Esta semana vamos a hablar sobre
cuándo ir al psicólogo. Este es un
esfuerzo más en línea con la Organización Mundial de la Salud y la importancia de
reclamar la atención adecuada ante ciertos trastornos. Como en toda enfermedad,
diagnosticar y tratar a tiempo es una ventaja.
Para valorar si es necesaria la
ayuda psicológica es muy útil e importante observar si existen ciertos síntomas
asociados, como por ejemplo ansiedad, pérdida o aumento de apetito, inquietud
excesiva, insomnio o alteraciones del sueño, sensación de tristeza, cansancio
inusual, falta de concentración, etc. También es importante valorar si se han producido
cambios en el ambiente familiar, laboral
o personal que puedan haber desencadenado en parte el estado actual.
Debemos acudir al psicólogo cuando detectamos
que uno o varios problemas bloquean nuestra vida generando malestar,
impidiéndonos disfrutar de sus aspectos positivos o placenteros.
Debemos acudir al psicólogo
cuando...
-
Sintamos que la tristeza, la apatía y la
falta de ilusión empiezan a agobiarnos y a emitirnos el siempre equivocado
mensaje de que nuestras vidas carecen de sentido.
-
El negro o el gris tiñen frecuentemente
nuestros pensamientos y nos vemos incapaces de encontrar algo positivo en
nuestras vidas cotidianas.
- Todo a nuestro alrededor lo percibimos
amenazante y nos sentimos solos, incomprendidos o desatendidos.
-
Pensamos que la desgracia se ha cebado
en nosotros y comenzamos a asumir que todo nos sale mal y que las cosas no van
a cambiar.
- Estamos atados por miedos que nos
impiden salir a la calle, relacionarnos con otras personas, permanecer en un
sitio cerrado, hablar en público, viajar, etc... Es decir, cuando el temor o la
inseguridad nos impiden desarrollar nuestras habilidades y disfrutar de
personas, animales y cosas que nos rodean.
- La obsesión por padecer graves
enfermedades o contagiarnos de ellas nos lleva a conductas extrañas y
repetitivas, de las que no podemos prescindir sin que su ausencia nos genere
ansiedad.
-
Nos sentimos "con los nervios
rotos" y casi cualquier situación hace que perdamos el control y sólo
sepamos responder con agresividad o con un llanto inconsolable.
-
Nos damos cuenta de que fumar, beber o
consumir cualquier otra droga, apostar..., se ha convertido en una adicción de
la que no sabemos salir y que genera perjuicios importantes en nuestra vida o
en la que de quienes nos rodean.
- El estrés empieza a mostrarse a través
de sus síntomas psicosomáticos: insomnio, problemas digestivos,
cardiovasculares, sexuales...
- La ansiedad es una constante diaria, que
impide la estabilidad y serenidad necesarias para mantener un pensamiento
positivo, una conducta tranquila y el goce de los pequeños placeres cotidianos.
-
Los silencios, los desplantes o los
gritos sustituyen al diálogo, y los problemas de comunicación enturbian nuestra
relación con los demás.
-
Las dificultades sexuales afloran y
vivimos la angustia que causan la impotencia, la falta de deseo o de
sensaciones eróticas y, sobre todo, la imposibilidad de gozo y comunicación con
la persona destinataria de nuestro amor.
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