Parece que se nos
olvida, frecuentemente, que en la vida hay reglas, muchas de ellas no
escritas. Una de ellas es, en palabras
de una conocida película, que “Lo que
hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad”. Y se nos olvida que el
tiempo biológico, el psicológico y el geológico son completamente diferentes.
Nuestros actos tienen
consecuencias. En algunos casos son internas, difíciles de predecir. Vivir con
elevados niveles de estrés – que se trasmite en conductas poco eficaces - puede generar que nuestro organismo esté lleno
de catecolaminas y corticoides, que poco a poco van generando un proceso de ateroesclerosis
que puede acabar en un infarto. Otras
son visibles. En un enfado, expresamos sentimientos y lanzamos toda nuestra artillería
contra la persona u objeto foco de nuestro enfado. Y no nos paramos a pensar
las consecuencias de este enfado.
¿Qué es lo que sucede
realmente? La realidad es que nuestra conciencia no es tan buena. Algunos
psicólogos experimentales piensan que, de hecho, es un epifenómeno, es decir,
una cualidad emergente, que no tiene un objetivo y que simplemente surge de la
propia actividad de la mente. Y afirman que esto es así porque ¿qué es primero?
¿La emoción o la interpretación que hacemos de ella? Somos conscientes de los
productos de nuestra mente, pero no de los procesos que llevan a esos
productos.
Las principales áreas
de nuestra inconsciencia son cuatro. No sabemos quienes somos realmente, no
sabemos por qué hacemos lo que hacemos, no sabemos cómo nos sentimos y no
sabemos predecir cómo nos sentiremos. Y este fenómeno se produce por un asunto
tremendamente sencillo: nuestros sentidos y nuestro cerebro procesan alrededor
de once millones de unidades de información. Y una actividad consciente como leer
necesita alrededor de cincuenta unidades de información. Además, nos cuesta reconocer la influencia de
nuestros procesos inconscientes en nuestro comportamiento, cuando es fácil
demostrar lo lejos que está nuestro discurso – cómo justificamos nuestra conducta
– y los motivos reales de ella. Y
tampoco queremos aceptar que nuestros procesos de pensamiento son irracionales
y están repletos de sesgos cognitivos, que también son fáciles de probar.
Esa diferencia entre el
self (el concepto de uno mismo) declarativo – lo que decimos de nosotros mismos
– y el self inconsciente se puede medir. Un test de personalidad clásico mide
nuestra parte declarativa, las narrativas que nos contamos a nosotros mismos,
cuya función es integrar cada parte de nosotros en un todo coherente. Y existen
pruebas como las “si…- entonces…” que
miden nuestro comportamiento en un momento dado que nos permiten inferir nuestro inconsciente
adaptativo. Y, en ocasiones, la
distancia entre ambos “yoes” es abismal. Por eso, todos tenemos la experiencia
de fracasar al intentar lograr una meta, como dejar de fumar, no picar entre
horas, llevar correctamente la medicación en una enfermedad crónica. O queremos
decir qué deseamos y cómo nos sentimos y terminamos en una discusión, los que
se dejan llevar por la ira, siguen dejando el control de su conducta a la ira,
a la persona triste, la dejadez y la tristeza le gana cada día más terreno o
mantenemos formas de ver el mundo completamente disfuncionales. ¿Qué podemos
hacer para salir de éstos círculos viciosos?
Richard Taleb – autor
de “El cisne Negro” - y Timothy
Wilson – autor de “Strangers to
ourselves” – demostraron que aquellas personas cuya distancia entre su “yo
declarativo” y su “yo no consciente” era menor, presentaban un mejor ajuste
psicológico. Por tanto, el objetivo debe ser reducir la distancia,
autoconocernos, y saber qué es lo que realmente nos motiva, cómo somos, cuáles
son nuestros gustos y qué cosas nos hacen sufrir, cómo nos influyen nuestras
emociones y según qué decisiones tomemos, cómo nos sentiremos. Dejar de
autojustificarnos y tomar la responsabilidad de nuestras vidas. Para ello, tenemos
a nuestro alcance numerosos recursos como el Coaching, la terapia o la
formación en habilidades.
En Prossem ofrecemos herramientas formativas que tiene
en cuenta el orden natural. Queremos que las personas que participan en
nuestros talleres salgan de ellos con los conocimientos y las estrategias
necesarias para iniciar el cambio que deseen. Y sobre todo, que tengan un
respaldo experimental. Para
que del grito que hoy damos en el vacío, mañana tan solo quede el eco.
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