martes, 21 de febrero de 2012

PSICOLOGÍA PARA COACHES

            Desde la Ilustración tenemos una manera de saber qué cosas son verdad y qué son mero cuento. Por ejemplo, sabemos que la tierra gira alrededor del sol (no siempre se supo), que estamos en una galaxia perdida a un lado del universo, que no siempre hubo vida en la tierra, que la que hay cambia y mucho. Sabemos cómo funciona, más o menos, el cuerpo humano y podemos curar enfermedades y tumores, usamos la tecnología para mejorar la vida – incluso inventamos corazones artificiales- o para diagnosticas e intervenir. Otras cosas, como un acelerador de partículas, no sabemos para qué se han inventado pero ya nos lo dirán los científicos. Lo más bonito de todo, son los límites a los que la ciencia no ha sido capaz de batir, pero se lucha día a día para superarlos. Imagínense si damos con la tecla para crear vida sintética… las aplicaciones médicas son inimaginables.

            La ciencia aplicada es maravillosa. Pero desgraciadamente llama más la atención aquello que es altamente visible y poco representativo – como un trasplante de rostro completo o la oveja Dolly -. No nos centramos en la ciencia del pensamiento, de las emociones y del comportamiento. Por ejemplo: todavía hay quien afirma que las pirámides las construyeron los extraterrestres, que el 11 de Septiembre fue una conspiración del propio gobierno de los EE.UU, que la ética del trabajo depende de la visión protestante del Cristianismo o que Nostradamus predijo el fin del mundo. Nos podemos reír, pero existen personas que piensan así, que ven programas al estilo “Cuarto Milenio” y se gastan doscientos mil dólares por una tostada en la que aparece la cara de la Nuestra Señora La Virgen de La Soledad (caso real ocurrido en EE.UU).

            Así que no nos debe extrañar que compremos excelentes aparatos en la teletienda que nos rejuvenecen o nos ponen un cuerpo excepcional, sin esfuerzo, eso sí, hagamos caso de las recomendaciones médicas de nuestro vecino, nos apuntemos a la dieta Dunkan o a las pastillitas que para adelgazar, se recomienda una dieta baja en grasas y ejercicio diario, nos den rayos ultramagnéticos en una pierna que nos han operado y nos duele, o nos compremos un piso porque nunca bajan de precio.    

            Tampoco deberíamos afearle la conducta a quienes ven programas de televisión basados en la vida de los demás o a los que cuentan su vida en verso, prosa y latín a través de Facebook, Twitter o derivados. Ni a aquellas personas que están enganchadas a  sistemas electrónicos de mensajería, chats o similares. Deberíamos tener compasión de la mujer, casada, que se siente sola, que sólo sabe decirle a su marido que es lo que tiene que hacer o del marido, desgraciado él, que va a trabajar, después al bar y evita a su mujer, entre otras cosas, porque se le ha olvidado comprar el pollo para la cena. Nos debería generar cierto grado de compasión las parejas cuya vida sexual es menos frecuente que la de los Gorilas (cada cinco años) o que buscan amigos para contarse “sus” problemas.

            Vive en el mundo una categoría especial de personas que, en lugar de ir al médico, toman todo tipo de plantas, soluciones homeopáticas y similares, que además, te vende la parafarmacia del hipermercado del barrio. También ha evolucionado una nueva especie de ser humano, que aún no tiene nombre, que consume libros de autoayuda o de gestión empresarial. O la especie que no comete errores y, por tanto, no tiene ni la más mínima consideración hacia los errores de los demás. O los que creen que las cosas se deben decir, a la cara, con los modales que sean, y allá tú cómo te sientas, que la vida no es un sofá. Dentro de la magnitud humana, están también los que actúan, que el truco está en hacer, y las consecuencias de mis actos ya llegarán, si es que llegan.

            Una mención especial la tiene el Homo Financiero. Todos sabemos cómo salir de esta crisis, todos la vimos venir – menos los gobiernos, que eran unos inútiles, fuesen del país que fuesen o del color del partido de turno –  y cuando los efectos de la recesión nos tocan, es que somos unos pobres, que la mala suerte se ceba con nosotros, que nos desvivimos por salir de ésta, como sea.

            La información es un veneno peligroso. Y con Intenet, más. Consumimos más telediarios que nunca, más periódicos que en otro momento de la historia (los digitales son “gratis”, que ya pagamos la conexión) y más opiniones que nunca jamás. Además, tenemos la posibilidad de elegir a aquellos que dicen justo lo que queremos oír. Qué casualidad.

            Lo peor de todo esto, bromas aparte, es que este tipo de comportamientos ya los predice una ciencia, la Psicología, que generalmente está denostada. Y puede aportar mucho para mejorar nuestras vidas. Si somos conscientes de los errores de nuestro cerebro, podemos poner remedio. Si no, difícilmente. Y seguiremos pensando que en Marte hay seres verdes.

            Transmitir conocimientos básicos de Psicología para aplicarlos a procesos de Coaching  es uno de los objetivos de Prossem.  El objetivo del Coaching es la mejora personal o grupal, mediante la consecución de unos objetivos previamente diseñados. Es transformar una serie de limitaciones, en recursos, en capacidades. El Coach que conoce y comprende los procesos de percepción, de personalidad, de pensamiento y de las emociones, puede llegar a lo más profundo de sus clientes y acompañarles en el camino de transformación que supone todo el proceso.

            El Coach puede utilizar las herramientas que crea oportunas: Programación Neurolingüística, eneagrama, esquemas de preguntas… lo que quiera. En definitiva, está ayudando a una persona a modificar su comportamiento para que logre su metas, o sea más eficaz en el trabajo, o gestione de forma excelente un grupo.  Nosotros, le aportamos una herramienta más. La ciencia del comportamiento, del cambio y de, para quien quiera, ver la vida con otros ojos. 

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