jueves, 27 de diciembre de 2012

ECONOMÍA CONDUCTUAL


        Hace ya varias semanas que no hablamos de la crisis financiera y en unas fechas como estas, celebrando la Navidad, no vamos a amargar con malas noticias. Por el contrario, vamos a fijarnos en los aspectos positivos.

      El primero de ellos es que España, como demuestra Kike Vázquez en El Confidencial del 24/12/2012 es solvente, y que el problema que tiene es de liquidez. Lo curioso es que a las personas de calle les sucede lo mismo que al Estado. Son solventes. Una gran mayoría son capaces de generar recursos suficientes para devolver las deudas o están respaldadas por propiedades, negocios… Si no logramos generar esos recursos, la buena noticia es que sabemos que tenemos que cambiar nuestro modelo de negocio, ya sea empresarial o personal (en Prossem siempre hemos defendido que las personas debemos gestionarnos como si fuésemos empresas) y cambiar. La disposición a cambiar y actuar (a hacer cosas diferentes  para obtener resultados distintos), es una fuerza poco valorada por los analistas.

        Una segunda noticia es que los economistas empiezan a darse cuenta que la política de ajustes y austeridad no va a darnos grandes resultados.  Desde Adam Smith hasta la actualidad, pasando por Samuelson, Keynes, Phelps, la curva de Beveridge o los modelos estocásticos, ninguno ha estudiado el desempleo. Los modelos clásicos y neoclásicos, la escuela de Austria, tan defendida por algunos gestores de hedge funds, son mentira. Por ejemplo, no existe correlación estadística entre prestaciones por desempleo y tasa de paro de un país. E intentan que nos  creamos lo contrario. La buena noticia es que la economía tradicional no explica nada la crisis actual y no nos queda más remedio que buscar explicaciones alternativas. Y la segunda gran noticia es que cada vez son más las personas que aportan ideas y reclaman derechos, pero conscientes de sus obligaciones. Son pequeños pasitos para que cada uno tome la iniciativa sobre su vida y busque formación, cimientos para un análisis sereno de la realidad que nos ha tocado vivir, y, también serenamente, tomar las decisiones oportunas.

        Asistimos también al nacimiento de una ciencia prometedora, como es la Economía Conductual. Se basa en experimentos, no en modelos matemáticos. La mayor parte de las teorías económicas se basan en el principio de equilibrio y en la racionalidad humana. Y no tienen en cuenta el comportamiento real de las personas. No somos tan racionales, sino que estamos influidos por el ambiente en el que vivimos, por los demás, por nuestras motivaciones y nuestros deseos, o por creencias. La Economía Conductual toma una teoría económica, deriva qué comportamientos serían racionales en ese caso y los pone a prueba.  Y generalmente demuestra que actuamos de una manera muy, pero que muy diferente a cómo la economía tradicional nos dice. Lo bueno, es que la Economía Conductual pone el foco en las personas, en lo que realmente hacen, sienten y piensan. Esta manera de estudiar nuestra relación con el dinero aporta datos sobre cómo nos manipulan para que incrementos nuestros niveles de consumo, como nos hacen creer que hemos tomado una decisión racional cuando no es así, nos alerta de nuestros “fallos” de diseño – como no ir a comprar al supermercado antes del almuerzo o llenaremos nuestro carro de cosas que no necesitamos – y avisa de la manera en que nuestra mente nos pasa malas jugadas – como cuando estamos estresados que nuestro nivel de “defensa” baja, nuestros criterios de qué es aceptable o no se modifican. Por eso, algunas tiendas ponen música moderna a un volumen muy elevado. Como toda nueva ciencia, sus resultados aún son pocos, pero bien fundamentados. De hecho, uno ya cuenta con un premio Nobel, Daniel Kahneman, y su teoría de toma de decisiones. Poco a poco, se va teniendo un conjunto de conocimientos fiables y válidos que permitirán, en un tiempo no muy lejano, modificar los comportamientos económicos y financieros tanto de nosotros mismos, nuestras familias y grupos de referencia, como de políticas macroeconómicas y de gestión de recursos comunes. 

        El empuje individual, el mayor número de personas comprometidas con el cambio y el nacimiento de nuevos modos de pensar son buenas nuevas que generan un futuro ilusionante en el que el centro de todo sea el ser humano, las personas. Nosotros queremos seguir contándolo en estas líneas.

jueves, 20 de diciembre de 2012

LAS CONSECUENCIAS.


            Hemos dedicado dos semanas a autoconocernos, a cómo mejorar las historias que nos contamos a nosotros mismos. Y podemos llegar a preguntarnos, ¿tan importante es? Conocer cómo funciona nuestra mente nos permite prevenir errores, a veces, graves.

            Permitidnos contaros un caso, que hemos enlazado en nuestro boletín de noticias que enviamos cada quincena. En 1982, el vuelo 90 de Air Florida se estrelló contra un puente sobre el río Potomac. Fallecieron 74 personas y sobrevivieron 5. ¿Qué tiene que ver este horrible hecho con la psicología, con conocerse a sí mismo? El biólogo Robert Trivers analizó las conversaciones de la caja negra desde la perspectiva del autoengaño. Resulta que hacía demasiado frío y el avión, sus motores, estaban congelados. Se siguió un protocolo de deshielo, que no fue suficiente, dado que la nave tuvo problemas para salir a pista. Los pilotos decidieron maniobrar cerca de un DC9 – otro avión – con la ilusión que el calor de sus motores desharía el hielo de los del boeing del vuelo 90. Los gases derritieron la nieve de las alas, pero al alcanzar altura de vuelo, se congelaron. El capitán fue avisado por su segundo, los datos de las pantallas de control no correspondían con la realidad, pero decidieron seguir el vuelo. Al congelamiento de los motores contribuyó el retraso en tierra para despegar. El coste de una creencia irracional, de la inexperiencia de vuelo en las condiciones meteorológicas y de no escuchar a la tripulación fue demasiado alto. Dado que un autoengaño es una idea errónea de la realidad, una realidad de ficción, tiene altos costes sociales. Además del vuelo 90, el proceso mental ocurrió con el Challenger, ocurre en Guerras, como está ocurriendo en Siria, el mantenimiento de regímenes políticos no democráticos o la captación de personas en grandes sectas.

         Sin embargo en nuestra vida diaria tampoco podemos escapar del autoengaño. Algunas personas se encierran en una relación sentimental sabiendo que son maltratadas o que esta relación no les lleva a realizarse. Por un lado declaramos unos deseos y unos intereses, pero luego nuestro comportamiento va por otro lado. Y es que desgraciadamente, nuestra voluntad es más inconsciente de lo que nos gustaría creer. Nos enamoramos de nuestras ideas y aunque los hechos se empeñen en demostrar lo contrario, los doblamos para que coincidan con nuestro pensamiento. Y nuestro pensamiento es a posteriori. Cuando somos conscientes de lo que pensamos,  nuestro cerebro ha realizado miles de tareas, ha tomado miles de decisiones.

            Estamos convencidos, pero equivocados. Percibimos los sucesos aleatorios como si fueran causa- efecto (lo que da pie a teorías conspirativas como las del 11-M),  interpretamos mal los datos incompletos o damos valor a los que no son representativos. Por ejemplo, el precio de los pisos en la burbuja. Todo el mundo compraba barato y vendía caro y, en realidad, no había estudios sistemáticos sobre la evolución de precios. Nos basábamos en las opiniones de los que conocíamos. Como daba igual porque se vendía todo tarde o temprano, nadie se paró a analizar el fenómeno de los precios en España. Lo hemos hecho después, en medio de la crisis. Y nos ha salido caro. Demasiado. Los datos ambiguos o inconsistentes los doblamos para que confirmen lo que queremos. Otro ejemplo. ¿Les suenan los brotes verdes o “a finales del año que viene empezaremos a recuperarnos?

            Vemos lo que queremos ver, nos creemos lo que nos dicen o nos cuentan mucho más que analizar los datos y ajustamos nuestros comportamientos a lo que los demás esperan. En España existe una cadena de supermercados, que no gasta mucho dinero en publicidad, en televisión, que ha crecido a una velocidad impresionante. Parece un banco, tienen una sucursal en cada barrio. Su comunicación constante ha sido el buen trato a los empleados, precios bajos, inversión dentro del propio país… y ese discurso, esa historia, ha sido eficaz. Hoy día, todos compramos en esa cadena, al menos en las grandes ciudades. Sólo le ha hecho falta contarnos un par de buenas historias.

            Esta semana proponemos un ejercicio. ¿Cuál ha sido la última vez que he intentado justificar mi punto de vista en una discusión? ¿En qué datos me baso para juzgar algo o a alguien? y sobre todo ¿qué es lo que deseo? ¿Cuáles son mis intereses? ¿Está la balanza entre deseos y obligaciones equilibrada en mi vida?

            Por último, desearles a todos que pasen unas Felices Fiestas.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

CÓMO CONOCERNOS

            La semana pasa hablábamos de la dificultad de conocernos a nosotros mismos. Por suerte, no es una tarea imposible y podemos  utilizar estrategias que nos permiten contarnos a nosotros mismos historias de nuestra vida que resultan eficaces para resolver problemas. Veamos algunas recomendaciones.

Conoce tus verdaderos deseos. Nuestros deseos influyen en nuestro comportamiento. El problema es qué deseos, intenciones, apetencias… son inconscientes. Clarificarlos nos ayuda, por ejemplo, a evitar problemas. Pongamos un supuesto: los conflictos de interés. Un empleado de Banca que, para cumplir su objetivo anual y cobrar un bonus por ello, tiene que colocar un plan de pensiones y se lo vende a una persona de 60 años. Dentro de los deseos podemos incluir el miedo. Ese mismo empleado de banca que colocó participaciones preferentes a personas sin formación porque, de no hacerlo, le pueden despedir. O estar más tiempo en el puesto de trabajo para evitar la “charla” de un superior. Detrás de muchas emociones negativas, como el miedo, o la evitación del dolor, está un deseo encubierto. Descubrir qué es lo que nos mueve (emoción, del latín emovere, moverse hacia), es el primer paso para conocernos y actuar buscando resultados.

No tomes decisiones cuando estés cansado. Cuando estamos cansados o estresados tenemos todas las papeletas para equivocarnos. Un experimento sobre carga cognitiva demostró que caemos más fácilmente en la tentación en estos casos. Se trataba de recordar una serie de números (de dos dígitos o siete) que veías en una sala y después tenías que ir hasta otra a repetirlos. En medio del camino, te ofrecían una fruta saludable o pasteles de chocolate. Las personas que tenían que recordar el número con más dígitos eligieron el pastel y lo empezaron a comer en el momento. Lo mismo sucede con consumos tales como “ir de compras”. El objetivo de la música alta, ropa descolocada o una dependienta pegada a ti sin decirte una palabra, es generar estrés. Igual te vas agobiado… pero la mayoría de las personas acaban comprando, y eso es lo que cuenta para la tienda.

Cambiar una creencia no implica cambiar el comportamiento. Pregúntale a un fumador si cree que el tabaco le beneficia. Salvo que sea una persona con sus capacidades mentales limitadas, te dirá que no y no dejará de fumar. Las creencias influyen en nuestras actitudes, y nuestras actitudes en nuestras intenciones, pero no en nuestra conducta directamente. Por tanto, intenta modificar tus comportamientos, no tus creencias. Busca rutinas, hábitos saludables. El cambio en la manera de pensar ya llegará.

Planificar está bien, pero mantén planes de contingencia. Es importante saber a dónde vamos, qué queremos lograr, tener un foco en la vida y comprometerse con ello. Pero también es necesario conocer las reglas si/entonces. Tener presente el  “Si pasa esto, entonces ocurrirá aquello” te ayudará en tus decisiones importantes.

Mide tu comportamiento. Es, sin duda, la mejor manera de conocernos. Toma lápiz y papel y mide tu forma de actuar. Si te enfadas demasiado, mide cuándo, dónde, cómo, con quién te enfadas. Escribe qué haces específicamente en ese estado y apunta todas las consecuencias de ese comportamiento. O si estás triste,  qué es lo que te hacer sentir así. O cuando tienes la sensación de hacer una cosa y no lograr los resultados deseados. O cuando le das vueltas y vueltas a la cabeza. Escribe tu vida, detállala, específica hasta la mínima expresión… y revísalo a menudo. 

Sé consciente de tus estados de ánimo. Los estados de ánimo tiñen de su color nuestra manera de ver las cosas y de interpretarlas. Si estamos tristes, deprimidos, veremos las cosas negras, grises… si estamos enamorados, de colores vivos y brillantes y si estamos enfadados… bueno, no sabemos qué color tiene el enfado, pero sí que si predices tu futuro emocional cuando estás enfadado, te vas a equivocar. Los estados emocionales no duran mucho. No deben. Si lo hacen… busca un psicólogo.

Aprende cómo funcionan los errores mentales. El pensamiento crítico es la mejor defensa contra los engaños y la deshonestidad. Saber cómo funciona nuestra mente, cómo produce errores de pensamiento, reconocerlos y desactivarlos, te ahorrará muchos disgustos y discusiones.

Disfruta del estado presente, aquí y ahora. Lo más importante en la vida eres tú en este momento. Centra tu atención en el momento presente, en el aquí y en el ahora. Practica meditación. En torno a un mes de práctica, verás como te aceptas y cómo te reconoces.

            No sabemos cuánto vamos a vivir cada uno de nosotros. Pero la vida merece la pena cuando le ponemos salsa, pasión, compromiso. ¿A qué esperas para empezar? Conoce, conócete. 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

AUTOENGAÑO


            Dan Ariely ha publicado un libro dedicado al estudio del engaño y el autoengaño desde el punto de vista de la Economía Conductual. El libro comienza haciendo una mención al caso Enron. Para recordarlo, Enron era la super empresa, modelo de cómo gestionar, de dónde invertir y sobre todo, modelo de contabilidad… creativa. Los mejores analistas recomendaban invertir en la empresa número uno, con mayor capitalización que Apple o General Motors. Un día, resultó que sólo había pérdidas y deudas y los planes de pensiones de los trabajadores habían quebrado. Ha sido el mayor fraude empresarial de la historia. Y arrastró a su desaparición a la empresa que auditaba las cuentas, Arthur Andersen, una de las cinco grandes ¿Nadie se dio cuenta desde 1996 hasta 2001? ¿Tampoco Citibank o JP Morgan Chase, que quedaron “pillados” con 23 mil millones de dólares?  Sólo un periodista se dio cuenta que algo pasaba. En 2002 todo el mundo sabía que Enron, la mayor empresa energética del mundo, la más innovadora según Financial Times de 1996 a 2000, caería.

            El oráculo de Delfos decía: “conócete a ti mismo”. Y va a ser que no. Que no es tan fácil. La neurología nos confirma que la variabilidad interna del cerebro es mayor que la variabilidad entre dos cerebros distintos.  

          No somos conscientes de nuestros procesos mentales. Daniel Kahneman distingue entre el sistema 1, racional, lento, que ocupa recursos, y el sistema 2, automático, rápido y eficaz. Pero, a veces, este sistema 2 comete errores de bulto. En estas líneas hemos comentado los sesgos mentales. 

         El autoengaño se ha estudiado en biología y psicología evolucionista. Robert Trivers aplica su teoría para explicar, en un accidente aéreo, la ceguera de los pilotos en la toma de decisiones.  Steven Pinker dedica un apartado entero en “Cómo funciona la mente”. Daniel Gilbert, en “Tropezarse con la felicidad”, nos cuenta como la racionalización es el mecanismo ideal para autoengañarnos. Siempre buscamos explicaciones a nuestro comportamiento, al de los demás… La filosofía, el psicoanálisis, la psicología cognitiva… todos tienen una teoría sobre el autoconocimiento. De hecho, existen trabajos brillantes como “Strangers to ourselves” de Timothy Wilson (2002), “The  new unconscious” editado por Ran Hassin, James Uleman y Jonh  Bargh (2005) y “The Illusion of conscious will” de Daniel Wegner (2002). Todos estos trabajos coinciden en resaltar que el inconsciente es importante, lo más importante, de nuestra vida mental, pero no es tan listo como Freud pensaba: es irracional, está profundamente influido por los objetivos evolutivos (supervivencia y reproducción), determina nuestro comportamiento más de lo que quisiéramos reconocer y sobre todo, es muy difícil de conocer.

       ¿Cómo nos conocemos? Nos contamos historias. Las personas hablamos de nosotros mismos, construimos una narración acerca de nuestro pasado, presente y futuro. La función principal de estas historias es generar una imagen de sí mismo coherente y estable en el tiempo, pero no tienen por qué coincidir con la realidad. De hecho, hagan la prueba. Graben una conversación e intenten recordar quién dijo qué, pasada una semana. Verán que los recuerdos no son tan exactos como pensamos. Y para autoconocernos, también nos contamos la historia de nuestra vida a nosotros mismos.  Una buena terapia consiste, muchas veces, en lograr mejores narraciones para afrontar los problemas personales.

            La base de la pobreza en el autoconocimiento es que los juicios, los intereses, los motivos  y los sentimientos ocurren fuera de nuestra mente consciente. Cuando los hacemos conscientes, los estamos modificando, evaluando y los adaptamos a nuestros valores declarados.   

            Y ¿Cómo nos afecta a nuestra vida diaria? Un ejemplo. JFK ganó las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos después de un debate televisivo. Su presencia física, su tono de voz, y su saber estar hicieron que muchas personas le votasen.

           Un efecto del autoengaño al servicio del engaño es el uso de maquillajes y cremas. Su función es resaltar la belleza, generando la percepción de un mayor grosor de los labios o los ojos más grandes (elementos vinculados a percibir a una mujer como más joven, y por tanto más atractiva). Pues bien,  pocas veces nos dicen que se maquillan para tal fin, sino que lo hacen para “sentirse bien”. Una consecuencia de esto es que el 45% de los anuncios de televisión van dirigidos al consumo de cremas hidratantes, anti envejecimiento, brillo de labios, alargadores de pestañas…

           Hay casos más complicados de ver: una discusión de pareja porque tu dijiste o yo dije y que recordamos perfectamente, un divorcio porque la persona con la que estoy no es lo que esperaba cuando éramos novios, trabajar horas extra para sentirnos imprescindibles o creer que un maltratador va a cambiar por sí solo. 

            Esperamos que las líneas de hoy ayuden a abrir una reflexión personal, a pensar si la última vez que discutí con un cliente, un jefe, mi pareja, solucioné un problema, o tan solo estaba obcecado con la ilusión del autoconocimiento. Si lo logramos, estaremos en el buen camino de crear narrativas personales eficaces que mejoren nuestras vidas. Para las otras, ya están las malas noticias cada mañana.