Esta es nuestra sexta semana de
reflexión sobre el conocimiento de uno mismo. Hemos tomado notas de Sócrates,
hemos dudado de todo, menos de nuestro pensamiento junto con Descartes, nos
hemos visto como tendencias a actuar de una manera concreta bajo unas circunstancias
específicas como nos indica Ryle. Freud nos ha señalado que nuestros deseos e
intereses son inconscientes y Wilson nos mostró que el inconsciente se dedica a
procurarnos salud y adaptación al medio en que vivimos. ¿Qué más podemos
aprender?
El self, el sí mismo, necesita un cerebro. Vive un cerebro. Somos lo
que nuestro cerebro hace. Un poco de historia. Verano de 1848. Vermont, Nueva
Inglaterra. El joven de 25 años Phineas Gage se dispone a preparar una
detonación en la construcción de la línea de ferrocarril. Sus jefes dicen de él
que es “el hombre más eficiente y capaz” a su servicio. Pero en una
distracción, una carga de pólvora le explota en la cara, y la barra de hierro
que utilizaba para prender las mechas le traspasa la mejilla izquierda y sale
por la parte superior de la cabeza. Gage, sin embargo, no muere. Todo lo
contrario, con el paso de los días, recuperó su fuerza, no tenia paralizada
ninguna parte del cuerpo, ni le afectó a los sentidos o al habla. Pero Gage ya
no era él mimo. Harlow, un médico que lo atendía, dijo que el balance entre su
facultad intelectual y sus propensiones animales se había destruido. Gage
perdió la capacidad para practicar las normas sociales y éticas previamente
adquiridas.
El relato de la historia de
Phineas Gage lo encontramos en El error de Descartes, una de las obras del
Neurólogo Antonio Damasio. Su última obra traducida al español, “Y el cerebro creó al hombre”, incluye un
capítulo entero al sí mismo autobiográfico. De Damasio, queremos resaltar una
idea fundamental: las operaciones de la mente, por muy refinadas que nos
parezcan, no están separadas de la estructura y funcionamiento del organismo
biológico. Si el cuerpo falla, la mente falla. De hecho, una de las ideas de
Damasio es la hipótesis del marcador somático. En todo proceso de decisión, hay
una marca, una imagen, relacionada con el cuerpo, que nos indica el resultado
negativo de una acción determinada. Las emociones nos ayudan, para bien o para
mal, a tomar decisiones.
Damasio no es el único autor que
nos ha descrito casos clínicos como el de Gage, y ha buscado la explicación en
el cerebro. Otro autor, el neurólogo Oliver Sacks, nos ha regalado obras llenas
de descripciones de casos. Los fallos en el cerebro, sean por exceso o por defecto,
producen comportamientos extraños, como el síndrome de la Tourrete , ser incapaz de
percibir el mundo correctamente, tener una memoria privilegiada pero no poder
mantener una conversación con otra persona… Sacks pone un ejemplo de cómo nos
la juega nuestro cerebro. Existe un tipo de migraña que él llama situacional, y
se activa ante situaciones que mueven, despiertan o molestan al organismo.
Estas situaciones pueden ser la luz y el ruido, los olores, el tiempo
atmosférico, el ejercicio físico, el dolor, y sobre todo, las emociones
violentas que “superan a todas las otras circunstancias agudas de en su
capacidad de provocar reacciones de migraña”.
Hasta ahora, en realidad,
habíamos tratado poco las emociones. Incluso aunque hemos tratado con Freud,
éste hablaba de motivaciones, de deseos, de causas del comportamiento, pero no
de emociones, no de estados de ánimo diarios.
La neurología nos enseña que una
parte importante de nuestro self es
nuestro organismo. No es extraño que en algunos casos de patologías aparezcan
problemas de autoestima, de autoconcepto, en los que uno se habla a sí mismo
mediante críticas y ataques irracionales, poniéndose límites y maneras de
pensar poco eficaces y con su cuerpo, con su organismo, como objetivo de las
críticas y de cuidados insuficientes. Conocerse a sí mismo es conocer el propio
cuerpo.
Ya vamos terminando con las
reflexiones acerca del sí mismo. Nos quedan dos pequeños conceptos por mirar,
el autoengaño, del que ya hemos hablado en este blog, y una pregunta
fundamental. Si existe el self,
¿existe el No–Self? Las tradiciones
budistas piensan que sí… pero ya lo veremos.
El ejercicio de la semana:
Busca esta semana cualquier tipo de ilusión óptica. Y trata de buscar información sobre ella, por qué se produce, qué fundamentos tiene... Después, cuando creas que la has comprendido, descansa unos minutos. Pasados esos minutos, vuelve sobre la ilución óptica. ¿Qué sucede? ¿La sigues viendo? ¿Sigue tu cerebro interpretando la información de manera incorrecta? Had la prueba con cuantas ilusiones conozcas o encuentres. Siempre "sufrirás" la ilusión. Esa es la importancia del cerebro.
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