martes, 17 de abril de 2012

TERAPIAS DE TERCERA GENERACIÓN

Olvido de lo criado
Memoria del Criador
Atención al interior
Y estarse amando al Amado
(Suma de perfección. San Juan de La Cruz).


            No nos hemos vuelto locos. Iniciamos este post con un poema de San Juan de la Cruz porque resume, con exactitud, lo que la ciencia psicológica nos trata de enseñar en los últimos veinte años. Vamos con ello:

            La mente es un conjunto de módulos mentales que son independientes los unos de los otros. Cada módulo mental se dedica a hacer aquello para lo que evolucionó: buscar pareja, mantenerla, detectar el pensamiento y las emociones de la persona que tenemos enfrente, proteger a nuestras familias… Y cada módulo no tiene nada que ver con el otro. Podemos llegar a tener incluso creencias contradictorias. Y no hay un centro especial que domine a las demás, que gestione al resto del cerebro. No. Nuestro cerebro es un sistema de distribución de la información, tremendamente eficientes, de computación desarrolladas por selección natural. (Hemos repetido esta idea varias veces). Nuestro cerebro no deja de funcionar nunca. Está constantemente trabajando. Y, a veces, necesitamos parar.

           Albergar creencias falsas puede ser una ventaja competitiva. Ya sabemos que vivimos convencidos, pero equivocados. Funcionamos mejor así. Vivimos equivocados sobre nosotros mismos. En un entorno donde las relaciones sociales son fundamentales para la supervivencia, creerse mejor profesional de lo que uno es, más guapo, sobrevalorar nuestras habilidades y nuestros conocimientos nos permite lograr mejores trabajos, mejores parejas y mayor calidad de vida.

         Pero como especie evolucionada por selección natural, también desarrollamos problemas. Uno de  ellos es el estrés. Los psicólogos evolucionistas dicen que el estrés se genera porque nuestra mente ha nacido para solucionar problemas en un medio ambiente totalmente diferente al actual. Esta idea nos ayuda a encontrar nuevas formas – que en realidad son muy antiguas – de tratar los problemas de la mente. Un ejemplo de ello son las terapias de tercera generación.

            La primera generación pretendía romper con la tradición psicoanalista de la terapia, y quiso basar ésta en los principios establecidos científicamente, que eran los del aprendizaje: el condicionamiento Clásico y el Operante. Sin embargo, con estos principios, no se podía solucionar una gran cantidad de problemas psicológicos adultos. Entonces se pasó a las terapias de segunda generación. En ellas, se tenían en cuenta otro principio: el pensamiento era la causa del comportamiento humano. Si tienes una creencia disfuncional, por ejemplo, “soy feo”, esta determinará tu comportamiento y no  ligarás nunca. Entonces, se reestructura tu pensamiento, se te enseñan habilidades sociales y te conviertes en un Ross Jefries – un escritor americano famoso por ser el primero en inventar un método de seducción y venderlo en seminarios -. El problema de esta idea, es que cualquier dolor o malestar se puede erradicar. Y eso le viene bien a los charlatanes y a las farmacéuticas. La mayoría de las terapias estandarizadas pertenecen a esta segunda generación. Sin embargo, los datos experimentales no dejan en tan buen lugar a la segunda generación. Solucionan algunos problemas más que la primera, pero producen efecto rebote y efectos secundarios. Por no hablar de la actual polémica de la sumisión a la industria farmacéutica, desde los redactores del DSM V, donde se han querido introducir  trastornos para los que ya existen pastillitas o la ineficacia de los antipsicóticos más frecuentes y novedosos.

           Y llega la tercera generación. Si en la primera el foco eran las contingencias de refuerzo,  en  la segunda los fenómenos internos (como pensamientos, creencias y emociones y su forma),  en esta tercera es el contexto y la función de los fenómenos psicológicos. Mientras en las dos primeras se trataba de eliminar lo disfuncional, en la tercera se trata de generar repertorios amplios, flexibles y efectivos. Dentro de la tercera generación está la terapia de aceptación y compromiso, la terapia analítica funcional, la terapia de integración de pareja, la terapia icónica, la Programación Neurolingüística y la terapia cognitiva con base en Mindfulness.

           En realidad, en Prossem ya hemos hablado de todo ello e incluso ofrecemos formación en algunas de estas técnicas. Por ejemplo, ponemos a disposición el único practitioner en PNL del mercado en que hemos discriminado técnicas que ayudan a la comunicación o gestión de los propios estados internos de aquellas que son sólo mera paja para rellenar libros para crédulos. Es cierto que, una tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. Pero cualquier magia, lo suficientemente analizada, es indistinguible de la ciencia.

            Las técnicas de tercera generación son experienciales, se basan en experimentar, sentir o vivir experiencias. Y se relacionan con prácticas como el Budismo, el Taoísmo o el Sufismo. No es así. El uso de la respiración ya se usa en psicología como método de relajación y era conocido en el sigo XVI por San Ignacio de Loyola o por los autores de la Filocalia (conjunto de escritos de místicos Cristianos que van de siglo IV hasta el XVI) cuyo método de contemplación, la Oración de Jesús, se basa en la concentración y la respiración.

            Ante un mundo que nos propone estar superconectados a través de Internet, redes sociales, sistemas de envío de mensajes de texto… que dispersan nuestra atención y nos vuelve superficiales, buscar un rato de soledad, centrar la atención sobre un fenómeno, una lectura o lo que sea, y mantenerse así, callado, un tiempo, además de reducir el estrés diario, nos hace más humanos. Y la Psicología lo refrenda. 

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