martes, 24 de abril de 2012

CUENTOS CHINOS

            Otra semana más en las que las noticias económicas nos dejan helados. Hemos pasado, de la incertidumbre al miedo. Y el panorama no es nada halagüeño: han subido los impuestos, los servicios básicos se reducen, el paro crece, despedir es muy barato, hay que copagar (más) los medicamentos…

            Un ejemplo del absurdo de la situación a la que hemos llegado, es el estatus de la psicología clínica en España. Para poder realizar tratamiento y diagnóstico en este bendito país, tienes que ser especialista en Psicología Clínica, y no puedes hacerlos si eres psicólogo del trabajo o psicólogo social. El único camino que existe para la obtención del título es mediante el PIR (psicólogo Interno Residente), que consiste en superar un examen – oposición y, si apruebas y tienes plaza,  pasar tres años de residente en hospitales. Claro, esto significa que, de 5000 psicólogos que ejercen, sólo unos 400 pueden seguir haciéndolo. ¿Y cómo se soluciona? Pues los licenciados antes de 1998 tienen que demostrar 10 años de experiencia clínica y los licenciados posteriores a esa fecha han de aprobar un máster de 400 horas, con el gasto económico que ello conlleva. Lo que significa que, los menores de 35 años, se tienen que gastar el dinero en más estudios. ¿No parece ridículo? Al final, pueden trabajar quienes hacen una inversión en sí mismos, tanto de dinero como, y no más importante, esfuerzo.

       Algunas cosas que nos está enseñando dolorosamente esta  crisis, es que dependemos de  nosotros mismos. Que nuestras decisiones son las que determinan nuestras vidas. Es curioso, pero tanto los libros de autoayuda como la economía comportamental nos lo llevan diciendo mucho tiempo: la calidad de nuestra vida depende de las decisiones que tomamos. Les ponemos dos ejemplos. Dan Ariely, en “Las ventajas del deseo”,  muestra, experimentalmente, como una decisión puede arrastrar decisiones posteriores. Anthony Robbins, en “Despierta al Gigante que llevas dentro”, declara que intentamos ser coherentes con nosotros mismos y por ello, nuestras actuaciones van en esa dirección constantemente.

          Nosotros defendemos que el comportamiento es un sistema que depende de diversos factores: genética, cultura, ambiente… y algunas partes de éste lo controlamos y otras no. No controlamos que en esta crisis las personas que más desempleo sufran sean aquellos que menos formación tienen, mujeres y mayores de 55 años. Son factores no controlables. Uno no elige su edad ni su sexo, pero sí elige su formación. Y la formación reglada es una parte. La formación en habilidades, valores y autogestión es la otra parte, que las instituciones públicas no favorecen. Cada uno se la debe buscar. E invertir en este tipo de desarrollo personal, lejos de gastar por gastar, es una de las mejores inversiones que podemos realizar. Si no somos capaces de gestionar nuestras emociones, nuestros impulsos, si nos hemos acostumbrado a que todo vale para conseguir lo que queremos en un momento dado, nunca generaremos la suficiente confianza en los demás para que ellos inviertan en nosotros, bien dándonos un trabajo, bien asociándose a nosotros en una empresa.

            Nos ha tocado un tiempo difícil. Sin embargo, aprender inglés depende de nosotros mismos, desarrollar habilidades de inteligencia emocional, negociación, comunicación y trasmisión de ideas, depende de nosotros mismos. Aprender depende de nosotros mismos. Prossem le ofrece soluciones en estas áreas. Lo demás, las quejas, el pesimismo… son cuentos chinos…. 

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