Según la Organización Mundial
de la Salud , en
España 2.3 millones de personas (un 6 % de la población), sufre alguna
alteración relacionada con la ansiedad y el estrés. Otros estudios suben el porcentaje al 13 %, y
los más atrevidos afirman que la sufren 1 de cada 3. Confesamos que este último
dato no lo hemos encontrado en estudios bien formulados, pero el de la OMS sí lo está y es elevado. Se
refieren a trastornos catalogados en clasificaciones internacionales, como la CIE (Clasificación
Internacional de Enfermedades) – 10 o el DSM – IV (Manual Diagnóstico
Estadístico).
Hay otros pequeños estados de ansiedad, que
agotan igual, y que aparecen en el día a día. La sensación de dormir y no
descansar, que te duele en un sitio o en otro, resultados mediocres en
situaciones donde no deberías tener problemas, discusiones frecuentes con las
personas cercanas, descontrol en las comidas, aumento de peso, incremento de
conductas destructivas como el consumo del tabaco o del alcohol son síntomas de
no estar sabiendo gestionar la situación actual. El malestar psicológico que se
genera se transmite y, como toda emoción, se contagia. Y aparece el síndrome de
quemado o síndrome Burnout. Las
relaciones se vuelven superficiales y no dedicamos ni tiempo ni esfuerzo para
la pareja, la familia o la resolución de conflictos. “Yo soy así”, “esto es lo
que hay” y “es el otro el que debe cambiar” son síntomas de ese estrés del día
a día.
Podemos identificar las causas que generan este
estrés. La primera de ellas es, precisamente, la falta de tiempo. Tenemos
electrodomésticos, mail, teléfonos, coches…y sin embargo, siempre nos falta
tiempo. Dedicar 5 ó 10 minutos a hacerse una lista de tareas diaria o a
organizarse es altamente beneficioso. Aún así, se nos olvidarán cosas. Porque
la segunda causa es, que no somos multitarea. No podemos abarcar todo, no
podemos controlar todo. La tercera causa, también relacionada con las
anteriores, es la falta de concentración. Kurt Lewin afirma que una tarea inacabada ocupa recursos
mentales. Si cuando estás realizando una
tarea te piden que hagas una cosa, la que sea, el resultado de la primera tarea
se verá dañado.
Otras dos causas del estrés diario son la
incapacidad para ser asertivos, en su doble vertiente: saber decir que no y
saber defender nuestros derechos o posiciones. Saber decir que no es
importante. Ceder constantemente por miedo a la reacción de los demás es una de
las principales fuentes de malestar psicológico. No saber defender tus
posiciones y derechos también genera sufrimiento.
Sin embargo una de las causas que más nos
preocupa, porque nos la estamos encontrando a diario, es no saber aceptar un
no. Hay personas que les dices que no y
su enfado e ira alcanzan cimas más altas que el Himalaya. Sin embargo, la clave
para el éxito consiste en el autocontrol y el autocontrol es saber diferir
refuerzos. Es aprender a soportar un no y gestionar el estado de ánimo que nos
genera. Existe un estudio clásico de 1970 dirigido por Walter Mischel. En él,
se pedía a niños de 4 años que, cuando sonaba una campana, podían recoger un
caramelo. Pero si esperaban un cierto tiempo cuando sonaba la campana,
recibirían dos. En los vídeos de los
experimentos es muy gracioso ver a los niños hacer de todo para aguantar y no
ir a por el caramelo ante el sonido de la campana. Se muerden las uñas, golpean
el suelo, gritan… para no ir a por el caramelo y conseguir dos. Algunos
niños aguantan un minuto y otros hasta
quince. ¿Qué pasó con estos niños? Pues los que esperaron más tiempo, fueron a
las mejores escuelas y además, tuvieron mejores resultados en su vida adulta.
La capacidad para demorar una gratificación
correlaciona con el estatus económico y con el estilo de padres que vamos a
ser. Y la falta de esta habilidad predice el divorcio, el consumo de drogas y
alcohol e ingresos económicos bajos.
Ante las investigaciones que revelan estos datos
sólo nos queda recordar una frase atribuida a Shakespeare: la vida que no es
examinada, no merece ser vivida. Todos tenemos algo que cambiar. En Prossem
ofrecemos la posibilidad de aprender las herramientas necesarias para su gestión
personal. Merece la pena aprenderlas y practicarlas. Nuestro bienestar mental
depende de ello.
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