martes, 8 de noviembre de 2011

LA EDAD DEL MIEDO

            Cuando éramos estudiantes de colegio o instituto, nos enseñaban que la historia de la humanidad estaba dividida en etapas. Cada una de estas etapas se llamaba “Edades”. Y una era la “edad de piedra”, otra “la edad de hierro” y ahí nos quedamos casi todos. Si tuviésemos que calificar nuestra época, ¿Cuál seria el nombre adecuado?

            Lo primero que se nos viene a la cabeza, seria la edad de Internet. Pero, si tenemos en cuenta que es un recurso escaso para la población africana, gran parte de latino América y Asia, lo descartamos. Otro nombre podría ser “la edad de la información”. Pero nos sucede lo mismo. La información es un recurso inexistente en gran parte del planeta. Bueno, pues la “edad de la ciencia”, o “de la medicina”. Y aquí, la ciencia y la medicina favorecen a los mismos, motivo por el cual tampoco valoramos llamarla la “edad del bienestar”.

            Entonces, reflexionamos y nos preguntamos qué es lo que todos los seres humanos poseen. Somos bípedos, tenemos un cerebro privilegiado, tenemos lenguaje…sentimos emociones. Y las emociones deben ser importantes, porque venden. Y mucho. La Inteligencia Emocional, La auténtica Felicidad, Optimismo Inteligente, son algunos títulos que encontramos en las librerías occidentales. Pero no vemos a los habitantes del cuerno de África muy preocupados por ser optimistas y sí por comer cada día.

            Está bien, pensemos en el Amor. Es una emoción poderosa. Se nos llena el cerebro de dopamina y de oxitocina y… hacemos poemas, libros… y cuando estamos con la persona amada creemos que el cielo existe y que ya estamos en él. Sin embargo, cuando pasa el tiempo, el cielo ya no es azul. Y qué decir de los hindúes a los que les conciertan el matrimonio, en el que el amor, como el valor en el ejército, se presupone. No. Decididamente, la edad del amor no es un nombre muy bueno.

            Lo peor son las emociones negativas. Y son las siguientes en la lista. La “edad del dolor” es un título impropio. ¡Con la de esfuerzo y dinero que se gasta en mitigar el dolor! La edad de la tristeza. “¡Uff!”, en Occidente nuestras depresiones valdrían una década, pero no una edad.

            Definitivamente la edad, nuestra edad, es la Edad del Miedo. El miedo es universal. En el cuerno de África, a morir de hambre. En Europa, a perder el estado de bienestar. A perderlo todo. Miedo a ver sufrir a los hijos. A morir de una forma violenta.

            Centrándonos en Occidente, la crisis económica ya no es un estímulo que genere miedo. Todos los días, todos los santos días, nos encontramos con noticias sobre la deuda, el paro, las empresas que cierran, los desahucios de los que no pagan, los indignados y el fin del mundo que las noticias pregonan cada día.

            La economía va mal. Vale. Pero es que no va mejor la sociedad. El maltrato a mujeres no desciende, el número de víctimas está estancado, no baja. A parte de las familias rotas, los vecindarios no son seguros. Las columnas de sucesos están llenas. Cada día, uno tras otro, podemos leer como unos seres humanos destruyen a otros seres humanos. (Y no queremos valorar ya en otro tipo de sociedades más pobres).


            Tenemos miedo a todo. A los que son religiosos, porque lo son. A los que no lo son, porque rompen las costumbres. A los ricos porque explotan, a los pobres porque quieren robar. La angustia domina a los habitantes de las poblaciones urbanas.

            Como será que Juan Pablo II inició su pontificado con un “no tengáis miedo”.

            Comprender cómo funciona el miedo, cómo influye en nuestro comportamiento y cómo podemos afrontarlo es una competencia fundamental en la edad que nos toca vivir, y en la que vivirán nuestros hijos.

            Prossem, que quiere ciudadanos autónomos que vivan como ellos opten, decide vivir sin miedo. Las herramientas existen. Sólo hay que aprenderlas. Cada uno elije.

No hay comentarios:

Publicar un comentario