miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA VIDA CON OTROS OJOS


            Una situación de crisis como la actual tiene sus efectos en el comportamiento de cada uno. Además, el ser humano, como hemos defendido en otras ocasiones, es omnívoro y es “informavoro”, comemos de todo, incluida la información.

          Las noticias diarias se centran en los sucesos negativos de la crisis: estafas, desahucios, despidos y previsiones económicas que oscurecen el próximo 2013. Lo que estas noticias olvidan, es el drama de cada persona que las sufre. Una familia en paro, sin subsidio, que debe mantener una casa y tiene que dar de comer a los hijos, que cuando son pequeños, no entienden si papá o mamá no obtienen recursos. Pero sí comprenden si tienen hambre o si sus padres están sufriendo.

            El problema de las noticias es que generan “ilusión de foco”, que consiste en centrar nuestro pensamiento en la situación que nos rodea, en nuestro futuro o en el trabajo, en lugar de en el momento presente en el que estamos. Es normal ver hoy a una persona paseando mientras mira el teléfono móvil. O nuestra conversación gira alrededor de lo mal que está la cosa. Para empeorar la situación, nuestra mente nos juega una mala pasada más: predecimos nuestro futuro en base a nuestro estado emocional actual, con lo que si es gris, ennegrecemos la semana que viene.

            Otra ilusión mental que sufrimos es que sobrevaloramos nuestros conocimientos. Es fácil hablar de primas de riesgo, de déficit del Estado, de inflación o de PIB, deuda pública o quiénes son los culpables de la crisis. Sin embargo, si somos sinceros con nosotros mismos, ¿cuántos sabemos cómo funcionan? y, ¿cuál es el mecanismo por el que llega a afectarnos? La mayoría no. Sólo nos distrae de lo que realmente importa: nuestra vida en el momento actual.

            Algunos psicólogos cognitivos han definido la tontería como la conducta regida por la ilusión de sobrevalorar nuestros conocimientos  y nuestras habilidades, sumándole la ilusión de impunidad, es decir, la de  “no nos va pasar nada”. Es lo que pensó Bill Clinton cuando negó su affaire extramatrimonial, o cuando un conductor va por la autovía a 160 Km/hora.

          ¿Qué podemos hacer para no caer en las ilusiones? Proponemos tres alternativas:

-     Vivir el momento presente. Decía Ortega y Gasset: “yo soy yo y mis circunstancias”. No es cierto. Tú eres tú. Y las circunstancias son eso, algo meramente temporal, que nos rodea. Nuestra atención ha de ponerse en uno mismo. Lo repetimos mucho: dónde ponemos nuestra atención, determina nuestra calidad de vida.
-          Elevar nuestros estándares. Tenemos que tener claro qué aceptamos y que no. Necesitamos tener claro qué queremos en nuestra vida, comprometernos con lograr las metas que nos proponemos. Los objetivos empiezan con un sueño. Soñar qué vamos a ser, qué vamos a lograr…
-          Responsabilizarnos de nuestro crecimiento personal y profesional. No podemos quedarnos quietos. Aprender cada día, ser conscientes de nosotros mismos,  aumentar nuestras fortalezas y reducir nuestros puntos débiles… Querernos a nosotros mismos sin olvidar la compasión y el amor por los demás y nuestras familias.

           La vida es para vivirla. Y es muy simple cuando no nos rodeamos de ruido de fuera, en forma de malos augurios o de dentro, con pensamientos dando saltos de un asunto a otro.

            Por un día, inténtalo.

jueves, 22 de noviembre de 2012

PROBLEMAS... CON SOLUCIÓN


            Esta semana vamos a hablar sobre cuándo ir al psicólogo.  Este es un esfuerzo más en línea con la Organización Mundial de la Salud y la importancia de reclamar la atención adecuada ante ciertos trastornos. Como en toda enfermedad, diagnosticar y tratar a tiempo es una ventaja.

           Para valorar si es necesaria la ayuda psicológica es muy útil e importante observar si existen ciertos síntomas asociados, como por ejemplo ansiedad, pérdida o aumento de apetito, inquietud excesiva, insomnio o alteraciones del sueño, sensación de tristeza, cansancio inusual, falta de concentración, etc. También es importante valorar si se han producido cambios  en el ambiente familiar, laboral o personal que puedan haber desencadenado en parte el estado actual.
           
             Debemos acudir al psicólogo cuando detectamos que uno o varios problemas bloquean nuestra vida generando malestar, impidiéndonos disfrutar de sus aspectos positivos o placenteros.

              Debemos acudir al psicólogo cuando...
-        Sintamos que la tristeza, la apatía y la falta de ilusión empiezan a agobiarnos y a emitirnos el siempre equivocado mensaje de que nuestras vidas carecen de sentido.
-        El negro o el gris tiñen frecuentemente nuestros pensamientos y nos vemos incapaces de encontrar algo positivo en nuestras vidas cotidianas.
-    Todo a nuestro alrededor lo percibimos amenazante y nos sentimos solos, incomprendidos o desatendidos.
-        Pensamos que la desgracia se ha cebado en nosotros y comenzamos a asumir que todo nos sale mal y que las cosas no van a cambiar.
-      Estamos atados por miedos que nos impiden salir a la calle, relacionarnos con otras personas, permanecer en un sitio cerrado, hablar en público, viajar, etc... Es decir, cuando el temor o la inseguridad nos impiden desarrollar nuestras habilidades y disfrutar de personas, animales y cosas que nos rodean.
-      La obsesión por padecer graves enfermedades o contagiarnos de ellas nos lleva a conductas extrañas y repetitivas, de las que no podemos prescindir sin que su ausencia nos genere ansiedad.
-        Nos sentimos "con los nervios rotos" y casi cualquier situación hace que perdamos el control y sólo sepamos responder con agresividad o con un llanto inconsolable.
-        Nos damos cuenta de que fumar, beber o consumir cualquier otra droga, apostar..., se ha convertido en una adicción de la que no sabemos salir y que genera perjuicios importantes en nuestra vida o en la que de quienes nos rodean.
-     El estrés empieza a mostrarse a través de sus síntomas psicosomáticos: insomnio, problemas digestivos, cardiovasculares, sexuales...
-      La ansiedad es una constante diaria, que impide la estabilidad y serenidad necesarias para mantener un pensamiento positivo, una conducta tranquila y el goce de los pequeños placeres cotidianos.
-        Los silencios, los desplantes o los gritos sustituyen al diálogo, y los problemas de comunicación enturbian nuestra relación con los demás.
-        Las dificultades sexuales afloran y vivimos la angustia que causan la impotencia, la falta de deseo o de sensaciones eróticas y, sobre todo, la imposibilidad de gozo y comunicación con la persona destinataria de nuestro amor.

            Hemos intentado describir los diferentes problemas a los que los profesionales de Prossem, cumpliendo los requisitos exigidos legalmente, nos enfrentamos en terapia cada día. Si te identificas con alguno… gana tiempo a la vida: cuenta con nosotros.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

APRENDER HACIENDO



“Nadie ha alcanzado un objetivo
Limitándose a interesarse por conseguirlo.
Hay que comprometerse”
Tony Robbins. Despierta al gigante que llevas dentro.

            Si uno se fija en cómo aprenden los niños… lo tocan todo, lo manipulan, lo intentan romper. Sin embargo, a medida que nos vamos haciendo adultos, nuestra manera de aprender va cambiando.  Hasta tal punto cambia, que Skinner llega a afirmar que no aprendemos de la experiencia, porque somos incapaces de relacionar correctamente las contingencias de refuerzo (un comportamiento dado, en unas circunstancias concretas, da un resultado específico que hará que dicho comportamiento se repita o desaparezca).

          Efectivamente, no somos conscientes de dichas contingencias. Es más, determinados estímulos activan circuitos mentales que, al haber evolucionado en un ambiente diferente al que vivimos, no son adecuados. Por poner algún ejemplo: confundimos correlación con causa – efecto, el último número de una serie puede anclar nuestra respuesta ante una pregunta numérica, no calculamos correctamente las probabilidades de que un suceso ocurra (de hecho, confundimos probabilidad con posibilidad), predecimos mal nuestro futuro (lo hacemos en base nuestro estado emocional presente), nos inventamos parte de nuestros recuerdos, sobrevaloramos el conocimiento que tenemos del mundo y de las personas, así como nuestras habilidades, utilizamos mecanismos de defensa, y así muchas cosa más.

              Es por ello que, para aprender, se deben hacer cosas. Aprendemos haciendo. Y es por ello que en nuestros procesos de terapia y de coaching mandamos tareas para casa.  La realización de las tareas de casa, los deberes, ocupa una parte central en nuestros procesos. Su correcto cumplimiento nos permite alcanzar diversos objetivos:
-     Logran que la persona centre la atención en aspectos diferentes a los que acostumbra.
      -     Nos permite encontrar nuevos recursos dentro de cada persona.
      -     Van trasmitiendo, poco a poco, sensación de control sobre la propia vida.-           
-     Es gracias a ellas que podemos generalizar lo que aprendemos en el proceso de Coaching o de terapia a la vida diaria. De nada sirve “hacer cosas” en el despacho o en la consulta y que luego no podamos aplicarlo en nuestra vida, tanto en el ámbito personal como en el profesional, o el que sea. 

            Y sobre todo, lo más importante, es que las tareas para casa facilitan que la persona llegue a tener una experiencia emocional correctiva. La mayoría de los problemas y las limitaciones humanas no funcionan según la lógica tradicional, aristotélica, sino que funcionan en base a las emociones, al malestar que sentimos. Y ahí, usar la lógica, el razonamiento, es poco eficaz. Para cambiar, hay que descongelar las creencias antiguas y sustituirlas por unas nuevas, y el uso de datos es un camino muy largo para provocar las modificaciones que buscamos.

            Sin embargo, mediante el uso de emociones, mediante la experimentación de situaciones dolorosas o motivantes, logramos la fuerza suficiente para el cambio.

            La relación de ayuda que se crea, en coahing o en terapia, es profesional. Una persona, facilitadora de procesos de cambio, experta en comportamiento, pone a nuestra disposición su conocimiento,  sus herramientas, sus estrategias, para dar un paso adelante, para ganar en calidad de vida. La otra persona, el coachee o el paciente, tiene que poner su esfuerzo, su lucha diaria. Sin ello, no hay cambio y aparece la frustración y los sentimientos negativos hacia uno mismo.

            Con esfuerzo, los resultados saben mejor. Hágalos realidad. Comprométase… Aprenda haciendo. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

EMPEZAR A SER NOSOTROS MISMOS


“Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos”.
Buda.

            La práctica clínica nos permite analizar la realidad en la que vivimos desde el punto de vista de diferentes personas. Lo mismo sucede con el Coaching. El maravilloso ejercicio de nuestra profesión nos permite asomarnos a cada ser humano, a sus miedos y necesidades, a sus anhelos y deseos, a las frustraciones y, también, a las alegrías.

         Gracias a nuestro trabajo, hemos logrado encontrar algunos patrones de infelicidad. Pequeñas cosas a las que no hacemos caso, a esas que no se le dan importancia pero que erosionan incluso al granito más compacto. Vamos con ellas.

             A las personas les cuesta pensar a largo plazo. Nos quedamos con lo que nos agrada en  el momento en que estamos. Se nos olvidan las consecuencias aversivas diferidas. El ejemplo clásico es fumar. Nos relaja, nos gusta… pero las consecuencias en cinco o diez años pueden no tener solución. Lo mismo pasa con comer dulces en exceso, relajarnos en un centro comercial…

            Las personas cometen errores mentales constantemente. Y esos errores son predecibles.  No somos capaces de ver u oír aquello que no esperamos, nos creemos antes las historias y leyendas que los datos, sobrevaloramos nuestras habilidades y conocimientos, la probabilidad es un invento contrario a nuestra forma de percibir la vida y no realizamos experimentos sobre nuestra experiencia diaria.

            No estamos acostumbrados a pensar en términos de coste/beneficio ni nos planteamos objetivos de manera eficaz. El cerebro es una máquina imperfecta, hecha para sobrevivir, no para planificar. Tenemos que realizar el esfuerzo de marcarnos objetivos y esforzarnos por lograrlos. No  actuar así es pulular por la vida y estar a disposición de las limitaciones de nuestra mente, como los efectos de memoria imperfecta – nos acordamos de lo primero y último que nos dicen -,  se generan anclajes (es decir, nuestra respuesta a algo depende de la información anterior), y no somos capaces de ver que, una simple pregunta, lleva implícita la respuesta deseada por el  otro interlocutor. A eso se le llama que otras personas o cosas controlen nuestra vida, porque perdemos la guía, la perspectiva.   

              No nos gustan las críticas. Nos fastidia profundamente que  nos digan qué hemos hecho mal, que no gusta de nosotros. No las vivimos como oportunidades de aprendizaje.

            No trabajamos en nosotros mismos.  Nos cuesta realizar las tareas que un Coach o un psicólogo nos pide semana a semana. Y pensamos que vamos a mejorar sin trabajar o sin esfuerzo. Se nos olvida la “práctica esforzada”, que es dedicar horas y horas con la mente y la voluntad puesta en una meta deseable.

             Las nuevas tecnologías no ayudan a la comunicación. Es una creencia. Los datos demuestran que dificultan la comunicación dado que imponen formas de hacerlo.  Matan a las empresas (los empleados manejan  chats de conversación, búsquedas en Internet o usos de redes sociales)  y matan al amor (una encuesta reciente dice que hasta el 76% de las personas han preferido ver la tele o un partido de fútbol a hacer el amor con sus parejas).  

              No estamos presentes.  Es lo que  más daño nos hace. Preferimos el teléfono, planear en cómo pasar la tarde, acordarnos de las doscientas mil tareas pendientes que disfrutar, de respirar, de comer, del agua de la ducha o de un más que merecido descanso.

           En definitiva, cada día se hace más necesario la guía y el apoyo de un profesional. Ser uno mismo es una necesidad acuciante si queremos avanzar y dejar de lado los sentimientos de abatimiento, no ser capaces de superar la situación o incluso dejarse llevar. Es una lástima que los problemas que Fromm describía en “El miedo a la libertad” y en “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”, escritos en la década de los 40 el primero y el segundo de los 70, sigan hoy más vivos que nunca.

              Prossem siempre estará del lado de las personas, dándoles la mano en el camino, facilitando procesos de autodescubrimiento. Pero no nos corresponde a nosotros dar el primer paso…