Desde Freud, se acepta que
existen esperanzas, motivos, deseos que son inconscientes. Es decir, no los
tenemos en nuestra mente en el momento en el que actuamos, sino que tenemos que
buscar en un lugar más profundo para entender por qué hacemos lo que hacemos.
Las pruebas en las que se basaba el padre del Psicoanálisis, extraídas del
estudio de sus propios casos o los de colegas cercanos, de la literatura, del
arte, siempre confirmaban las hipótesis del alemán, o sus interpretaciones sobre los actos fallidos.
Una de las fuentes de
irracionalidad humana es, efectivamente, el inconsciente. Pero no en el sentido
en el que lo entendían Freud y los psicoanalistas, la Gestalt de Perls o la Programación
Neuroligüística actual. El inconsciente que presentamos hoy
es torpe, no nos ayuda, nos guía hacia decisiones incorrectas y mantiene
comportamientos que en ocasiones son dañinos para nosotros.
El primer componente del inconsciente
irracional es biológico. Es el sistema límbico. Poco evolucionado, no es muy
diferente que el de una rata y tiene dos características: Es rápido, muy
rápido, cuando capta un estímulo, lo carga emocionalmente y funciona como un
“todo – nada”, Es decir, vemos un tigre, le damos valor emocional “miedo”, el
sistema se activa y nos hace correr. Sucede lo mismo con cualquier otro
peligro, incluidos los que no existen. Si, por ejemplo, el jefe te ha
contestado muy serio, llegas a casa y estás pensando si se habrá enfadado, si
las cosas van mal, si hay crisis… empiezas a pensar que te van a despedir…
terminas con úlcera de estómago.
El segundo componente del
inconsciente irracional son los sesgos o tendencias a comportarnos de una
manera determinada. Y tenemos varios tipos de sesgos, unos perceptivos
(recuerden las ilusiones de la semana pasada), otros cognitivos (de los que
hemos hablado en otras entradas del blog) y otros emocionales. Vamos a resaltar
algunos de ellos.
La duración de las emociones es
el primer error. Son más transitorias, tienen una vida más corta de lo que
nosotros pensamos. Sin embargo, sobrevaloramos constantemente nuestro estado
emocional, y predecimos que nos sentiremos en un futuro igual o similar a cómo
estamos ahora. Probablemente nos equivocamos.
Las emociones afectan a la
percepción del riesgo de ocurrencia de un acontecimiento. Nuestra percepción
del riesgo se incrementa cuando ese hecho tiene “saliencia”, que traducido es algo así como no se nos va de la
memoria porque sale en todos los lados, en la tele, en el periódico, en
Internet… y si tenemos una respuesta emocional a ese hecho… pues ya está, nos
parecerá el acontecimiento más peligroso del mundo.
Otra emoción inconsciente es el
producido por el efecto “víctima
identificable”. Si nos piden hacer un donativo para eliminar el hambre en
África o para quitar el hambre a “Awakganha”, que es una niña de 3 años, y te
enseñan una foto, y tan solo es un euro al día… ¿Qué suele suceder? ¿Saben cómo
se elimina el efecto de la víctima identificable? Pensando en términos de
estadística, de racionalidad. O viendo una foto de quince niños, de la misma
aldea que nuestra niña, en la que no identificamos a ninguno, no le ponemos
nombre.
Otro de los efectos de la emoción
inconsciente es, que no somos capaces de predecir cómo vamos a actuar bajo
presión, o bajo los efectos del estrés,
o de un “calentón”. La mayoría
de las respuestas agresivas hacia superiores vienen dadas por un desborde del
caudal de ansiedad que uno tiene. Incluso esos comportamientos se generalizan y
se producen en casa. Otro ejemplo es el resultado de un experimento en el que
personas jóvenes eran incapaces de entender su comportamiento en un estado “caliente” (sexualmente activados) desde
un estado frío y sereno (en el primer estado cometían más conductas de riesgo y
su estándar moral se relajaba) o el descubrimiento de que aquellos que
mostraban señales de tener compromisos más puritanos tenían mayores ratios de
infecciones de transmisión sexual.
La irracionalidad comienza en
nuestro inconsciente y dentro de él, las emociones son uno de los actores
principales. Las emociones son una parte básica de la naturaleza humana, y
pueden trabajar a nuestro favor o en nuestra contra. Pero lo más importante de
hoy, es que las emociones pueden tomar el control sobre la cognición, el
pensamiento racional y crítico, y llevarnos a cometer errores. O a perder
dinero haciendo donativos a una niña que igual, no existe.
El ejercicio de la semana:
Siéntate en un sitio cómodo, en
el que puedas mantener la espalda recta. Elige alguna situación del pasado en
el que te sentiste abrumado por un jefe, tu esposo o esposa, que explotaste.
Ahora, intenta rememorar la experiencia original, pero ojo, hablamos de la
experiencia, de la emoción, no del discurso interno que la acompañaba, no de
las justificaciones a tu comportamiento. Es difícil revivirla, ¿verdad? Trata
de hacer lo mismo, de imaginar la situación mientras te centras en tu
respiración y vas contando de uno a diez. ¿Difícil? ¿Qué sucede?
En nuestro programa Inteligencia
Emocional Plena, mostramos como hacer conscientes nuestras emociones y lograr
que trabajen a nuestro favor. Atrévete a hacer más ejercicio como éste.
Por un mundo consciente.
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