¿Qué es conocerse a sí mismo?
¿Cómo nos cocemos? ¿De qué métodos nos servirnos para saber de nosotros?, las
fuentes de autoconocimiento, ¿son las adecuadas? ¿Es realmente bueno “conocerse
a sí mismo”? Estas son algunas de las preguntas que estamos tratando de
responder a lo largo de las últimas semanas, bebiendo de la filosofía y de la
psicología.
Ryle, nuestro último invitado,
decía que el conocimiento que tenemos de nosotros mismos es superior al que
tenemos del de los demás, por el hecho que podemos acceder a nuestros
pensamientos, a nuestras disposiciones, pero no a la mente de los demás. Y
suponer la existencia de la mente, como algo real, independiente del conjunto
de sus funciones, es un error de categoría.
Seguramente Sigmund Freud no
estaría de acuerdo con Ryle. Freud le diría: “ok, tú tienes acceso a tus propios pensamientos, pero existen
fenómenos que no puedes explicar, como los actos fallidos o los sueños. Ambos
nos dan información de algo que no hemos tenido en cuenta: existen
disposiciones, deseos, pensamientos, emociones, esperanzas, odios, amores… que
son inconscientes”.
En su libro “Introducción al Psicoanálisis”, Freud nos ofrece una serie de
evidencias subjetivas a su teoría del inconsciente. Una de ellas son los lapsus linguae. O los olvidos de
objetos. Él redacta varios ejemplos como un político que declara cerrada una
sesión justo cuando acaba de empezar o un señor que no encuentra un libro que
le ha regalado su esposa cuando estaba disgustado con ella y, solucionado el
problema, lo encuentra. Para Freud, ambas cosas, los olvidos y los lapsus, son
mensajes de la verdadera intención de nuestro organismo, de nuestro
inconsciente.
Otra puerta al inconsciente son
los sueños. Para Freud, gran parte de lo que hacemos se debe a deseos ocultos.
Y “el camino real al inconsciente”,
uno de los mejores métodos para conocer nuestros deseos ocultos, es el trabajo
con los sueños. En ellos, hay un contenido superficial y otro, el más profundo,
latente, que es el verdadero significado del sueño. Las cosas que vemos en los
sueños son símbolos, representan deseos. Entonces, con los sueños debemos, por
un lado, trabajarlo, obtener el contenido latente, y por otro, interpretarlo,
saber qué deseo quiere cumplir ese sueño.
Freud fue un escritor muy
prolífico. Publicó muchos ensayos. A los actos fallidos les dedicó uno de ellos
y tres sesiones en las conferencias que componen la introducción al psicoanálisis.
Para la interpretación de los sueños dedicó una obra extensísima y la segunda parte
de la introducción. Siempre, constantemente, escribe, ejemplifica con casos sus
teorías, trata de demostrar lo que está afirmando.
La obra de Freud ha tenido una
repercusión enorme. El premio Nobel de medicina Erik Kandel dedica un libro a
la influencia del inconsciente y el psicoanálisis en el arte. La obra de
Salvador Dalí es un ejemplo de las distorsiones que los sueños hacen de la
realidad. Ha influido en la literatura, en la cultura y en la filosofía
moderna. En las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado, los autores de la
escuela de Frankfurt quisieron enriquecer sus teorías con las de Freud. El
resultado fue la obra de Erich Fromm, Teodoro Adorno, Herbert Marcuse, Jürgen
Habermas… y su influencia en la revolución de Mayo del 68.
No podemos negar que existen
deseos inconscientes. El propio Freud, viendo la grandeza de su descubrimiento,
afirmaba que se han dado tres grandes revoluciones: la de Copérnico, que
demostró que no somos el centro del sistema solar y, por tanto, del universo;
la de Darwin, que muestra que no somos criaturas divinas, sino que somos unos
primates más y estamos aquí por casualidad, y la de él mismo, que enseñaba que
no somos racionales.
Aceptamos que existe el
inconsciente, pero ¿podemos conocerlo? ¿Podemos saber cuáles son nuestras
tendencias ocultas? Freud pensaba que sí. Con esfuerzo y estando abierto a las
interpretaciones del analista. De hecho, la sanación consiste en hacer
consciente lo que está inconsciente. Podemos aprender psicoanálisis,
aplicándolo a nosotros mismos o acudiendo a un analista experimentado.
A Freud le han criticado. Y
mucho. Desde el propio Psicoanálisis, afirmando que algunas de sus intuiciones
no eran correctas y que había dejado de lado la influencia de lo social (que no
solo es sublimar deseos). Y desde la psicología científica, por no aportar
evidencias experimentales a sus conclusiones o intentar explicar demasiadas
cosas con pocos conceptos.
Sin embargo Freud nos ha dejado
la existencia del inconsciente. Hoy dudamos de nuestra capacidad para
conocernos a nosotros mismos y a los demás. Las esperanzas, los deseos, las
ilusiones y las frustraciones más profundas, son inconscientes e influyen en
nuestro comportamiento y qué hacer diario.
Freud nos dejó,
inconscientemente, también la receta
para la salud: Trabajo y Amor.
Ejercicio de la semana:
Trata de recordar alguna ocasión en la que no has querido hacer algo, porque no te apetecía, no querías, pensabas en otra cosa. Y por no ofender, o tener un encontronazo con tu pareja, compañero o jefe, has utilizado cualquier excusa. Intenta hacer una descripción de lo que sucede en tu mente, de cómo algunos detalles se olvidan, otros se resaltan. O trata de recordar ese regalo que te hicieron y que no te gustó. Qué pensaste y cómo actuaste de cara a quien lo hizo. En ambos casos verás cómo actúa la sublimación, y cómo, con el tiempo, puede haber consecuencias extrañas como un lapsus.
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