Tras varias semanas “pendientes”
de Bankia, hoy vamos a cambiar de tercio.
El lenguaje es una
herramienta fundamental para la comunicación. En los cursos para vendedores o
sobre comunicación, en seminarios de PNL, citan un estudio que llegó a la conclusión
que sólo el 7% de la comunicación es lingüística. El resto, es comunicación no
verbal, como gestos, posturas, tono de voz… Nosotros creemos que ese 7% no es
real y que el lenguaje representa una proporción mayor.
El lenguaje determina e
influye nuestra manera de pensar, a través de nuestra lengua materna. Nos
hablamos a nosotros mismos en esa lengua y racionalizamos nuestro
comportamiento a través del lenguaje.
Las palabras pueden actuar
como estímulos ARD, es decir, afectivos – pueden generar emociones -,
reforzadores – pueden aumentar o disminuir la frecuencia de un comportamiento –
y directivas – pueden tomar control de un comportamiento-.
El lenguaje también nos
puede confundir. Sabemos que el número de palabras que se usa en una conversación
correlaciona con mostrar inteligencia, y si tu compañero es del otro sexo, con
estrategias de emparejamiento. Podemos poner tono de voz de enfado o de
interesante, pero si no encuentras las palabras o no generas frases con
sentido, difícilmente pareces inteligente. Por otro lado, la mayoría de los test
de inteligencia son verbales, necesitas del lenguaje para realizarlos.
Y para el procesamiento
del lenguaje, el cerebro usa sus dos hemisferios. Hay pocos procesos que hagan
trabajar al cerebro tanto.
Queremos resaltar la
importancia del lenguaje porque, a base de dejarlo de lado, estamos perdiendo
la herramienta fundamental de la mente. El cerebro habla mediante conversión de
señales eléctricas en nuevas señales eléctricas o químicas, Pero la mente se
expresa mediante el lenguaje. Nuestra mente no está preparada para pensar en
grades números. Pero sí para emitir frases a un interlocutor. La mente es
irracional y las irracionalidades son predecibles, gracias al lenguaje.
En los momentos de crisis,
como el actual, ser capaces de expresarnos claramente, evitar incoherencias y
ambigüedades, es un activo fundamental. Podremos caer bien o mal - el lenguaje también influye en nuestra
autoimagen y cómo la manifestamos -. Pero nadie debería poder echarnos en cara
que no somos transparentes.
¿Qué tiene que ver esto
con la economía? Pues que la imagen que transmitimos depende de nuestra
capacidad para el lenguaje. Lo que queda en la memoria no es el gesto del
presidente del gobierno. Lo que queda es si dijo blanco y luego ha sido negro.
Y en las finanzas personales actuamos igual que con el lenguaje. No nos paramos
a pensar, a seleccionar las palabras, a buscar la estructura correcta de
nuestro discurso, sino que nos sentamos en una oficina bancaria y que sea lo
que dios quiera mientras nosotros no perdamos y ganemos el mayor tipo de
interés posible. Luego nos encontramos que tenemos participaciones preferentes
que no valen nada o que recuperaremos mediante bonos a 10 años o acciones que
valen la mitad que hace un año.
Para defenderse en la vida
ante las palmaditas en la espalda, los abrazos, las expresiones de confianza –
el director de toda la vida – los halagos o los estados emocionales de los
demás, se necesita potenciar el lenguaje, aprender cómo se desarrolla, cómo
funciona y aprender a expresarse de la manera correcta. Necesitamos volver a la
racionalidad, porque las decisiones se toman emocionalmente, y ahí, los sesgos
mentales de los que ya hemos hablado en otras entregas son los ganadores.
La desafección social de
España se ve en cómo maltratamos el lenguaje y nuestra lengua. Es penoso ver a
figuras televisivas gritando pero incapaces de juntar tres palabras. Y es más
penoso, comprobar que son los comportamientos que imitamos. Y es triste, muy
triste, que el modelo de comunicación sea un conocido programa de sobremesa o
un concurso donde encierran a gente en una casa.
Así no. Así no se sale de la crisis. Se sale con voluntad, con determinación y con esfuerzo. Con un objetivo en mente. Y el lenguaje te delata si estás dispuesto o solo esperas a que las cosas cambien solas.
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