miércoles, 5 de diciembre de 2012

AUTOENGAÑO


            Dan Ariely ha publicado un libro dedicado al estudio del engaño y el autoengaño desde el punto de vista de la Economía Conductual. El libro comienza haciendo una mención al caso Enron. Para recordarlo, Enron era la super empresa, modelo de cómo gestionar, de dónde invertir y sobre todo, modelo de contabilidad… creativa. Los mejores analistas recomendaban invertir en la empresa número uno, con mayor capitalización que Apple o General Motors. Un día, resultó que sólo había pérdidas y deudas y los planes de pensiones de los trabajadores habían quebrado. Ha sido el mayor fraude empresarial de la historia. Y arrastró a su desaparición a la empresa que auditaba las cuentas, Arthur Andersen, una de las cinco grandes ¿Nadie se dio cuenta desde 1996 hasta 2001? ¿Tampoco Citibank o JP Morgan Chase, que quedaron “pillados” con 23 mil millones de dólares?  Sólo un periodista se dio cuenta que algo pasaba. En 2002 todo el mundo sabía que Enron, la mayor empresa energética del mundo, la más innovadora según Financial Times de 1996 a 2000, caería.

            El oráculo de Delfos decía: “conócete a ti mismo”. Y va a ser que no. Que no es tan fácil. La neurología nos confirma que la variabilidad interna del cerebro es mayor que la variabilidad entre dos cerebros distintos.  

          No somos conscientes de nuestros procesos mentales. Daniel Kahneman distingue entre el sistema 1, racional, lento, que ocupa recursos, y el sistema 2, automático, rápido y eficaz. Pero, a veces, este sistema 2 comete errores de bulto. En estas líneas hemos comentado los sesgos mentales. 

         El autoengaño se ha estudiado en biología y psicología evolucionista. Robert Trivers aplica su teoría para explicar, en un accidente aéreo, la ceguera de los pilotos en la toma de decisiones.  Steven Pinker dedica un apartado entero en “Cómo funciona la mente”. Daniel Gilbert, en “Tropezarse con la felicidad”, nos cuenta como la racionalización es el mecanismo ideal para autoengañarnos. Siempre buscamos explicaciones a nuestro comportamiento, al de los demás… La filosofía, el psicoanálisis, la psicología cognitiva… todos tienen una teoría sobre el autoconocimiento. De hecho, existen trabajos brillantes como “Strangers to ourselves” de Timothy Wilson (2002), “The  new unconscious” editado por Ran Hassin, James Uleman y Jonh  Bargh (2005) y “The Illusion of conscious will” de Daniel Wegner (2002). Todos estos trabajos coinciden en resaltar que el inconsciente es importante, lo más importante, de nuestra vida mental, pero no es tan listo como Freud pensaba: es irracional, está profundamente influido por los objetivos evolutivos (supervivencia y reproducción), determina nuestro comportamiento más de lo que quisiéramos reconocer y sobre todo, es muy difícil de conocer.

       ¿Cómo nos conocemos? Nos contamos historias. Las personas hablamos de nosotros mismos, construimos una narración acerca de nuestro pasado, presente y futuro. La función principal de estas historias es generar una imagen de sí mismo coherente y estable en el tiempo, pero no tienen por qué coincidir con la realidad. De hecho, hagan la prueba. Graben una conversación e intenten recordar quién dijo qué, pasada una semana. Verán que los recuerdos no son tan exactos como pensamos. Y para autoconocernos, también nos contamos la historia de nuestra vida a nosotros mismos.  Una buena terapia consiste, muchas veces, en lograr mejores narraciones para afrontar los problemas personales.

            La base de la pobreza en el autoconocimiento es que los juicios, los intereses, los motivos  y los sentimientos ocurren fuera de nuestra mente consciente. Cuando los hacemos conscientes, los estamos modificando, evaluando y los adaptamos a nuestros valores declarados.   

            Y ¿Cómo nos afecta a nuestra vida diaria? Un ejemplo. JFK ganó las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos después de un debate televisivo. Su presencia física, su tono de voz, y su saber estar hicieron que muchas personas le votasen.

           Un efecto del autoengaño al servicio del engaño es el uso de maquillajes y cremas. Su función es resaltar la belleza, generando la percepción de un mayor grosor de los labios o los ojos más grandes (elementos vinculados a percibir a una mujer como más joven, y por tanto más atractiva). Pues bien,  pocas veces nos dicen que se maquillan para tal fin, sino que lo hacen para “sentirse bien”. Una consecuencia de esto es que el 45% de los anuncios de televisión van dirigidos al consumo de cremas hidratantes, anti envejecimiento, brillo de labios, alargadores de pestañas…

           Hay casos más complicados de ver: una discusión de pareja porque tu dijiste o yo dije y que recordamos perfectamente, un divorcio porque la persona con la que estoy no es lo que esperaba cuando éramos novios, trabajar horas extra para sentirnos imprescindibles o creer que un maltratador va a cambiar por sí solo. 

            Esperamos que las líneas de hoy ayuden a abrir una reflexión personal, a pensar si la última vez que discutí con un cliente, un jefe, mi pareja, solucioné un problema, o tan solo estaba obcecado con la ilusión del autoconocimiento. Si lo logramos, estaremos en el buen camino de crear narrativas personales eficaces que mejoren nuestras vidas. Para las otras, ya están las malas noticias cada mañana.

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