miércoles, 27 de marzo de 2013

SOMOS LOS QUE HACEMOS.


         Hace dos semanas, iniciábamos una serie de entregas acerca de “conocerse a uno mismo”. Cuando hablamos de conocernos a nosotros mismos, nos debemos preguntar qué es lo que conocemos, cómo lo conocemos, cuándo lo conocemos, para qué, por qué, cuánto de nosotros conocemos.

        La primera semana, (15 de Marzo de 2013, “Somos sabios”) hablábamos de Sócrates, de la necesidad de hablar con los demás y de examinar la propia vida, con las preguntas adecuadas.  En nuestra segunda semana, de la mano de Descartes, hemos hablado de la mente que se autoconoce y del pensamiento como fuente del saber.

         Sin embargo, Gilbert Ryle, en “The concept of mind”, critica a Descartes y la forma de conocer que propone. Para Ryle, la inteligencia, la motivación, la emoción son disposiciones a actuar de una determinada manera. Una persona será tanto más inteligente cuantas más disposiciones a actuar bajo ciertas circunstancias haya aprendido. Y acusa a Descartes de cometer un error de categoría, porque eleva a realidad algo que tan solo es una palabra: la mente. Pongamos un ejemplo, algo modificado, del propio Ryle: el espíritu de equipo. Cuando un entrenador de fútbol le pide a sus jugadores “espíritu de equipo”, ¿Qué les está pidiendo? Específicamente, que se comporten de una manera concreta, que cubran la espalda del defensa si éste sube por la banda, que tapen los huecos que el medio centro deja si adelanta su posición, sacrificio por los demás, el bien común antes que el individual… en definitiva, el espíritu de equipo no existe, porque es un conjunto de comportamientos, que todos ellos, generan ese espíritu. Para Ryle, si no queremos caer en el mismo error que Descartes, toda la vida mental se reduce a disposiciones para actuar de una manera bajo ciertas circunstancias. Una persona que no sabe jugar al ajedrez, por mucho que mire una partida, no puede entenderlo. Le falta el “cómo” se juega. Lo mismo ocurre con un chiste. Una persona debe saber cómo contar los chistes si quiere ser gracioso. Por tanto, no se trata del qué, sino del cómo.

          La teoría de Ryle explica los rasgos de personalidad, el carácter de las personas. De una persona que se enfada decimos que es una persona irascible. A alguien que llora ante una escena de una película, la llamamos sensible o la ridiculizamos con la palabra “ñoña”. Hay personas enamoradizas, vergonzosas… pero todo se reduce a respuestas al medio en que vivimos, a aprender cómo actuar. Para Ryle, somos lo que hacemos.

        Sin embargo, ni Platón a través de su maestro Sócrates, ni Descartes ni Ryle solucionan un problema, que el de acceder a nosotros mismos, a nuestros pensamientos, a nuestras emociones. ¿Cuáles son las vías, los modos, de acceder a nosotros mismos? Cada uno da una respuesta diferente pero ninguno explica que sucede con la experiencia inmediata. Tengo la sensación de rojo, o el gusto amargo de un limón, o la placidez de una caricia… Nada de eso se puede explicar con una conversación, a través de preguntas, o con el pensamiento, ni mucho menos en términos de disposiciones. ¿Cómo sentimos? ¿Cómo lo asociamos a experiencias pasadas? ¿Cómo lo recordamos? ¿Existen partes de nosotros a las que no tenemos acceso y no las podemos conocer?

         Una de las respuestas, la semana que viene, con Sigmund Freud y el inconsciente.

         El ejercicio del Blog:
Ryle nos habla de saber cómo, de disposiciones de comportamiento.  Esta semana, la invitación es a observar nuestras disposiciones. Toma nota de seis momentos en los que hayas vivido una emoción, como enfado, tristeza, emocionarte con música. Escríbelos a la izquierda de una hoja de papel. Al lado, apunta lo que hiciste específicamente. En una tercera columna anota aquellas emociones que te sucedan esta semana  y que sean las mismas  que has apuntado en la primera columna. Fíjate si las situaciones son parecidas  y si has actuado de la misma manera. Si es así, estamos ante una disposición de las que habla Ryle.

         ¿Te atreves a conocer tus tendencias?

jueves, 21 de marzo de 2013

UNA MENTE MARAVILLOSA.


        Un conocido escritor de autoayuda dice que lo más importante son las preguntas que nos hacemos y no las respuestas que nos damos. Las preguntas son la base de la reflexión, de examinar la vida, y por tanto, de mecerla, de ganarla. Es sobre lo que hablamos la semana pasada al traer a Sócrates a nuestro blog, y resaltábamos la necesidad de autoconocerse en la conversación con otras personas y a través de las preguntas adecuadas.

         Sin embargo, si seguimos reflexionando sobre cómo nos conocemos, qué sabemos de nosotros mismos y cuál es la naturaleza de ese conocimiento, nos podemos encontrar de frente con datos contrarios a la idea de las buenas preguntas. Por ejemplo: sabemos que en las preguntas está implícita la respuesta que espera nuestro interlocutor, que nuestra  mente dirige la búsqueda de información en aras a confirmar las hipótesis, que no estamos preparados para analizar grandes números correctamente, entre otros.  Incluso existen modelos que tratan sobre cómo usar el lenguaje para generar en la otra persona una experiencia emocional concreta y que sea correctiva, motivadora y que provoque el cambio. Hablamos de modelos terapéuticos.

       Quien llevó al extremo el pensamiento de la dificultad que tenemos para entendernos con el medio  y que lo hacemos a través de nuestra mente fue el filósofo francés Descartes. El no sabía nada del funcionamiento de los sesgos cognitivos, aquellas tendencias a actuar de una determinada manera, bajo una situación concreta. Pero hizo un ejercicio de duda. Quiso dudar de la veracidad de la información que venía de sus sentidos. Hoy todos conocemos las ilusiones ópticas y sabemos que gran parte de los trucos de magia son ilusiones. Quiso dudar de sus imágenes mentales, porque en alguna ocasión había vivido un sueño como algo real y luego, sólo había despertado. Hoy sabemos que las imágenes que aparecen antes de dormir o incluso antes de despertar se viven con un grado de realismo impresionante. Sin embargo, entre tanta duda, Descartes se da cuenta que está pensando, y al hecho de estar pensando no le puede poner ninguna objeción. Y escribió su famosa frase, “Pienso, luego existo”. Pero lo más importante que se puede deducir de Descartes es que conocemos las cosas porque las pensamos. Existe una idea, él usa una figura de cera, que está dentro de nosotros, que la podemos conocer gracias al pensamiento, que es universal.  Las características de la cera no son su color, su olor o su forma. Todo eso puede cambiar. Sin embargo, todos sabemos qué es la cera. (El desarrollo de la figura de cera lo podemos encontrar en “Las meditaciones sobre filosofía primera”).

        Nuestra pregunta es ¿es la mente, el yo-mismo, el self, como la figura de cera? ¿Cuáles son las características de nuestra mente? ¿Cómo podemos llegar a conocer nuestra propia mente? Para Descartes está claro: pensando. Analizando nuestros pensamientos.

        La psicología cognitiva recogió el encargo del filósofo francés, y ha desarrollado una serie de técnicas tanto de autorregistro como de observación para permitir que nuestra mente se conozca a sí misma, y por tanto, nosotros nos conozcamos mejor. Mediante, por ejemplo, registros de situaciones, sentimientos y emociones, aprendemos a reconocer cada uno de estos estados del comportamiento y a encontrar cómo somos realmente

          El ejercicio del blog:
Esta semana queremos proponer un ejercicio relacionado con Sócrates y  con Descartes. El primero, pensaba que a la sabiduría se llegaba conversando, mediante preguntas que saquen de nuestro interior el conocimiento que todos tenemos. El segundo, que sólo podemos conocernos si pensamos cuál es la idea universal de la “mente”. Os proponemos que elijáis 10 características tuyas, 10 rasgos de tu personalidad o adjetivos que les definan. Y razona qué pensamientos tienes sobre ti mismo para llegar a la conclusión que esa característica  te define. Por ejemplo. Si he elegido “generoso”, lo he hecho porque pienso “que se debe ayudar al que no tiene”. Esta es la parte cartesiana del ejercicio. La parte socrática es más social. Comenta con las personas de tu alrededor que 10 adjetivos te definen. Y compara los resultados. Así podemos aprender algo más sobre nosotros mismos.

          Tenemos una mente maravillosa, que nos permite conocer el universo, el mundo, nuestro planeta, a otras personas, incluso lo más profundo del océano, pero le es difícil llegar a lo más profundo de sí misma. ¿La ayudamos?

viernes, 15 de marzo de 2013

SOMOS SABIOS.


“La vida que nos es examinada
No merece ser vivida.”
Sócrates.


        Dice una canción que tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor.  Pero, ¿es así realmente? ¿Son las tres cosas que importan? ¿Da la salud, o el dinero o el amor la felicidad?

      La ciencia ha demostrado que la salud no da la felicidad. En personas que han tenido accidentes de tráfico  graves comprobamos que los estados de ánimo vuelven a niveles similares a los que la persona tenía antes del accidente. Los datos de prevalencia de trastornos mentales, aunque algunos han crecido en los últimos años, son estables en el tiempo, lo que significa, probablemente, que se ha incrementado el número de diagnósticos pero no el de enfermos reales.  Es cierto que la mayoría de estos trastornos aparecen ante un acontecimiento doloroso, estresante o ante la pérdida de un ser querido o una noticia devastadora,  pero también es cierto que los buenos porcentajes de eficacia de las psicoterapias, sean psicoanalistas, conductistas o cognitivas, indican que las personas somos resistentes. Esto indica que en  los estados de ánimo, una de las partes de nuestro “yo mismo” (self en inglés) es difícil identificar la causa que los provoca.

        Con respecto al dinero se ha discutido que existe un mínimo que, una vez superado, no afecta a nuestros niveles de felicidad. De hecho, muchas personas creen que si les toca la lotería serán más felices y sus vidas cambiarían. Pero no es así. Pasado un tiempo después del premio, las personas agraciadas vuelven a estados anteriores. Sienten una gran alegría pero después retroceden en cuanto a su estado de ánimo. De ellos, aprendemos que las creencias pueden ser falsas y que las emociones, a diferencia de los estados de ánimo, sí tienen un origen identificable.

        Con respecto al amor, necesitamos algo más de luz. Sabemos que somos animales sociales, que tenemos necesidades de filiación, de unirnos con otras personas. Algunas de esas uniones se convierten en pasionales, otras en suplicios. Sabemos que una relación de pareja te puede llevar a las más altas cimas de felicidad pero también hundirte en el fango del sufrimiento. La psicología evolucionista ha demostrado que los motivos por los que elegimos pareja son inconscientes, aunque nosotros los racionalizamos y los justificamos. Pero la experiencia de  estar enamorado es única, elevadora, y da sentido a la vida.  La conclusión que podemos sacar es que existen motivaciones más allá de las que declaramos conscientemente y que la experiencia de algo, como levantarte pensando en otra persona y sólo pensar en estar con ella,   es otra parte de nosotros mismos.

        Las tres cosas de la vida de la canción nos muestran tres partes del “self”, del yo. Por un lado, la parte cognitiva, que incluye nuestros pensamientos, nuestras creencias. Una segunda parte es el aspecto afectivo, y dentro de él, podemos diferenciar entre emociones y estados de ánimo. El tercer aspecto es la experiencia que tenemos en cada momento. Y cada uno de los tres aspectos contiene elementos conscientes e inconscientes.

        Para Sócrates, conocerse a sí mismo implica estudiar y examinar la propia vida. En el discurso de su defensa ante el tribunal que lo iba a condenar a muerte,  dejó claro que examinaba a los demás en busca del conocimiento. Para él, conocer implica verdad, creencia y una justificación, un soporte, algún tipo de evidencia.  En el mismo diálogo platónico, encontramos un ejemplo del método socrático, de extraer del interior de la persona las respuestas. Sin influir. Sólo con las preguntas adecuadas. Y esa es la aportación más importante de la historia de Sócrates: para conocernos, la mejor manera es interactuado con los demás, conversando, estando atento a las preguntas que nos descubran cómo somos realmente.

      La terapia y el coaching son dos procedimientos de autoconocimiento. Analizaremos durante las próximas semanas otras formas de conocerse a sí mismo, porque somos sabios, pero nos olvidamos. Y porque conocernos nos hace tomar mejores decisiones y elevar la calidad de nuestra vida. 

jueves, 7 de marzo de 2013

AL RESPIRAR.


        En los años 60, el Daniel T. Suzuki realizó una gira por EE.UU presentado el Budismo Zen para Occidentales. Encontró como compañero de viaje a Erich Fromm, un psicoanalista alemán, que había alcanzado la fama gracias a obras como “El miedo a la libertad” o “El arte de amar”. Ambos publicaron juntos el libro “Psicoanálisis y budismo zen”. Anteriormente a ellos, Eugen Herrigel publica “Zen en el arte del tiro con arco”. Daniel Goleman, uno de los psicólogos más conocidos del mundo, publicó un libro sobre meditaciones y suele colaborar con el Dalai Lama. Recientemente Tich Nhat Hanh, monje budista vietnamita, ha publicado en más de 30 idiomas sus libros y ha dado fama al término “Mindfulness” y, gracias a Jon Kabat Zinn y a otros autores como Siegel y Tesdale, que han desarrollado la Mindfulness Based Stres Reduction y la Mindfulness Based Cognitive Therapy. Cada vez aparecen más publicaciones sobre la meditación, especialmente la Vipassana (una escuela budista), tanto en libros como en revistas especializadas. ¿Por qué nos atrae tanto la meditación?

        Para empezar, la práctica de la meditación  cambia la estructura y el funcionamiento de nuestro cerebro. Se ha estudiado a monjes con experiencia mediante técnicas de resonancia magnética, y se ha descubierto que es mayor la activación de áreas diferenciadas del cerebro, es menor la reactividad emocional del cerebro antes estímulos ambientales e internos y se utilizan menos recursos en la realización de tareas. La meditación mejora el sistema límbico y la presencia de glóbulos rojos en sangre.

          Psicológicamente, la meditación ha demostrado mejorar los procesos de memoria, así como de toma de decisiones, como de razonamiento inductivo. De hecho, María Konnikova intenta hacernos creer que, en los momentos en los que Sherlock Holmes se quedaba delante de la ventada, ido, inerte y de repente lograba resolver un caso, en esos momentos, estaba meditando (del libro “Mastermind, how to think like Sherlock Holmes”). Sabemos que es una suposición, pero también sabemos que el mindfulness permite separarnos de las cosas y contemplarlas desde fuera, lo que da lugar a nuevos puntos de vista y, por tanto, a un aumento de la creatividad y a la mejora de los procesos de solución de problemas.

         En la meditación se dan diferentes procesos psicológicos, como la exposición a estímulos aversivos, lo que reduce las respuestas de ansiedad. Se entrena la atención sobre el propio  cuerpo, las emociones o los pensamientos, con lo que se aprende a controlar los procesos emocionales desde su inicio. Esto permite reducir las reacciones que tenemos ante las cosas que nos suceden en la vida. Se deja en suspenso el pensamiento, con lo que se reducen las rumiaciones, el darle vueltas a todo. Y aunque no es un objetivo del entrenamiento en meditación, ésta relaja. Por todo ello, se ha mostrado como una herramienta única en la reducción de estrés y en el aumento de la satisfacción vital percibida.

        También queremos resaltar que es una herramienta de autoconocimiento. Las personas con más estabilidad mental son aquellas que sus narrativas personales, conscientes, sobre sí mismos, coinciden con sus metas, deseos y emociones inconscientes. La meditación reduce esa distancia, y nos facilita el conocernos así como reestructurar nuestras narrativas personales. También ayuda  a la comprensión de las predicciones emocionales que hacemos. Es decir, cuando tomamos una decisión sobre el futuro, influye nuestro estado actual. Nuestra mente se deja llevar por si somos felices ahora o por si estamos tristes, y proyectamos ese estado. Con la meditación, esa influencia desaparece. Por último, la atención plena limita la ilusión de foco, que es centrarnos en las circunstancias que nos rodean y no en la propia vida, que es uno de los mayores motivos de insatisfacción. En esta crisis que estamos viviendo, la ilusión de foco se encarna en las noticias, en las situaciones personales que conocemos y en olvidarnos de hacer lo que tenemos que hacer.

          Dados los beneficios del Mindfulness, Prossem quiere enseñarlo. Para ello, hemos puesto en marcha el taller “Inteligencia Emocional Plena” - en régimen de fin de semana – y el programa del mismo nombre, en 10 sesiones. También presentaremos, en breve, un programa de reducción de estrés. Todos ellos basados en la experiencia, en la práctica y en una sólida formación.

           Y la meditación empieza por la respiración, por la consciencia de respirar. Al respirar, conectamos con el momento presente, nos vinculamos a la vida. Al respirar, somos más nosotros. ¿Respiramos?