miércoles, 14 de noviembre de 2012

APRENDER HACIENDO



“Nadie ha alcanzado un objetivo
Limitándose a interesarse por conseguirlo.
Hay que comprometerse”
Tony Robbins. Despierta al gigante que llevas dentro.

            Si uno se fija en cómo aprenden los niños… lo tocan todo, lo manipulan, lo intentan romper. Sin embargo, a medida que nos vamos haciendo adultos, nuestra manera de aprender va cambiando.  Hasta tal punto cambia, que Skinner llega a afirmar que no aprendemos de la experiencia, porque somos incapaces de relacionar correctamente las contingencias de refuerzo (un comportamiento dado, en unas circunstancias concretas, da un resultado específico que hará que dicho comportamiento se repita o desaparezca).

          Efectivamente, no somos conscientes de dichas contingencias. Es más, determinados estímulos activan circuitos mentales que, al haber evolucionado en un ambiente diferente al que vivimos, no son adecuados. Por poner algún ejemplo: confundimos correlación con causa – efecto, el último número de una serie puede anclar nuestra respuesta ante una pregunta numérica, no calculamos correctamente las probabilidades de que un suceso ocurra (de hecho, confundimos probabilidad con posibilidad), predecimos mal nuestro futuro (lo hacemos en base nuestro estado emocional presente), nos inventamos parte de nuestros recuerdos, sobrevaloramos el conocimiento que tenemos del mundo y de las personas, así como nuestras habilidades, utilizamos mecanismos de defensa, y así muchas cosa más.

              Es por ello que, para aprender, se deben hacer cosas. Aprendemos haciendo. Y es por ello que en nuestros procesos de terapia y de coaching mandamos tareas para casa.  La realización de las tareas de casa, los deberes, ocupa una parte central en nuestros procesos. Su correcto cumplimiento nos permite alcanzar diversos objetivos:
-     Logran que la persona centre la atención en aspectos diferentes a los que acostumbra.
      -     Nos permite encontrar nuevos recursos dentro de cada persona.
      -     Van trasmitiendo, poco a poco, sensación de control sobre la propia vida.-           
-     Es gracias a ellas que podemos generalizar lo que aprendemos en el proceso de Coaching o de terapia a la vida diaria. De nada sirve “hacer cosas” en el despacho o en la consulta y que luego no podamos aplicarlo en nuestra vida, tanto en el ámbito personal como en el profesional, o el que sea. 

            Y sobre todo, lo más importante, es que las tareas para casa facilitan que la persona llegue a tener una experiencia emocional correctiva. La mayoría de los problemas y las limitaciones humanas no funcionan según la lógica tradicional, aristotélica, sino que funcionan en base a las emociones, al malestar que sentimos. Y ahí, usar la lógica, el razonamiento, es poco eficaz. Para cambiar, hay que descongelar las creencias antiguas y sustituirlas por unas nuevas, y el uso de datos es un camino muy largo para provocar las modificaciones que buscamos.

            Sin embargo, mediante el uso de emociones, mediante la experimentación de situaciones dolorosas o motivantes, logramos la fuerza suficiente para el cambio.

            La relación de ayuda que se crea, en coahing o en terapia, es profesional. Una persona, facilitadora de procesos de cambio, experta en comportamiento, pone a nuestra disposición su conocimiento,  sus herramientas, sus estrategias, para dar un paso adelante, para ganar en calidad de vida. La otra persona, el coachee o el paciente, tiene que poner su esfuerzo, su lucha diaria. Sin ello, no hay cambio y aparece la frustración y los sentimientos negativos hacia uno mismo.

            Con esfuerzo, los resultados saben mejor. Hágalos realidad. Comprométase… Aprenda haciendo. 

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