jueves, 27 de diciembre de 2012

ECONOMÍA CONDUCTUAL


        Hace ya varias semanas que no hablamos de la crisis financiera y en unas fechas como estas, celebrando la Navidad, no vamos a amargar con malas noticias. Por el contrario, vamos a fijarnos en los aspectos positivos.

      El primero de ellos es que España, como demuestra Kike Vázquez en El Confidencial del 24/12/2012 es solvente, y que el problema que tiene es de liquidez. Lo curioso es que a las personas de calle les sucede lo mismo que al Estado. Son solventes. Una gran mayoría son capaces de generar recursos suficientes para devolver las deudas o están respaldadas por propiedades, negocios… Si no logramos generar esos recursos, la buena noticia es que sabemos que tenemos que cambiar nuestro modelo de negocio, ya sea empresarial o personal (en Prossem siempre hemos defendido que las personas debemos gestionarnos como si fuésemos empresas) y cambiar. La disposición a cambiar y actuar (a hacer cosas diferentes  para obtener resultados distintos), es una fuerza poco valorada por los analistas.

        Una segunda noticia es que los economistas empiezan a darse cuenta que la política de ajustes y austeridad no va a darnos grandes resultados.  Desde Adam Smith hasta la actualidad, pasando por Samuelson, Keynes, Phelps, la curva de Beveridge o los modelos estocásticos, ninguno ha estudiado el desempleo. Los modelos clásicos y neoclásicos, la escuela de Austria, tan defendida por algunos gestores de hedge funds, son mentira. Por ejemplo, no existe correlación estadística entre prestaciones por desempleo y tasa de paro de un país. E intentan que nos  creamos lo contrario. La buena noticia es que la economía tradicional no explica nada la crisis actual y no nos queda más remedio que buscar explicaciones alternativas. Y la segunda gran noticia es que cada vez son más las personas que aportan ideas y reclaman derechos, pero conscientes de sus obligaciones. Son pequeños pasitos para que cada uno tome la iniciativa sobre su vida y busque formación, cimientos para un análisis sereno de la realidad que nos ha tocado vivir, y, también serenamente, tomar las decisiones oportunas.

        Asistimos también al nacimiento de una ciencia prometedora, como es la Economía Conductual. Se basa en experimentos, no en modelos matemáticos. La mayor parte de las teorías económicas se basan en el principio de equilibrio y en la racionalidad humana. Y no tienen en cuenta el comportamiento real de las personas. No somos tan racionales, sino que estamos influidos por el ambiente en el que vivimos, por los demás, por nuestras motivaciones y nuestros deseos, o por creencias. La Economía Conductual toma una teoría económica, deriva qué comportamientos serían racionales en ese caso y los pone a prueba.  Y generalmente demuestra que actuamos de una manera muy, pero que muy diferente a cómo la economía tradicional nos dice. Lo bueno, es que la Economía Conductual pone el foco en las personas, en lo que realmente hacen, sienten y piensan. Esta manera de estudiar nuestra relación con el dinero aporta datos sobre cómo nos manipulan para que incrementos nuestros niveles de consumo, como nos hacen creer que hemos tomado una decisión racional cuando no es así, nos alerta de nuestros “fallos” de diseño – como no ir a comprar al supermercado antes del almuerzo o llenaremos nuestro carro de cosas que no necesitamos – y avisa de la manera en que nuestra mente nos pasa malas jugadas – como cuando estamos estresados que nuestro nivel de “defensa” baja, nuestros criterios de qué es aceptable o no se modifican. Por eso, algunas tiendas ponen música moderna a un volumen muy elevado. Como toda nueva ciencia, sus resultados aún son pocos, pero bien fundamentados. De hecho, uno ya cuenta con un premio Nobel, Daniel Kahneman, y su teoría de toma de decisiones. Poco a poco, se va teniendo un conjunto de conocimientos fiables y válidos que permitirán, en un tiempo no muy lejano, modificar los comportamientos económicos y financieros tanto de nosotros mismos, nuestras familias y grupos de referencia, como de políticas macroeconómicas y de gestión de recursos comunes. 

        El empuje individual, el mayor número de personas comprometidas con el cambio y el nacimiento de nuevos modos de pensar son buenas nuevas que generan un futuro ilusionante en el que el centro de todo sea el ser humano, las personas. Nosotros queremos seguir contándolo en estas líneas.

jueves, 20 de diciembre de 2012

LAS CONSECUENCIAS.


            Hemos dedicado dos semanas a autoconocernos, a cómo mejorar las historias que nos contamos a nosotros mismos. Y podemos llegar a preguntarnos, ¿tan importante es? Conocer cómo funciona nuestra mente nos permite prevenir errores, a veces, graves.

            Permitidnos contaros un caso, que hemos enlazado en nuestro boletín de noticias que enviamos cada quincena. En 1982, el vuelo 90 de Air Florida se estrelló contra un puente sobre el río Potomac. Fallecieron 74 personas y sobrevivieron 5. ¿Qué tiene que ver este horrible hecho con la psicología, con conocerse a sí mismo? El biólogo Robert Trivers analizó las conversaciones de la caja negra desde la perspectiva del autoengaño. Resulta que hacía demasiado frío y el avión, sus motores, estaban congelados. Se siguió un protocolo de deshielo, que no fue suficiente, dado que la nave tuvo problemas para salir a pista. Los pilotos decidieron maniobrar cerca de un DC9 – otro avión – con la ilusión que el calor de sus motores desharía el hielo de los del boeing del vuelo 90. Los gases derritieron la nieve de las alas, pero al alcanzar altura de vuelo, se congelaron. El capitán fue avisado por su segundo, los datos de las pantallas de control no correspondían con la realidad, pero decidieron seguir el vuelo. Al congelamiento de los motores contribuyó el retraso en tierra para despegar. El coste de una creencia irracional, de la inexperiencia de vuelo en las condiciones meteorológicas y de no escuchar a la tripulación fue demasiado alto. Dado que un autoengaño es una idea errónea de la realidad, una realidad de ficción, tiene altos costes sociales. Además del vuelo 90, el proceso mental ocurrió con el Challenger, ocurre en Guerras, como está ocurriendo en Siria, el mantenimiento de regímenes políticos no democráticos o la captación de personas en grandes sectas.

         Sin embargo en nuestra vida diaria tampoco podemos escapar del autoengaño. Algunas personas se encierran en una relación sentimental sabiendo que son maltratadas o que esta relación no les lleva a realizarse. Por un lado declaramos unos deseos y unos intereses, pero luego nuestro comportamiento va por otro lado. Y es que desgraciadamente, nuestra voluntad es más inconsciente de lo que nos gustaría creer. Nos enamoramos de nuestras ideas y aunque los hechos se empeñen en demostrar lo contrario, los doblamos para que coincidan con nuestro pensamiento. Y nuestro pensamiento es a posteriori. Cuando somos conscientes de lo que pensamos,  nuestro cerebro ha realizado miles de tareas, ha tomado miles de decisiones.

            Estamos convencidos, pero equivocados. Percibimos los sucesos aleatorios como si fueran causa- efecto (lo que da pie a teorías conspirativas como las del 11-M),  interpretamos mal los datos incompletos o damos valor a los que no son representativos. Por ejemplo, el precio de los pisos en la burbuja. Todo el mundo compraba barato y vendía caro y, en realidad, no había estudios sistemáticos sobre la evolución de precios. Nos basábamos en las opiniones de los que conocíamos. Como daba igual porque se vendía todo tarde o temprano, nadie se paró a analizar el fenómeno de los precios en España. Lo hemos hecho después, en medio de la crisis. Y nos ha salido caro. Demasiado. Los datos ambiguos o inconsistentes los doblamos para que confirmen lo que queremos. Otro ejemplo. ¿Les suenan los brotes verdes o “a finales del año que viene empezaremos a recuperarnos?

            Vemos lo que queremos ver, nos creemos lo que nos dicen o nos cuentan mucho más que analizar los datos y ajustamos nuestros comportamientos a lo que los demás esperan. En España existe una cadena de supermercados, que no gasta mucho dinero en publicidad, en televisión, que ha crecido a una velocidad impresionante. Parece un banco, tienen una sucursal en cada barrio. Su comunicación constante ha sido el buen trato a los empleados, precios bajos, inversión dentro del propio país… y ese discurso, esa historia, ha sido eficaz. Hoy día, todos compramos en esa cadena, al menos en las grandes ciudades. Sólo le ha hecho falta contarnos un par de buenas historias.

            Esta semana proponemos un ejercicio. ¿Cuál ha sido la última vez que he intentado justificar mi punto de vista en una discusión? ¿En qué datos me baso para juzgar algo o a alguien? y sobre todo ¿qué es lo que deseo? ¿Cuáles son mis intereses? ¿Está la balanza entre deseos y obligaciones equilibrada en mi vida?

            Por último, desearles a todos que pasen unas Felices Fiestas.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

CÓMO CONOCERNOS

            La semana pasa hablábamos de la dificultad de conocernos a nosotros mismos. Por suerte, no es una tarea imposible y podemos  utilizar estrategias que nos permiten contarnos a nosotros mismos historias de nuestra vida que resultan eficaces para resolver problemas. Veamos algunas recomendaciones.

Conoce tus verdaderos deseos. Nuestros deseos influyen en nuestro comportamiento. El problema es qué deseos, intenciones, apetencias… son inconscientes. Clarificarlos nos ayuda, por ejemplo, a evitar problemas. Pongamos un supuesto: los conflictos de interés. Un empleado de Banca que, para cumplir su objetivo anual y cobrar un bonus por ello, tiene que colocar un plan de pensiones y se lo vende a una persona de 60 años. Dentro de los deseos podemos incluir el miedo. Ese mismo empleado de banca que colocó participaciones preferentes a personas sin formación porque, de no hacerlo, le pueden despedir. O estar más tiempo en el puesto de trabajo para evitar la “charla” de un superior. Detrás de muchas emociones negativas, como el miedo, o la evitación del dolor, está un deseo encubierto. Descubrir qué es lo que nos mueve (emoción, del latín emovere, moverse hacia), es el primer paso para conocernos y actuar buscando resultados.

No tomes decisiones cuando estés cansado. Cuando estamos cansados o estresados tenemos todas las papeletas para equivocarnos. Un experimento sobre carga cognitiva demostró que caemos más fácilmente en la tentación en estos casos. Se trataba de recordar una serie de números (de dos dígitos o siete) que veías en una sala y después tenías que ir hasta otra a repetirlos. En medio del camino, te ofrecían una fruta saludable o pasteles de chocolate. Las personas que tenían que recordar el número con más dígitos eligieron el pastel y lo empezaron a comer en el momento. Lo mismo sucede con consumos tales como “ir de compras”. El objetivo de la música alta, ropa descolocada o una dependienta pegada a ti sin decirte una palabra, es generar estrés. Igual te vas agobiado… pero la mayoría de las personas acaban comprando, y eso es lo que cuenta para la tienda.

Cambiar una creencia no implica cambiar el comportamiento. Pregúntale a un fumador si cree que el tabaco le beneficia. Salvo que sea una persona con sus capacidades mentales limitadas, te dirá que no y no dejará de fumar. Las creencias influyen en nuestras actitudes, y nuestras actitudes en nuestras intenciones, pero no en nuestra conducta directamente. Por tanto, intenta modificar tus comportamientos, no tus creencias. Busca rutinas, hábitos saludables. El cambio en la manera de pensar ya llegará.

Planificar está bien, pero mantén planes de contingencia. Es importante saber a dónde vamos, qué queremos lograr, tener un foco en la vida y comprometerse con ello. Pero también es necesario conocer las reglas si/entonces. Tener presente el  “Si pasa esto, entonces ocurrirá aquello” te ayudará en tus decisiones importantes.

Mide tu comportamiento. Es, sin duda, la mejor manera de conocernos. Toma lápiz y papel y mide tu forma de actuar. Si te enfadas demasiado, mide cuándo, dónde, cómo, con quién te enfadas. Escribe qué haces específicamente en ese estado y apunta todas las consecuencias de ese comportamiento. O si estás triste,  qué es lo que te hacer sentir así. O cuando tienes la sensación de hacer una cosa y no lograr los resultados deseados. O cuando le das vueltas y vueltas a la cabeza. Escribe tu vida, detállala, específica hasta la mínima expresión… y revísalo a menudo. 

Sé consciente de tus estados de ánimo. Los estados de ánimo tiñen de su color nuestra manera de ver las cosas y de interpretarlas. Si estamos tristes, deprimidos, veremos las cosas negras, grises… si estamos enamorados, de colores vivos y brillantes y si estamos enfadados… bueno, no sabemos qué color tiene el enfado, pero sí que si predices tu futuro emocional cuando estás enfadado, te vas a equivocar. Los estados emocionales no duran mucho. No deben. Si lo hacen… busca un psicólogo.

Aprende cómo funcionan los errores mentales. El pensamiento crítico es la mejor defensa contra los engaños y la deshonestidad. Saber cómo funciona nuestra mente, cómo produce errores de pensamiento, reconocerlos y desactivarlos, te ahorrará muchos disgustos y discusiones.

Disfruta del estado presente, aquí y ahora. Lo más importante en la vida eres tú en este momento. Centra tu atención en el momento presente, en el aquí y en el ahora. Practica meditación. En torno a un mes de práctica, verás como te aceptas y cómo te reconoces.

            No sabemos cuánto vamos a vivir cada uno de nosotros. Pero la vida merece la pena cuando le ponemos salsa, pasión, compromiso. ¿A qué esperas para empezar? Conoce, conócete. 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

AUTOENGAÑO


            Dan Ariely ha publicado un libro dedicado al estudio del engaño y el autoengaño desde el punto de vista de la Economía Conductual. El libro comienza haciendo una mención al caso Enron. Para recordarlo, Enron era la super empresa, modelo de cómo gestionar, de dónde invertir y sobre todo, modelo de contabilidad… creativa. Los mejores analistas recomendaban invertir en la empresa número uno, con mayor capitalización que Apple o General Motors. Un día, resultó que sólo había pérdidas y deudas y los planes de pensiones de los trabajadores habían quebrado. Ha sido el mayor fraude empresarial de la historia. Y arrastró a su desaparición a la empresa que auditaba las cuentas, Arthur Andersen, una de las cinco grandes ¿Nadie se dio cuenta desde 1996 hasta 2001? ¿Tampoco Citibank o JP Morgan Chase, que quedaron “pillados” con 23 mil millones de dólares?  Sólo un periodista se dio cuenta que algo pasaba. En 2002 todo el mundo sabía que Enron, la mayor empresa energética del mundo, la más innovadora según Financial Times de 1996 a 2000, caería.

            El oráculo de Delfos decía: “conócete a ti mismo”. Y va a ser que no. Que no es tan fácil. La neurología nos confirma que la variabilidad interna del cerebro es mayor que la variabilidad entre dos cerebros distintos.  

          No somos conscientes de nuestros procesos mentales. Daniel Kahneman distingue entre el sistema 1, racional, lento, que ocupa recursos, y el sistema 2, automático, rápido y eficaz. Pero, a veces, este sistema 2 comete errores de bulto. En estas líneas hemos comentado los sesgos mentales. 

         El autoengaño se ha estudiado en biología y psicología evolucionista. Robert Trivers aplica su teoría para explicar, en un accidente aéreo, la ceguera de los pilotos en la toma de decisiones.  Steven Pinker dedica un apartado entero en “Cómo funciona la mente”. Daniel Gilbert, en “Tropezarse con la felicidad”, nos cuenta como la racionalización es el mecanismo ideal para autoengañarnos. Siempre buscamos explicaciones a nuestro comportamiento, al de los demás… La filosofía, el psicoanálisis, la psicología cognitiva… todos tienen una teoría sobre el autoconocimiento. De hecho, existen trabajos brillantes como “Strangers to ourselves” de Timothy Wilson (2002), “The  new unconscious” editado por Ran Hassin, James Uleman y Jonh  Bargh (2005) y “The Illusion of conscious will” de Daniel Wegner (2002). Todos estos trabajos coinciden en resaltar que el inconsciente es importante, lo más importante, de nuestra vida mental, pero no es tan listo como Freud pensaba: es irracional, está profundamente influido por los objetivos evolutivos (supervivencia y reproducción), determina nuestro comportamiento más de lo que quisiéramos reconocer y sobre todo, es muy difícil de conocer.

       ¿Cómo nos conocemos? Nos contamos historias. Las personas hablamos de nosotros mismos, construimos una narración acerca de nuestro pasado, presente y futuro. La función principal de estas historias es generar una imagen de sí mismo coherente y estable en el tiempo, pero no tienen por qué coincidir con la realidad. De hecho, hagan la prueba. Graben una conversación e intenten recordar quién dijo qué, pasada una semana. Verán que los recuerdos no son tan exactos como pensamos. Y para autoconocernos, también nos contamos la historia de nuestra vida a nosotros mismos.  Una buena terapia consiste, muchas veces, en lograr mejores narraciones para afrontar los problemas personales.

            La base de la pobreza en el autoconocimiento es que los juicios, los intereses, los motivos  y los sentimientos ocurren fuera de nuestra mente consciente. Cuando los hacemos conscientes, los estamos modificando, evaluando y los adaptamos a nuestros valores declarados.   

            Y ¿Cómo nos afecta a nuestra vida diaria? Un ejemplo. JFK ganó las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos después de un debate televisivo. Su presencia física, su tono de voz, y su saber estar hicieron que muchas personas le votasen.

           Un efecto del autoengaño al servicio del engaño es el uso de maquillajes y cremas. Su función es resaltar la belleza, generando la percepción de un mayor grosor de los labios o los ojos más grandes (elementos vinculados a percibir a una mujer como más joven, y por tanto más atractiva). Pues bien,  pocas veces nos dicen que se maquillan para tal fin, sino que lo hacen para “sentirse bien”. Una consecuencia de esto es que el 45% de los anuncios de televisión van dirigidos al consumo de cremas hidratantes, anti envejecimiento, brillo de labios, alargadores de pestañas…

           Hay casos más complicados de ver: una discusión de pareja porque tu dijiste o yo dije y que recordamos perfectamente, un divorcio porque la persona con la que estoy no es lo que esperaba cuando éramos novios, trabajar horas extra para sentirnos imprescindibles o creer que un maltratador va a cambiar por sí solo. 

            Esperamos que las líneas de hoy ayuden a abrir una reflexión personal, a pensar si la última vez que discutí con un cliente, un jefe, mi pareja, solucioné un problema, o tan solo estaba obcecado con la ilusión del autoconocimiento. Si lo logramos, estaremos en el buen camino de crear narrativas personales eficaces que mejoren nuestras vidas. Para las otras, ya están las malas noticias cada mañana.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA VIDA CON OTROS OJOS


            Una situación de crisis como la actual tiene sus efectos en el comportamiento de cada uno. Además, el ser humano, como hemos defendido en otras ocasiones, es omnívoro y es “informavoro”, comemos de todo, incluida la información.

          Las noticias diarias se centran en los sucesos negativos de la crisis: estafas, desahucios, despidos y previsiones económicas que oscurecen el próximo 2013. Lo que estas noticias olvidan, es el drama de cada persona que las sufre. Una familia en paro, sin subsidio, que debe mantener una casa y tiene que dar de comer a los hijos, que cuando son pequeños, no entienden si papá o mamá no obtienen recursos. Pero sí comprenden si tienen hambre o si sus padres están sufriendo.

            El problema de las noticias es que generan “ilusión de foco”, que consiste en centrar nuestro pensamiento en la situación que nos rodea, en nuestro futuro o en el trabajo, en lugar de en el momento presente en el que estamos. Es normal ver hoy a una persona paseando mientras mira el teléfono móvil. O nuestra conversación gira alrededor de lo mal que está la cosa. Para empeorar la situación, nuestra mente nos juega una mala pasada más: predecimos nuestro futuro en base a nuestro estado emocional actual, con lo que si es gris, ennegrecemos la semana que viene.

            Otra ilusión mental que sufrimos es que sobrevaloramos nuestros conocimientos. Es fácil hablar de primas de riesgo, de déficit del Estado, de inflación o de PIB, deuda pública o quiénes son los culpables de la crisis. Sin embargo, si somos sinceros con nosotros mismos, ¿cuántos sabemos cómo funcionan? y, ¿cuál es el mecanismo por el que llega a afectarnos? La mayoría no. Sólo nos distrae de lo que realmente importa: nuestra vida en el momento actual.

            Algunos psicólogos cognitivos han definido la tontería como la conducta regida por la ilusión de sobrevalorar nuestros conocimientos  y nuestras habilidades, sumándole la ilusión de impunidad, es decir, la de  “no nos va pasar nada”. Es lo que pensó Bill Clinton cuando negó su affaire extramatrimonial, o cuando un conductor va por la autovía a 160 Km/hora.

          ¿Qué podemos hacer para no caer en las ilusiones? Proponemos tres alternativas:

-     Vivir el momento presente. Decía Ortega y Gasset: “yo soy yo y mis circunstancias”. No es cierto. Tú eres tú. Y las circunstancias son eso, algo meramente temporal, que nos rodea. Nuestra atención ha de ponerse en uno mismo. Lo repetimos mucho: dónde ponemos nuestra atención, determina nuestra calidad de vida.
-          Elevar nuestros estándares. Tenemos que tener claro qué aceptamos y que no. Necesitamos tener claro qué queremos en nuestra vida, comprometernos con lograr las metas que nos proponemos. Los objetivos empiezan con un sueño. Soñar qué vamos a ser, qué vamos a lograr…
-          Responsabilizarnos de nuestro crecimiento personal y profesional. No podemos quedarnos quietos. Aprender cada día, ser conscientes de nosotros mismos,  aumentar nuestras fortalezas y reducir nuestros puntos débiles… Querernos a nosotros mismos sin olvidar la compasión y el amor por los demás y nuestras familias.

           La vida es para vivirla. Y es muy simple cuando no nos rodeamos de ruido de fuera, en forma de malos augurios o de dentro, con pensamientos dando saltos de un asunto a otro.

            Por un día, inténtalo.

jueves, 22 de noviembre de 2012

PROBLEMAS... CON SOLUCIÓN


            Esta semana vamos a hablar sobre cuándo ir al psicólogo.  Este es un esfuerzo más en línea con la Organización Mundial de la Salud y la importancia de reclamar la atención adecuada ante ciertos trastornos. Como en toda enfermedad, diagnosticar y tratar a tiempo es una ventaja.

           Para valorar si es necesaria la ayuda psicológica es muy útil e importante observar si existen ciertos síntomas asociados, como por ejemplo ansiedad, pérdida o aumento de apetito, inquietud excesiva, insomnio o alteraciones del sueño, sensación de tristeza, cansancio inusual, falta de concentración, etc. También es importante valorar si se han producido cambios  en el ambiente familiar, laboral o personal que puedan haber desencadenado en parte el estado actual.
           
             Debemos acudir al psicólogo cuando detectamos que uno o varios problemas bloquean nuestra vida generando malestar, impidiéndonos disfrutar de sus aspectos positivos o placenteros.

              Debemos acudir al psicólogo cuando...
-        Sintamos que la tristeza, la apatía y la falta de ilusión empiezan a agobiarnos y a emitirnos el siempre equivocado mensaje de que nuestras vidas carecen de sentido.
-        El negro o el gris tiñen frecuentemente nuestros pensamientos y nos vemos incapaces de encontrar algo positivo en nuestras vidas cotidianas.
-    Todo a nuestro alrededor lo percibimos amenazante y nos sentimos solos, incomprendidos o desatendidos.
-        Pensamos que la desgracia se ha cebado en nosotros y comenzamos a asumir que todo nos sale mal y que las cosas no van a cambiar.
-      Estamos atados por miedos que nos impiden salir a la calle, relacionarnos con otras personas, permanecer en un sitio cerrado, hablar en público, viajar, etc... Es decir, cuando el temor o la inseguridad nos impiden desarrollar nuestras habilidades y disfrutar de personas, animales y cosas que nos rodean.
-      La obsesión por padecer graves enfermedades o contagiarnos de ellas nos lleva a conductas extrañas y repetitivas, de las que no podemos prescindir sin que su ausencia nos genere ansiedad.
-        Nos sentimos "con los nervios rotos" y casi cualquier situación hace que perdamos el control y sólo sepamos responder con agresividad o con un llanto inconsolable.
-        Nos damos cuenta de que fumar, beber o consumir cualquier otra droga, apostar..., se ha convertido en una adicción de la que no sabemos salir y que genera perjuicios importantes en nuestra vida o en la que de quienes nos rodean.
-     El estrés empieza a mostrarse a través de sus síntomas psicosomáticos: insomnio, problemas digestivos, cardiovasculares, sexuales...
-      La ansiedad es una constante diaria, que impide la estabilidad y serenidad necesarias para mantener un pensamiento positivo, una conducta tranquila y el goce de los pequeños placeres cotidianos.
-        Los silencios, los desplantes o los gritos sustituyen al diálogo, y los problemas de comunicación enturbian nuestra relación con los demás.
-        Las dificultades sexuales afloran y vivimos la angustia que causan la impotencia, la falta de deseo o de sensaciones eróticas y, sobre todo, la imposibilidad de gozo y comunicación con la persona destinataria de nuestro amor.

            Hemos intentado describir los diferentes problemas a los que los profesionales de Prossem, cumpliendo los requisitos exigidos legalmente, nos enfrentamos en terapia cada día. Si te identificas con alguno… gana tiempo a la vida: cuenta con nosotros.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

APRENDER HACIENDO



“Nadie ha alcanzado un objetivo
Limitándose a interesarse por conseguirlo.
Hay que comprometerse”
Tony Robbins. Despierta al gigante que llevas dentro.

            Si uno se fija en cómo aprenden los niños… lo tocan todo, lo manipulan, lo intentan romper. Sin embargo, a medida que nos vamos haciendo adultos, nuestra manera de aprender va cambiando.  Hasta tal punto cambia, que Skinner llega a afirmar que no aprendemos de la experiencia, porque somos incapaces de relacionar correctamente las contingencias de refuerzo (un comportamiento dado, en unas circunstancias concretas, da un resultado específico que hará que dicho comportamiento se repita o desaparezca).

          Efectivamente, no somos conscientes de dichas contingencias. Es más, determinados estímulos activan circuitos mentales que, al haber evolucionado en un ambiente diferente al que vivimos, no son adecuados. Por poner algún ejemplo: confundimos correlación con causa – efecto, el último número de una serie puede anclar nuestra respuesta ante una pregunta numérica, no calculamos correctamente las probabilidades de que un suceso ocurra (de hecho, confundimos probabilidad con posibilidad), predecimos mal nuestro futuro (lo hacemos en base nuestro estado emocional presente), nos inventamos parte de nuestros recuerdos, sobrevaloramos el conocimiento que tenemos del mundo y de las personas, así como nuestras habilidades, utilizamos mecanismos de defensa, y así muchas cosa más.

              Es por ello que, para aprender, se deben hacer cosas. Aprendemos haciendo. Y es por ello que en nuestros procesos de terapia y de coaching mandamos tareas para casa.  La realización de las tareas de casa, los deberes, ocupa una parte central en nuestros procesos. Su correcto cumplimiento nos permite alcanzar diversos objetivos:
-     Logran que la persona centre la atención en aspectos diferentes a los que acostumbra.
      -     Nos permite encontrar nuevos recursos dentro de cada persona.
      -     Van trasmitiendo, poco a poco, sensación de control sobre la propia vida.-           
-     Es gracias a ellas que podemos generalizar lo que aprendemos en el proceso de Coaching o de terapia a la vida diaria. De nada sirve “hacer cosas” en el despacho o en la consulta y que luego no podamos aplicarlo en nuestra vida, tanto en el ámbito personal como en el profesional, o el que sea. 

            Y sobre todo, lo más importante, es que las tareas para casa facilitan que la persona llegue a tener una experiencia emocional correctiva. La mayoría de los problemas y las limitaciones humanas no funcionan según la lógica tradicional, aristotélica, sino que funcionan en base a las emociones, al malestar que sentimos. Y ahí, usar la lógica, el razonamiento, es poco eficaz. Para cambiar, hay que descongelar las creencias antiguas y sustituirlas por unas nuevas, y el uso de datos es un camino muy largo para provocar las modificaciones que buscamos.

            Sin embargo, mediante el uso de emociones, mediante la experimentación de situaciones dolorosas o motivantes, logramos la fuerza suficiente para el cambio.

            La relación de ayuda que se crea, en coahing o en terapia, es profesional. Una persona, facilitadora de procesos de cambio, experta en comportamiento, pone a nuestra disposición su conocimiento,  sus herramientas, sus estrategias, para dar un paso adelante, para ganar en calidad de vida. La otra persona, el coachee o el paciente, tiene que poner su esfuerzo, su lucha diaria. Sin ello, no hay cambio y aparece la frustración y los sentimientos negativos hacia uno mismo.

            Con esfuerzo, los resultados saben mejor. Hágalos realidad. Comprométase… Aprenda haciendo. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

EMPEZAR A SER NOSOTROS MISMOS


“Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos”.
Buda.

            La práctica clínica nos permite analizar la realidad en la que vivimos desde el punto de vista de diferentes personas. Lo mismo sucede con el Coaching. El maravilloso ejercicio de nuestra profesión nos permite asomarnos a cada ser humano, a sus miedos y necesidades, a sus anhelos y deseos, a las frustraciones y, también, a las alegrías.

         Gracias a nuestro trabajo, hemos logrado encontrar algunos patrones de infelicidad. Pequeñas cosas a las que no hacemos caso, a esas que no se le dan importancia pero que erosionan incluso al granito más compacto. Vamos con ellas.

             A las personas les cuesta pensar a largo plazo. Nos quedamos con lo que nos agrada en  el momento en que estamos. Se nos olvidan las consecuencias aversivas diferidas. El ejemplo clásico es fumar. Nos relaja, nos gusta… pero las consecuencias en cinco o diez años pueden no tener solución. Lo mismo pasa con comer dulces en exceso, relajarnos en un centro comercial…

            Las personas cometen errores mentales constantemente. Y esos errores son predecibles.  No somos capaces de ver u oír aquello que no esperamos, nos creemos antes las historias y leyendas que los datos, sobrevaloramos nuestras habilidades y conocimientos, la probabilidad es un invento contrario a nuestra forma de percibir la vida y no realizamos experimentos sobre nuestra experiencia diaria.

            No estamos acostumbrados a pensar en términos de coste/beneficio ni nos planteamos objetivos de manera eficaz. El cerebro es una máquina imperfecta, hecha para sobrevivir, no para planificar. Tenemos que realizar el esfuerzo de marcarnos objetivos y esforzarnos por lograrlos. No  actuar así es pulular por la vida y estar a disposición de las limitaciones de nuestra mente, como los efectos de memoria imperfecta – nos acordamos de lo primero y último que nos dicen -,  se generan anclajes (es decir, nuestra respuesta a algo depende de la información anterior), y no somos capaces de ver que, una simple pregunta, lleva implícita la respuesta deseada por el  otro interlocutor. A eso se le llama que otras personas o cosas controlen nuestra vida, porque perdemos la guía, la perspectiva.   

              No nos gustan las críticas. Nos fastidia profundamente que  nos digan qué hemos hecho mal, que no gusta de nosotros. No las vivimos como oportunidades de aprendizaje.

            No trabajamos en nosotros mismos.  Nos cuesta realizar las tareas que un Coach o un psicólogo nos pide semana a semana. Y pensamos que vamos a mejorar sin trabajar o sin esfuerzo. Se nos olvida la “práctica esforzada”, que es dedicar horas y horas con la mente y la voluntad puesta en una meta deseable.

             Las nuevas tecnologías no ayudan a la comunicación. Es una creencia. Los datos demuestran que dificultan la comunicación dado que imponen formas de hacerlo.  Matan a las empresas (los empleados manejan  chats de conversación, búsquedas en Internet o usos de redes sociales)  y matan al amor (una encuesta reciente dice que hasta el 76% de las personas han preferido ver la tele o un partido de fútbol a hacer el amor con sus parejas).  

              No estamos presentes.  Es lo que  más daño nos hace. Preferimos el teléfono, planear en cómo pasar la tarde, acordarnos de las doscientas mil tareas pendientes que disfrutar, de respirar, de comer, del agua de la ducha o de un más que merecido descanso.

           En definitiva, cada día se hace más necesario la guía y el apoyo de un profesional. Ser uno mismo es una necesidad acuciante si queremos avanzar y dejar de lado los sentimientos de abatimiento, no ser capaces de superar la situación o incluso dejarse llevar. Es una lástima que los problemas que Fromm describía en “El miedo a la libertad” y en “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”, escritos en la década de los 40 el primero y el segundo de los 70, sigan hoy más vivos que nunca.

              Prossem siempre estará del lado de las personas, dándoles la mano en el camino, facilitando procesos de autodescubrimiento. Pero no nos corresponde a nosotros dar el primer paso…

miércoles, 31 de octubre de 2012

ACLARAR TÉRMINOS


          Hemos hablado de psicología en las entregas anteriores pero… ¿Qué es un problema psicológico?, ¿por qué acudir a un profesional? Yo no estoy loco… Aclarar términos, por tanto, es nuestra tarea de hoy.

            Un problema psicológico se manifiesta cuando:

1.     La persona padece una falta subjetiva de bienestar que no puede eliminar por sí sola. Por ejemplo, en los casos de depresión, donde el malestar es alto, y la tristeza lo inunda todo.

2.   La persona manifiesta déficits o excesos de comportamiento que interfieren en el funcionamiento considerado adecuado por él mismo o por los demás. Un caso de ansiedad, como el miedo a hablar en público, que puede afectar al rendimiento de un estudiante o de un ejecutivo.

3.      La persona interviene en actividades que son cuestionables por aquellas personas que le rodean y que dan lugar a consecuencias negativas para ellas y para los demás. De ello encontramos ejemplos como el alcoholismo o el abuso de sustancias.

4.   Las personas muestran desviaciones comportamentales que dan como resultados sanciones sociales severas para aquellos que componen su entorno cercano, como las que puede causar un niño o adolescente violento.


            Los problemas psicológicos se pueden solucionar. Un tratamiento se plantea como un proceso de aprendizaje. Se trata de que el cliente aprenda nuevas formas de comportamiento, que aproveche al máximo los recursos propios y del medio en el que vive, cambiando éste en la medida en que ello pueda favorecer su bienestar o modificando sus valores y actitudes para adaptarse a lo que no puede cambiarse. Es por ello, que algunos psicólogos dicen que el tratamiento dura toda la vida, porque lo que se aprende en las sesiones, se aplica cada día.

            Por lo tanto, un psicólogo facilita varios tipos de cambios:

-       Cambios en la manera de manera de comportarse. Es muy manida la frase “si haces siempre lo mismo, obtendrás los mismos resultados”, pero es cierta. Si no modificamos nuestra manera de actuar, siempre nos ocurrirá lo mismo. Y la cultura actual nos “vende la moto” de ser como uno es. Mantener posiciones rígidas no es ser uno mismo. Es arrogancia.

-        El segundo tipo de cambios es en la motivación. Los psicólogos nos pueden ayudar en buscar razones para actuar. En este blog ya hemos repetido varias veces la frase de Nietzsche “quién tiene un por qué encuentra cualquier cómo”. Y así es. Víctor Frankl, uno de los exponentes de la logoterapia, nos dejó una obra maravillosa acerca de las motivaciones, “El hombre en busca de sentido”, en la que  nos cuenta su experiencia en un campo de concentración nazi en la segunda guerra mundial y cómo el recuerdo y la necesidad de volver a encontrarse con los suyos le hizo mantenerse con vida y buscar soluciones a los problemas que se encontraba.

-          El tercer tipo de cambios se refiere a las creencias, a los valores. Es como decir que si no puedes con el enemigo, únete a él. Cuando no se puede modificar el medio ambiente en el que uno vive, o nuestra forma de comportarnos no logra los resultados deseados, podemos adaptarnos. Y una manera de hacerlo es que nuestras creencias, nuestros valores, estén en la misma onda que los de la sociedad que nos rodea. Uno de estos cambios se puede observar cuando un occidental viaja a Japón o a cualquier país oriental.

-         El cuarto tipo es el cambio en nuestra manera de pensar. Es reestructurar nuestra mente. La nueva construcción de la mente se logra adquiriendo nuevos significados o incorporando datos a nuestras ideas. O construyendo un nuevo mapa mental. El ejemplo que podríamos poner es que usa Kurt Lewin. La reestructuración es igual que cuando uno llega a una ciudad nueva tiene que ir desde la estación de tren a un hotel. La primera vez uno se queda con algunos edificios significativos que le sirven para saber si va bien o no. Cuando se ha ido varias veces, empezamos a aprender el nombre de las calles, si hay otras vías alternativas… Cuando hemos ido muchas veces, tienes el mapa mental tan asimilado que podrías cambiar tu trayecto sin pederte.

            En definitiva, la psicología nos ayuda a superar el sufrimiento a través del cambio y ha desarrollado técnicas eficaces para lograrlo. Servirnos de ella, no es de locos. Es el camino para encontrarnos con el bienestar y una vida extraordinaria.

miércoles, 24 de octubre de 2012

LA LABOR DE LOS PSICÓLOGOS


“La experiencia es la evidencia
y las cuestiones mi fortaleza.”
Héroes del Silencio. Rueda Fortuna. Avalancha.

            Los psicólogos nos dedicamos a estudiar el comportamiento, y entendemos por tal lo que hacemos, lo que sentimos y lo que pensamos. Y nuestro estudio trata de describir, analizar, predecir y modificar dichos comportamientos, siempre con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas.

            Lo que nos diferencia de otros profesionales son dos cosas. Por un lado, el uso de técnicas basadas en la evidencia y por otro, la proliferación de teorías y un conocimiento muy fragmentado.

            Las técnicas basadas en la evidencia son aquellas que derivan de un tratamiento científico de los datos. Desde la manera de recogerlos, su tratamiento matemático (mediante el uso de la probabilidad, la estadística inferencial y los modelos de análisis de datos), el uso de métodos de investigación como los diseños experimentales y el análisis de los resultados a la luz de teorías bien establecidas. De este trabajo, por ejemplo, se han derivado guías de tratamientos psicológicos eficaces, formas de curar que mejoran la vida de los pacientes, en muchos casos con resultados superiores a los de los fármacos. Un psicólogo, por tanto, no es un parlanchín. Es un profesional que, generalmente, se adscribe a una teoría sobre la mente humana y su funcionamiento, que de esa teoría de referencia deduce una manera de proceder para sanar, y comprueba que realmente es así, que su paciente mejora y sana.

            Como la base de la psicología es el comportamiento, la principal herramienta del psicólogo es el mismo comportamiento. Te piden que pienses en una cosa en concreto, que analices tu forma de ver las cosas, te intentan generar una experiencia emocional que modifique tu sitio en el mundo, o que actúes de una manera determinada ante una situación concreta. Es un trabajo de alfarero.  Se va modelando la conducta como el barro, hasta obtener el resultado deseado.

            Sin embargo, si se necesita buscar un psicólogo, nos podemos encontrar ante un panorama un tanto desalentador. Hay psicoanalistas, terapeutas sistémicos, estratégicos, conductistas, cognitivo – conductuales… cada uno de ellos con una teoría acerca del ser humano, y de cómo funciona la mente. Aquí la buena noticia es que todas las intervenciones psicológicas, todas, son positivas. En todas se constata una mejoría en la persona que sufre. La mala noticia es que los tratamientos psicológicos no son aspirina, no te los tomas y hacen efecto inmediato. No. Requieren de tiempo – desde unos modelos, como el psicoanálisis, mucho tiempo – y otras no tanto, pero siempre, siempre, se necesitarán varias sesiones. Las terapias también necesitan esfuerzo. Los pacientes deben hacer cosas, tienen que implicar a sus parejas y familiares en la consecución de un objetivo final y del que todos se benefician. También, a los psicólogos, para ser buenos, nos hace falta que el paciente esté motivado, o nos deje entrever, por una rendija de su corazón, cómo moverle para que realice sus tareas. En Prossem consideramos que a un psicólogo lo hacen bueno sus pacientes, y no las teorías.

            ¿Y qué tratamos los psicólogos? Tradicionalmente, se ha intervenido en trastornos como la depresión, los relacionados con la ansiedad, enfermedades corporales debidas a factores mentales, trastornos sexuales, problemas de pareja, problemas alimenticios, problemas de comportamiento de los niños… siempre problemas relacionados con patologías, o enfermedades. De hecho, la Clasificación Internacional de Enfermedades dedica un capítulo entero a los trastornos mentales y los profesionales también disponemos del DSM (Manual de diagnóstico estadístico de los trastornos mentales) realizado por la Asociación de Psiquiatría Americana.

            Sin embargo, en los últimos años se está invirtiendo dinero y esfuerzos en estudiar qué nos hace felices, que nos aporta calidad de vida, cuál es el potencial de cada ser humano… logrando desarrollar herramientas para la prevención de los trastornos que ya hemos citado e incluso mejorando el rendimiento en otras áreas, tanto de la salud como laborales, sociales y económicas.

            Aunque sea una ciencia joven, desunificada, llena de teorías que se asemejan a opiniones, la Psicología está abriendo el camino de la Salud, con mayúscula, del ser humano. Esperamos que en España, los prejuicios vinculados a ir al psicólogo desaparezcan, y por una vez, vayamos a la par con el resto de países civilizados y no en el vagón de cola.

miércoles, 17 de octubre de 2012

A FAVOR DE LA PSICOLOGÍA


          Esta semana hablaremos de psicología. En las entregas anteriores, hemos expuesto como el Coaching nos ayuda a clarificar los resultados que uno desea en su vida. ¿Cuál es vuestra definición de una vida extraordinaria? ¿Qué tienes que hacer para que tu vida “suba de nivel”?

          Sin embargo, hay personas que ya están en el fondo, en un agujero, lo viven así, su conciencia es un continuo de ideas negativas y, sobre todo, están sufriendo. En esos casos, la psicología nos da herramientas importantes de ayuda. Pero, ¿es eficaz?

           Hoy sabemos que los efectos de la psicoterapia superan o son comparables a los tamaños del efecto de muchos fármacos y no generan efectos secundarios adversos. Sabemos que los programas de psicoterapia reducen el número de visitas al médico y el gasto sanitario. La psicoterapia es rentable, dado que reduce la discapacidad, la morbilidad y la mortalidad, mejora el funcionamiento en el trabajo y disminuye los días de hospitalización psiquiátrica. Por ejemplo, en pacientes con problemas de salud mental que acuden al psicólogo, la reducción de gastos fue de un 17 % mientras que aquellos que no asistieron a psicoterapia, incrementaron los costes en un 12% y cuando la psicología se integra en la atención primaria, las tasas de reducción de costes médicos es del 20 %. (los datos se pueden encontrar en “Resolution of the recognition of Psychotherapy Effectiveness – Approved August 2012”, de la American Psychological Association)

           Ciertamente nos pueden decir que son datos de Estados Unidos, donde el sistema sanitario es diferente al español. Pero precisamente, porque el sistema Norteamericano está basado en que es el paciente el que tiene que estar asegurado, tiene que pagar su salud de forma directa, están más preocupados por la eficacia y la eficiencia. Y en la época de recortes en la que nos encontramos, estudiar nuevas soluciones que permitan dar una asistencia de mayor calidad con el menor coste posible, es fundamental. Decía Einstein que “se requiere un nuevo modo de pensar para resolver los problemas producidos por el viejo modo de pensar”. Reducir los servicios sanitarios para recortar gastos no es la solución. Buscar nuevos modos de actuar – como introducir la psicología en atención primaria, en prevención, en tratamiento de enfermedades crónicas así como en pacientes de cáncer o VIH, casos en los que está demostrada su eficacia – es el camino que se debe seguir.

           En España, la psicología es una profesión regulada. Se necesita ser licenciado universitario y estar colegiado. Además, para el ejercicio de la profesión, relacionada con la Clínica y la Salud, se deben cumplir unos requisitos adicionales, tales como haber seguido un itinerario en Evaluación, Diagnóstico y Tratamiento o cursar un master en psicología clínica de, mínimo, 350 horas teóricas y 100 prácticas.

           Desgraciadamente, la psicología es una ciencia muy joven, con poco más de cien años de historia real, separada de la filosofía. Y que se ha de enfrentar, cada día, a muchas creencias irracionales sobre la función y el trabajo de los psicólogos. Creencias del tipo “al psicólogo se va hablar” o “solo hablando no voy a curarme” son ideas comunes, muy extendidas.

           Desde Prossem, sin embargo, queremos recalcar que, en realidad, un psicólogo es un colaborador. Y que el trabajo consiste en colaborar con el paciente en la resolución de sus problemas. Con la ventaja que el profesional es un especialista de la mente humana.

          Si desde este humilde blog logramos que un grupo de personas reconozca el papel de la Psicología en la sociedad, habremos cumplido nuestro objetivo. La vida es demasiado corta para pasarla sufriendo.

miércoles, 10 de octubre de 2012

HACERLO MEJOR


           Vivimos tiempos extraños. La economía y las finanzas lo inundan todo. Y hoy queremos resaltar que lo importante no es si un banco necesita miles de millones para sobrevivir o una empresa declara un ERE para despedir a mucha gente. No. Lo realmente importante son las personas. Todos tenemos nuestras creencias, nuestras opiniones, motivaciones, nuestro propio modo de pensar. Y si no estamos motivados para alcanzar metas de crecimiento y aprendizaje personal, este no se dará, como tampoco una mayor productividad.

           Buda decía que el dominio personal, vencerse a uno mismo, era más difícil que vencer cien mil veces cien mil batallas. Para nosotros, usando el término de Peter Senge, el dominio personal es una disciplina, una actividad que hemos de integrar en nuestra propia vida. Siguiendo a Senge, cuando esto ocurre, se dan dos movimientos: uno, que clarificamos constantemente lo que es importante para cada uno. Y dos, aprendemos a ver, continuamente, la realidad actual con otros puntos de vista. Aprender, en este contexto, no es adquirir más y más información, sino abrir nuestra mente para producir los resultados que deseamos.

            El dominio personal empieza con una visión. Una visión no es una buena idea. Una visión es una vocación, algo que sale del interior y que llena y da sentido a nuestra vida. En nuestras sesiones de Coaching constatamos que la mayoría no tenemos esa visión, sino metas y objetivos, del tipo “un trabajo mejor”, “una mejor relación con mi pareja”… y como Gary Marcus nos avisa, es bueno tener metas… pero también planes de contingencia por si las metas no se cumplen. La visión no admite planes de contingencia, porque si no logramos acercarnos a ella, se genera frustración, infelicidad y sentimientos de derrota.

            Los sentimientos que se producen por no alcanzar la visión no se deben confundir con la tensión creativa, que es la emoción que nos mueve a reducir la distancia entre nuestra situación actual y la visión. Esta tensión creativa es la que nos focaliza en lograr aquello que queremos de verdad.

          Tener una visión nos ayuda a valorar la vida. Nos ayuda a hacernos las preguntas adecuadas. Por ejemplo: ¿Es coherente el programa de este partido político con mi visión? ¿Mi comportamiento, por ejemplo con mi pareja, se adecua a la idea que tengo? La visión incluye elementos tanto económicos, personales, laborales… es un todo que queremos lograr. Y las metas particulares, del día, más concretas, nacen de ella. Imagínense una persona que les dice estar insatisfecha con su relación de pareja. Pero no tiene definido qué va a ser de su vida en cinco, diez o más años. Como su percepción de deseos y obligaciones no esté equilibrada, no tardará en buscar soluciones fuera de esa pareja. Pero sí tiene claro qué es lo que quiere (y con quién), entonces, queda esperanza.

         Lo mismo sucede con aquello a lo que uno se quiere dedicar. Hace un par de décadas, el trabajo era algo que había que hacer y no se percibía como una fuente de desarrollo personal o de satisfacción. Ahora no es así. Ahora sabemos que la situación laboral de una persona puede convertirla en un enfermo crónico… o en una persona maravillosa. Sabemos que el paro prolongado produce efectos negativos en la autoestima, en la percepción de la eficacia en uno mismo, dificulta las relaciones familiares. Sabemos que trabajar bajo presión genera estrés y, las respuestas inadecuadas – reaccionar al estrés en vez de gestionarlo – crean enfermos crónicos. Un trabajo que satisfaga nuestra visión generará, por tanto, los efectos contrarios.

            El Coaching puede ayudar en ambos casos. A las empresas, en la creación de una visión o a la alienación con esta de las personas que componen la organización. Empleador y empleados remando juntos en una misma dirección. Es lo que hacen los entrenadores de fútbol o baloncesto con carisma: Phil Jackson en Los Ángeles Lakers, Johan Cruyff en el F.C Barcelona, llevado a la excelencia por Pep Guardiola o José Mouriño en el Real Madrid con su fútbol directo.

            Puede ayudar a las personas clarificando sus metas diarias, centrando su atención en lo que realmente le importa, Ya lo hemos dicho: la calidad de tu vida depende de cómo y en qué centres tu atención.

            Si nos damos una oportunidad a nosotros mismo a través del Coaching, estaremos en camino de un mundo en el que todos queramos estar.

miércoles, 3 de octubre de 2012

PRODUCTO DE LA IMAGINACIÓN


      El Coaching es una herramienta de cambio, y por tanto, de aprendizaje. Históricamente, se ha venido centrando en la mejora de actuaciones concretas, y se ha focalizado, sobre todo, en  la obtención de objetivos y no en los problemas.

         En el área de empresas, el ámbito en que ha nacido y se ha desarrollado el Coaching, los objetivos tradicionales han sido generar opciones, comunicar mejor, gestionar el tiempo, aumentar las ventas, cohesionar grupos de trabajo, resolución de problemas o equilibrar la vida profesional y personal.

            Sin embargo, el Coaching también se puede aplicar en el ámbito personal. En el día a día de cada uno de nosotros. La pregunta que todo el mundo se hace es la siguiente: ¿en qué me puede ayudar a mí el Coaching? ¿Para qué vale? ¿Qué me va a solucionar? De lo que no nos damos cuenta, es que, para cada una de las dificultades que se nos plantean en la vida, somos nosotros los que tenemos los recursos para salir adelante. El problema: que no sabemos, primero, que somos capaces de solucionarlo y, segundo, cómo hacer que esas herramientas emerjan de nosotros mismos.

            Teniendo en cuenta todo lo anterior, y sabiendo que siempre que trabajamos en un proceso de Coaching trataremos desde aquello en lo que tú tienes el control y no dependa de los demás, es importante saber ¿qué elementos de nuestra vida podemos cambiar a través del Coaching?

-          El entorno “dónde y cuándo actuamos”. Si fumas y sales a la puerta de un bar… lo más probable es que fumes otro cigarro. A veces, el cambio empieza por no salir a la puerta del local… Si quieres una noche romántica, llevas a tu esposa a cenar, no a un concierto de Heavy Rock.

-          Los comportamientos: cuando, por ejemplo, no estamos contentos con algún comportamiento o alguna actitud que tenemos en determinados momentos.

-          Las capacidades: “estrategias y habilidades, cómo hacemos las cosas”. En lo referente a la manera de “plantarle cara” a esas circunstancias que se nos presentan en ocasiones, así como la habilidad para salir de ellas.

-          Valores y creencias: “por qué hace la gente lo que hace”. Muchas personas piensan que no son capaces de hacer “X” cosas porque se sienten inferiores, porque piensan que no valen… Para superar estas circunstancias, el Coaching también te ayuda.

-          La identidad: “función y misión de cada personas”. Para encontrar el objetivo de uno mismo. Hay mucha gente que cuando le preguntas qué es lo que “quiere ser de mayor” a qué le gustaría dedicar su vida, no saben qué contestar, están muy dispersos y empiezan intentando darte una respuesta pero a medida que siguen hablando, cambian porque, claro, no se ven allí TODA LA VIDA. Para encontrarte también tienes el Coaching.

-          La espiritualidad. “Qué hay  más allá de uno mismo, cuál es el propósito que da sentido a la vida. Parafraseando a Nietzsche, cuando una persona tiene un propósito, encuentra la manera de satisfacerlo.

            Al actuar sobre cada uno de éstos niveles, Robert Dilts lo ha llamado Coaching con “C” mayúscula. Y la PNL nos da herramientas para trabajar en cada uno de los elementos.

            Solo si nos damos cuenta que nuestra realidad, la de cada uno, es un producto de nuestra imaginación, seremos capaces de modificarla. Lo que la mayoría de las personas no saben es que podemos hacerlo a nuestra voluntad, y que a través del Coaching te estás dando a ti mismo la capacidad de diseñarla y construirla. ¿Te atreves?