jueves, 4 de abril de 2013

INCONSCIENTES.


        ¿Qué es conocerse a sí mismo? ¿Cómo nos cocemos? ¿De qué métodos nos servirnos para saber de nosotros?, las fuentes de autoconocimiento, ¿son las adecuadas? ¿Es realmente bueno “conocerse a sí mismo”? Estas son algunas de las preguntas que estamos tratando de responder a lo largo de las últimas semanas, bebiendo de la filosofía y de la psicología.

        Ryle, nuestro último invitado, decía que el conocimiento que tenemos de nosotros mismos es superior al que tenemos del de los demás, por el hecho que podemos acceder a nuestros pensamientos, a nuestras disposiciones, pero no a la mente de los demás. Y suponer la existencia de la mente, como algo real, independiente del conjunto de sus funciones, es un error de categoría.

        Seguramente Sigmund Freud no estaría de acuerdo con Ryle. Freud le diría: “ok, tú tienes acceso a tus propios pensamientos, pero existen fenómenos que no puedes explicar, como los actos fallidos o los sueños. Ambos nos dan información de algo que no hemos tenido en cuenta: existen disposiciones, deseos, pensamientos, emociones, esperanzas, odios, amores… que son inconscientes”.

        En su libro “Introducción al Psicoanálisis”, Freud nos ofrece una serie de evidencias subjetivas a su teoría del inconsciente. Una de ellas son los lapsus linguae. O los olvidos de objetos. Él redacta varios ejemplos como un político que declara cerrada una sesión justo cuando acaba de empezar o un señor que no encuentra un libro que le ha regalado su esposa cuando estaba disgustado con ella y, solucionado el problema, lo encuentra. Para Freud, ambas cosas, los olvidos y los lapsus, son mensajes de la verdadera intención de nuestro organismo, de nuestro inconsciente.

         Otra puerta al inconsciente son los sueños. Para Freud, gran parte de lo que hacemos se debe a deseos ocultos. Y “el camino real al inconsciente”, uno de los mejores métodos para conocer nuestros deseos ocultos, es el trabajo con los sueños. En ellos, hay un contenido superficial y otro, el más profundo, latente, que es el verdadero significado del sueño. Las cosas que vemos en los sueños son símbolos, representan deseos. Entonces, con los sueños debemos, por un lado, trabajarlo, obtener el contenido latente, y por otro, interpretarlo, saber qué deseo quiere cumplir ese sueño.

        Freud fue un escritor muy prolífico. Publicó muchos ensayos. A los actos fallidos les dedicó uno de ellos y tres sesiones en las conferencias que componen la introducción al psicoanálisis. Para la interpretación de los sueños dedicó una obra extensísima y la segunda parte de la introducción. Siempre, constantemente, escribe, ejemplifica con casos sus teorías, trata de demostrar lo que está afirmando.

         La obra de Freud ha tenido una repercusión enorme. El premio Nobel de medicina Erik Kandel dedica un libro a la influencia del inconsciente y el psicoanálisis en el arte. La obra de Salvador Dalí es un ejemplo de las distorsiones que los sueños hacen de la realidad. Ha influido en la literatura, en la cultura y en la filosofía moderna. En las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado, los autores de la escuela de Frankfurt quisieron enriquecer sus teorías con las de Freud. El resultado fue la obra de Erich Fromm, Teodoro Adorno, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas… y su influencia en la revolución de Mayo del 68.
No podemos negar que existen deseos inconscientes. El propio Freud, viendo la grandeza de su descubrimiento, afirmaba que se han dado tres grandes revoluciones: la de Copérnico, que demostró que no somos el centro del sistema solar y, por tanto, del universo; la de Darwin, que muestra que no somos criaturas divinas, sino que somos unos primates más y estamos aquí por casualidad, y la de él mismo, que enseñaba que no somos racionales.

        Aceptamos que existe el inconsciente, pero ¿podemos conocerlo? ¿Podemos saber cuáles son nuestras tendencias ocultas? Freud pensaba que sí. Con esfuerzo y estando abierto a las interpretaciones del analista. De hecho, la sanación consiste en hacer consciente lo que está inconsciente. Podemos aprender psicoanálisis, aplicándolo a nosotros mismos o acudiendo a un analista experimentado.

      A Freud le han criticado. Y mucho. Desde el propio Psicoanálisis, afirmando que algunas de sus intuiciones no eran correctas y que había dejado de lado la influencia de lo social (que no solo es sublimar deseos). Y desde la psicología científica, por no aportar evidencias experimentales a sus conclusiones o intentar explicar demasiadas cosas con pocos conceptos.  

      Sin embargo Freud nos ha dejado la existencia del inconsciente. Hoy dudamos de nuestra capacidad para conocernos a nosotros mismos y a los demás. Las esperanzas, los deseos, las ilusiones y las frustraciones más profundas, son inconscientes e influyen en nuestro comportamiento y qué hacer diario.

        Freud nos dejó, inconscientemente,  también la receta para la salud: Trabajo y Amor.

        Ejercicio de la semana:
Trata de recordar alguna ocasión en la que no has querido hacer algo, porque no te apetecía, no querías, pensabas en otra cosa. Y por no ofender, o tener un encontronazo con tu pareja, compañero o jefe, has utilizado cualquier excusa. Intenta hacer una descripción de lo que sucede en tu mente, de cómo algunos detalles se olvidan, otros se resaltan. O trata de recordar ese regalo que te hicieron y que no te gustó.  Qué pensaste y cómo actuaste de cara a quien lo hizo. En ambos casos verás cómo actúa la sublimación, y cómo, con el tiempo, puede haber consecuencias extrañas como un lapsus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario