“Somos lo que somos porque primero
lo hemos imaginado”.
Donald Curtis.
Este año vamos a combinar en el
blog entradas en las que seguiremos explorando la realidad desde la Psicología y el Coaching, con otras en las que propondremos
ejercicios para practicar. Y como el tópico cada principio de año son los
buenos propósitos, pues vamos con ellos.
Casi todo el mundo tenemos
sueños. Y de esos sueños derivamos objetivos, proyectos, planes… Sin embargo,
algunas personas no tienen claro qué es lo que desean, y te dicen “sé lo que no quiero, pero no sé lo que
quiero”. Comenzar por saber lo que uno no quiere es un poco extraño. Y más
si tenemos en cuenta que a nuestro cerebro le cuesta trabajo procesar el “no”.
Lo que no queremos no nos motiva, nos lleva a tomar acciones para lograr nada,
tan sólo nos hace que lo evitemos o que huyamos. Por lo tanto, si queremos
cambiar nuestras vidas a mejor, tenemos que empezar por saber qué deseamos,
cuál es el producto final.
Una vez que ya tengamos nuestro
sueño definido, hay que tomar decisiones. En palabras de Tony Robbins: “No sólo tiene que decidir con qué
resultados quiere comprometerse, sino también la clase de persona que se
compromete a ser. Tiene que plantearse criterios para lo que considere un
comportamiento aceptable para sí mismo y decidir qué debe esperar de aquellas
personas que le importan”. Son tres las cosas sobre las que hay decidir:
sobre qué prestamos atención (lo que ocupa nuestra mente determina nuestra
calidad de vida y – nuestras conversaciones -), cómo interpretar las cosas y
qué hacer para lograr la vida que deseamos.
Podríamos decir que ya sabemos
que tenemos que tomar decisiones, que el compromiso es fundamental, pero ¿y si
seguimos sin saber dónde ir?
Para empezar a crear un
resultado, primero nos vamos a fijar en qué nos genera dolor, sufrimiento, y,
también, en qué nos genera placer. Vamos con un ejercicio: escribe tres
propósitos de año nuevo, de esos que nos
repetimos cada año y que ninguno hacemos. Después, escribimos debajo de cada
uno de ellos la respuesta a la pregunta ¿por qué no lo he hecho? El tercer paso
es anotar qué placer obtenemos no realizando esa acción que nos proponíamos. O,
desde otro punto de vista, qué dolor estamos evitando. En cuarto lugar, nos
responderemos a la pregunta ¿qué sucedería si no…? Y por último, imagina con
todo lujo de detalle que sucederá cuando logres esa meta que te habías planteado.
Un ejemplo. Dejar de fumar, que
es una buena intención cada uno de enero. ¿Por qué no he dejado de fumar? ¿Qué
placer me genera? Seguro que la respuesta es “me desestresa, me relaja…” y qué
dolor evita, que probablemente sea “el mono” “la ansiedad”. ¿Qué sucedería si
no dejo de fumar? Desarrollaré enfermedades cardiovasculares, problemas
respiratorios, incluso un cáncer. Y si lo dejo, sin embargo, estaré sano,
respiraré con más profundidad…
Si queremos saber qué queremos,
debemos fijarnos, por un lado, en aquello que nos gusta, que nos agrada, y por
el otro, en lo que nos genera aversión. Como ya hemos dicho muchas veces, autoconocernos
requiere esfuerzo y un poquito de observación. Podemos tomar nota de aquellas
cosas con las que disfrutamos (bailar, salir con los amigos, charlar, leer,
estudiar…) de aquellas cosas que nos gustan (un modelo de coche, una casa, ropa
de una marca concreta…).
Las emociones nos influyen, no
somos tan racionales. Si queremos lograr metas, empecemos por comprender hacía
qué nos acercamos y de qué nos alejamos. Y después, podremos crear sueños que
nos motiven y nos den la energía mental suficiente para, cada día, dar un
pasito en la mejora de nuestras vidas.
¡Feliz 2013!
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