos y en el tratamiento cognitivo de muchos trastornos mentales.

        Las ilusiones cognitivas son generales, se encuentran en todos los seres humanos. Son sistemáticas, es decir, se pueden reproducir casi exactamente en muchas situaciones similares. Una de sus características más importantes es que son orientadas, producen sus efectos siempre en una misma dirección, no se trata de opiniones. Son específicas, se dan en ciertos problemas con unas características concretas, no siempre. Son independientes de la inteligencia y la cultura de las personas, externamente modulables (es la habilidad de una persona la que nos hace caer en ellas), son subjetivamente incorregibles (aunque avises a la persona de la situación, no es suficiente para que desaparezca la tendencia a cometer errores) y son no transferibles, lo que significa que aunque las conozcamos, si nos presentan una situación superficialmente distinta a las que las provocan, no solemos resolverlos correctamente.

        Las ilusiones son producto de nuestra evolución, de cómo el cerebro ha resuelto los problemas de la supervivencia y la reproducción a lo largo de miles de años de evolución, por lo que están incluidas en nuestro código genético. Los errores que provocan no son los propios de la falta de preparación, de la distracción o desequilibrios emocionales.

        Conocerlas nos previene de ser personas convencidas pero equivocadas. Y aprender se aprende haciendo. Las ilusiones más frecuentes son el exceso de confianza, pensamiento mágico o correlaciones ilusorias, las opiniones a posteriori o efecto “yo ya lo sabía”, el anclaje, la fácil representabilidad, la incapacidad de calcular probabilidades y la manipulabilidad de las creencias a través de guiones.

         Hoy en día, tenemos la capacidad de acceder a mucha información gracias a internet. La mayoría de los periódicos tienen edición digital. Y un buen ejercicio es observar cómo usan nuestros periodistas, políticos o empresarios las ilusiones para crear opinión a favor de unos o de otros, o como ellos mismos caen en los errores que predicen. Les proponemos que lo hagan, que relean los post en los que las hemos comentado y busquen situaciones en su vida en las que quienes las sufren somos nosotros mismos.

        Conocernos, ver cómo somos realmente, nos ayudará a crear historias de nuestras propias vidas que sean eficaces, que doten de sentido a lo que hacemos, que nos permitan alcanzar los objetivos, tanto conscientes como inconscientes, satisfacer nuestras necesidades reales, y por tanto, crear personas plenas, conscientes, en una sociedad deseada por todos.

jueves, 21 de febrero de 2013

ACERCA DE LA HONESTIDAD.


      Vivimos un tiempo convulso, con cambios a gran escala y a mucha velocidad. Un mundo en el que la predictibilidad del ambiente que nos rodea es cada vez menor, la sensación de control va desapareciendo poco a poco, y donde parece que la crisis es más estable que algo pasajero. Vivimos, en fin, en un mundo que promueve la tensión, el enfrentamiento, la presión y la enfermedad. Como dice una ley cibernética: “si a un sistema le metes ruido, de él saldrá ruido”.

        Para muestra un botón. En los últimos días nos encontramos con ejemplos de mentira y deshonestidad que nos hacen dudar de todo. Casos de corrupción en todos los estratos de la vida política, empresarios grandes y pequeños que defraudan, los informativos que en lugar de informar, manipulan o los creadores de opinión. Nos encontramos que se usan los hechos más significativos, aquellos que llaman la atención o que están con más frecuencia en los medios (lo que implica que esos mismos hechos estén más accesibles en la mente) para justificar cualquier conducta, movimiento social o corriente de opinión. Y no comprobamos, con datos públicos como los de INE u otras fuentes privadas, si es correcto lo que nos dicen o si las conductas están soportadas por argumentos aceptables, relevantes y solventes. Desde estas líneas hemos advertido del peligro de confundir una correlación con causalidad, pero no de usar dicha confusión en beneficio propio.

    Parece que la famosa frase del Dr. House, “Todo el mundo miente”, no va desencaminada. Hagamos, pues, una reflexión sobre el hecho de la mentira y la deshonestidad.

       De la biología aprendemos que los animales mienten. Adoptan posturas, colores o desarrollan pelajes que les permiten esconderse, atacar a un depredador o parecer más atractivo a una posible pareja. De hecho, los seres humanos nos ayudamos de diferentes ornamentos y pinturas para parecer más jóvenes, saludables y atractivos. Los trabajos de Robert Trivers nos cuentan que el éxito reproductivo depende de la percepción de la hembra de que tan buen inversor como padre es el macho, de los conflictos entre los hijos y éstos con sus padres y como inconscientemente, cada uno juega sus cartas. Y uno de sus trabajos más famosos, “El autoengaño al servicio del engaño”, que nos cuenta como nos engañamos a nosotros mismos para lograr que otros nos crean. La mentira y el engaño tienen, por tanto, una doble función: la supervivencia del individuo y la procreación. Es lógico que la selección natural mantenga esos comportamientos en nuestros genes. Los individuos que lograban engañar y de esa manera sobrevivir, dejaron hijos que hicieron lo mismo para, a su vez, sobrevivir y tener más hijos.

        Pero, ¿somos conscientes de esos comportamientos? Probablemente no. La mayoría de los comportamientos de engaño son procesos inconscientes. Una chica que se pinta los ojos no los hace para que parezcan más grandes, o no se perfila el labio para que parezca más grande o no se pone color en las mejillas para parecer más sana y, por tanto, más fértil. No. Lo hace porque está más guapa, independientemente de los objetivos finales de esa “guapura”.

        Nos pueden argumentar que alguno de los personajes que aparecen últimamente en la televisión eran, y mucho, conscientes de los que estaban haciendo. Por supuesto, así es. Nuestra teoría es que el engaño y la mentira son producto de la selección natural y que la mayoría de las veces se debe a procesos inconscientes. No calculamos los beneficios y los costes de una mentira de marea fría y matemática. Funcionamos de otra manera.

        La economía conductual ha tratado de poner un poco de luz al asunto de la honradez. Y uno de los resultados que se repiten, experimento a experimento, es que, si tenemos ocasión de mentir y con ello obtener un beneficio, mentimos. Pero solo un poquito. De hecho, la probabilidad de ser descubierto no tiene influencia en la magnitud del engaño. Los psicólogos hablan de “el factor tolerancia”: El comportamiento esta impulsado por dos motivaciones. Por un lado, todos queremos ser honrados, sinceros. Y por otro, también queremos sacar beneficio. Y nos cuentan que si aumentamos la distancia psicológica entre una acción deshonesta y sus consecuencias, aumentamos el factor tolerancia, y por tanto, mentiremos más. Si racionalizamos nuestros deseos egoístas, aumenta nuestro factor tolerancia. Y además, ciertos incentivos pueden hacer que el profesional más honrado del mundo deje de serlo.

        Según esto, la solución a la corrupción sería una justicia rápida, más transparencia y control de los incentivos, que los cargos públicos pueden recibir. Es posible, pero los datos demuestran que la transparencia no es la panacea. De hecho, si a la transparencia se le suma un conflicto de interés, se tiende a engañar más.

        Existen más factores que aumentan la probabilidad de engañar y algunas pocas que la reducen, entre ellas los recordatorios morales, las promesas públicas y la supervisión. Nosotros le proponemos un par de ellas más.

  • Esté atento a las pequeñas mentiras, a las que dice y a las que sufre. Son las que le afectan la mayor parte del tiempo.
  • Desarrolle habilidades de pensamiento crítico. En un mundo en el que la información se manipula para crear opinión interesada, analizar las cosas correctamente le permitirá tomar mejores decisiones.
  • No vea la televisión. No sólo es la mayor fuente de mentiras y manipulación, sino que genera modelos vitales, de relación y de pareja que nada tiene que ver con la realidad (sin hablar del efecto negativo sobre la sexualidad en parejas jóvenes).
  • Practique su religión. Todas ellas están en contra de la mentira. Si no le gusta ninguna, practique budismo.

       Centrarnos en los políticos, en los famosos, en aquellas personas que no tocamos, solo incrementa el efecto tolerancia. Y una vida honesta empieza con uno mismo, con lo que se cree, lo que se siente y actuar en consecuencia.