jueves, 14 de febrero de 2013

CUESTIONES DE ORDEN.


        Parece que se nos olvida, frecuentemente, que en la vida hay reglas, muchas de ellas no escritas.  Una de ellas es, en palabras de una conocida película, que “Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad”. Y se nos olvida que el tiempo biológico, el psicológico y el geológico son completamente diferentes.

        Nuestros actos tienen consecuencias. En algunos casos son internas, difíciles de predecir. Vivir con elevados niveles de estrés – que se trasmite en conductas poco eficaces -  puede generar que nuestro organismo esté lleno de catecolaminas y corticoides, que poco a poco van generando un proceso de ateroesclerosis que puede acabar en un infarto.  Otras son visibles. En un enfado, expresamos sentimientos y lanzamos toda nuestra artillería contra la persona u objeto foco de nuestro enfado. Y no nos paramos a pensar las consecuencias de este enfado.

        ¿Qué es lo que sucede realmente? La realidad es que nuestra conciencia no es tan buena. Algunos psicólogos experimentales piensan que, de hecho, es un epifenómeno, es decir, una cualidad emergente, que no tiene un objetivo y que simplemente surge de la propia actividad de la mente. Y afirman que esto es así porque ¿qué es primero? ¿La emoción o la interpretación que hacemos de ella? Somos conscientes de los productos de nuestra mente, pero no de los procesos que llevan a esos productos.

        Las principales áreas de nuestra inconsciencia son cuatro. No sabemos quienes somos realmente, no sabemos por qué hacemos lo que hacemos, no sabemos cómo nos sentimos y no sabemos predecir cómo nos sentiremos. Y este fenómeno se produce por un asunto tremendamente sencillo: nuestros sentidos y nuestro cerebro procesan alrededor de once millones de unidades de información. Y una actividad consciente como leer necesita alrededor de cincuenta unidades de información.  Además, nos cuesta reconocer la influencia de nuestros procesos inconscientes en nuestro comportamiento, cuando es fácil demostrar lo lejos que está nuestro discurso – cómo justificamos nuestra conducta – y los motivos reales de ella.  Y tampoco queremos aceptar que nuestros procesos de pensamiento son irracionales y están repletos de sesgos cognitivos, que también son fáciles de probar.

        Esa diferencia entre el self (el concepto de uno mismo) declarativo – lo que decimos de nosotros mismos – y el self inconsciente se puede medir. Un test de personalidad clásico mide nuestra parte declarativa, las narrativas que nos contamos a nosotros mismos, cuya función es integrar cada parte de nosotros en un todo coherente. Y existen pruebas como las “si…- entonces…”  que miden nuestro comportamiento en un momento dado que  nos permiten inferir nuestro inconsciente adaptativo. Y,  en ocasiones, la distancia entre ambos “yoes” es abismal. Por eso, todos tenemos la experiencia de fracasar al intentar lograr una meta, como dejar de fumar, no picar entre horas, llevar correctamente la medicación en una enfermedad crónica. O queremos decir qué deseamos y cómo nos sentimos y terminamos en una discusión, los que se dejan llevar por la ira, siguen dejando el control de su conducta a la ira, a la persona triste, la dejadez y la tristeza le gana cada día más terreno o mantenemos formas de ver el mundo completamente disfuncionales. ¿Qué podemos hacer para salir de éstos círculos viciosos?

        Richard Taleb – autor de “El cisne Negro” - y Timothy Wilson – autor de “Strangers to ourselves” – demostraron que aquellas personas cuya distancia entre su “yo declarativo” y su “yo no consciente” era menor, presentaban un mejor ajuste psicológico. Por tanto, el objetivo debe ser reducir la distancia, autoconocernos, y saber qué es lo que realmente nos motiva, cómo somos, cuáles son nuestros gustos y qué cosas nos hacen sufrir, cómo nos influyen nuestras emociones y según qué decisiones tomemos, cómo nos sentiremos. Dejar de autojustificarnos y tomar la responsabilidad de nuestras vidas. Para ello, tenemos a nuestro alcance numerosos recursos como el Coaching, la terapia o la formación en habilidades.

        En Prossem ofrecemos herramientas formativas que tiene en cuenta el orden natural. Queremos que las personas que participan en nuestros talleres salgan de ellos con los conocimientos y las estrategias necesarias para iniciar el cambio que deseen. Y sobre todo, que tengan un respaldo experimental. Para que del grito que hoy damos en el vacío, mañana tan solo quede el eco.

 

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