jueves, 6 de junio de 2013

AL TOCAR FONDO...

        Son muchas las personas que buscan ayuda profesional para superar los problemas a los que la vida les ha enfrentado. Tal y como dice uno de los supuestos de la Programación Neurolingüística, cada uno respondemos a la situación con el mejor de nuestros recursos disponibles, pero ello no significa que sea eficaz, correcto, bueno comparado con otras soluciones… y resulta que, en lugar de mejorar, mantenemos y fortalecemos el problema, y llegamos a tocar fondo. Y ¿qué podemos hacer en esos casos?

        El psicoanalista alemán Erich Fromm nos propone diferentes caminos. El primero de ellos es el psicoanálisis. Nosotros lo  entendemos como terapia, ya sea cognitiva, conductual, dinámica… cada una de ellas, desde sus supuestos, nos puede ayudar a cambiar nuestro marco de referencia y, por tanto, nuestra manera de ser en el mundo, aportando soluciones a problemas específicos. Otras soluciones que Fromm propone son cambiar la forma de actuar, crearse intereses, aprender a pensar críticamente, hacerse consciente del propio cuerpo, concentrarse y meditar, descubrir el propio narcisismo y autoanalizarse.

        En Prossem, bebemos de la filosofía humanista de Fromm, de los modelos cognitivo- conductuales, de la moderna psicología científica, del Coaching y de filosofía tradicional. Por ello, para aquellas personas que se sienten atascadas, que no avanzan o que piensan que han tocado fondo, que están tristes… hemos creado un modelo de terapia y de Coaching diferentes, que asumen los principios científicos y humanistas, para ayudar a las personas. ¿En qué se basa?

        Lo primero que hacemos es modificar nuestro estado de ánimo. Nos servimos de las técnicas conductistas para cambiar nuestros estados de inapetencia, de desmotivación, de tristeza, por estados de, al menos, cierta actividad y un poco de bienestar.

        El segundo paso es construir nuestro yo ideal. A todos nos gustan ciertas formas de ser, de actuar. Todos queremos llegar a algo, que cada uno de nosotros definimos de una forma diferente. Ese yo ideal, ese estado deseado, nos sirve como motivador, como atractor, como meta.

      El tercer paso es conocerse a uno mismo. Ya hemos dicho que la vida que no es examinada no merece la pena ser vivida, en las palabras que Platón puso en boca de Sócrates. Realizamos un viaje por cómo pensamos, cómo sentimos, por cómo analizamos la realidad que vivimos. Irracionalidad, marcadores somáticos, límites a nuestro propio autoconocimiento… Un trabajo duro que suele terminar con efectos muy positivos en la persona.

      Pero como dice el Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, el yo que experimenta y el yo que recuerda, son distintos y no tienen por qué coincidir en sus intereses. Por ello, el cuarto paso es fortalecer la habilidad de vivir en el aquí y en el ahora, en auto observarnos de forma terapéutica y no dañina, en comprender cómo se forman nuestras emociones y nuestros procesos mentales y en aceptarlos y transformarlos de forma que nos automotiven en vez de dañarnos, y los pongamos a nuestro servicio en lugar de depender nosotros de ellos.

        ¿Cuál es la diferencia con respecto a otros procesos? La terapia tradicional se basa en buscar traumas e interpretarlos, en buscar conductas perjudiciales para la persona y cambiarlas por otras. El Coaching tradicional se basa en el rendimiento de la persona en un puesto de trabajo o en una serie de habilidades. Ponen el foco en los resultados. Sin embargo, revivir los procesos traumáticos o centrarse en unos objetivos externos, activan el sistema nervioso simpático, el encargado de gestionar la ansiedad del organismo, convirtiendo el proceso en algo estresante y aversivo y se trabaja desde el yo que recuerda.

       Nuestro proceso trabaja desde el yo que experimenta, reconociendo cómo actúa y cuáles son sus limitaciones. Ponemos el foco en la visión personal, en el yo ideal, en la compasión, en la conciencia plena y en el juego como herramientas para vivir el presente y no vivir en los pensamientos o en las emociones. Ponemos en centro de atención en la autonomía de la persona y en el derecho a determinarse a uno mismo. Nuestro objetivo es activar tus atractores emocionales positivos – usando un término de Richard Boyatzis – para mejorar tus estados de ánimo, tus procesos de pensamiento y tu autoconocimiento. Te da el poder sobre tus emociones, sentimientos y tus decisiones.

      Muchas horas de trabajo, de estudio, de práctica esforzada. Muchos pacientes y clientes nos dan la impresión de estar en el camino correcto, de ofrecer unas sesiones individuales, propias de cada uno, según el ritmo que quieras, descubriendo nuevos marcos y cambiando lo que tú quieras cambiar. Únete y gana calidad de vida. 

viernes, 24 de mayo de 2013

ERA UNA SEMANA MÁS...


        Hace varias semanas empezamos a tratar algunos aspectos que son importantes a la hora ganar calidad de vida, en algunas cuestiones recurrentes ya en nuestro blog: el valor del autoconocimiento, la irracionalidad humana, la necesidad de un mundo consciente y de auténticos líderes… Normalmente, damos pequeñas pinceladas, sin profundizar demasiado – estamos presentes para quien quiera en las redes sociales como Facebook o Twitter – pero intentado interpretar el mundo desde los descubrimientos de la psicología, neurología o la reflexión filosófica.

       Esta semana era una más, y el asunto que habíamos elegido era la psicología del dinero. Sin embargo, ha ocurrido un horrible asesinato en Londres; el soldado Lee Rigby, de 25 años de edad, es brutalmente asesinado y degollado por parte de dos personas, que dicen “sufrir” por la presencia de las tropas inglesas en Irak y Afganistán. Posteriormente, grupos ingleses han atacado las mezquitas de la ciudad.

         Este acontecimiento hiela la sangre. Imagínate dando un paseo por cualquier barrio de Madrid, y de repente, te asaltan dos personas. Pero, a parte de los sentimientos de miedo, pena por el soldado y su familia, o cualquier otro sentimiento, podemos sacar tres conclusiones.

       La primera es el valor de la vulnerabilidad. No sabemos cuál es nuestra fecha de caducidad. Y tendemos a protegernos de todo daño, real o imaginario. La vulnerabilidad es la puerta para darse cuenta de nuestra materia prima, qué nos duele. Protegernos nos ha llevado a inventarnos mundos irreales, a buscar explicaciones, a confundir creencias o deseos con realidad. La selección natural ha beneficiado a aquellos que tenían hijos que no mostraban vulnerabilidad y que se pensaban los más guapos, los mejores y los más habilidosos.

     La segunda, es la importancia de vivir el momento presente. Nos estamos acostumbrando a funcionar en piloto automático. Hablamos por el móvil mientras comemos o jugamos con el Ipad, atendemos a varias conversaciones, vamos con prisas a todos los lados… Y así nos va, con el número de enfermedades relacionadas con el Estrés creciendo exponencialmente. No somos capaces de mantener la atención demasiado tiempo,,, El poeta portugués Fernando Pessoa, escribió un poema que se llama “Vive” que queremos compartir, porque expresa muy bien lo que queremos decir con “la importancia del momento presente”. Dice así

Vive, dices, en el presente
Vive sólo en el presente.
Pero yo no quiero el presente, quiero la realidad;
Quiero las cosas que existen, no el tiempo que las mide.
¿Qué es el presente?
Es una cosa relativa al pasado y al futuro.
Es una cosa que existe en virtud de otras cosas que existen.
Yo quiero solo la realidad, las cosas sin presente.
No quiero incluir al tiempo en mi esquema
No quiero pensar las cosas como presentes; quiero pensar en ellas como cosas;
No quiero separarlas de si mismas, tratándolas de presentes”.

           El poema sigue. Tiene otra estrofa más. Pero lo esencial ya lo hemos dicho. Importa ver las cosas, vivirlas, tal cual, sin añadidos.

        La tercera es el peligro de la polarización. Cuando las ideas, sean religiosas o políticas, se radicalizan, se van  a los extremos, las consecuencias son dolorosas. Y dos posturas enfrentadas entre sí, cada una en un polo, se alimentan entre ellas, siendo cada vez más lejanas, más enfrentadas. Por ello, es necesario desarrollar habilidades de pensamiento crítico y enseñar a nuestros menores a pensar, a analizar, a no dejarse llevar por fanatismos.

           Aceptar la vulnerabilidad, saber pensar y argumentar y vivir cada cosa que nos rodea son la única vacuna contra la cerrazón y el odio. Lo demás, son palabrerías.

jueves, 16 de mayo de 2013

LA FICCIÓN QUE ES REAL.


    Desde Freud, se acepta que existen esperanzas, motivos, deseos que son inconscientes. Es decir, no los tenemos en nuestra mente en el momento en el que actuamos, sino que tenemos que buscar en un lugar más profundo para entender por qué hacemos lo que hacemos. Las pruebas en las que se basaba el padre del Psicoanálisis, extraídas del estudio de sus propios casos o los de colegas cercanos, de la literatura, del arte, siempre confirmaban las hipótesis del alemán, o sus  interpretaciones sobre los actos fallidos.

        Una de las fuentes de irracionalidad humana es, efectivamente, el inconsciente. Pero no en el sentido en el que lo entendían Freud y los psicoanalistas, la Gestalt de Perls o la Programación Neuroligüística actual. El inconsciente que presentamos hoy es torpe, no nos ayuda, nos guía hacia decisiones incorrectas y mantiene comportamientos que en ocasiones son dañinos para nosotros.

        El primer componente del inconsciente irracional es biológico. Es el sistema límbico. Poco evolucionado, no es muy diferente que el de una rata y tiene dos características: Es rápido, muy rápido, cuando capta un estímulo, lo carga emocionalmente y funciona como un “todo – nada”, Es decir, vemos un tigre, le damos valor emocional “miedo”, el sistema se activa y nos hace correr. Sucede lo mismo con cualquier otro peligro, incluidos los que no existen. Si, por ejemplo, el jefe te ha contestado muy serio, llegas a casa y estás pensando si se habrá enfadado, si las cosas van mal, si hay crisis… empiezas a pensar que te van a despedir… terminas con úlcera de estómago.

      El segundo componente del inconsciente irracional son los sesgos o tendencias a comportarnos de una manera determinada. Y tenemos varios tipos de sesgos, unos perceptivos (recuerden las ilusiones de la semana pasada), otros cognitivos (de los que hemos hablado en otras entradas del blog) y otros emocionales. Vamos a resaltar algunos de ellos.

        La duración de las emociones es el primer error. Son más transitorias, tienen una vida más corta de lo que nosotros pensamos. Sin embargo, sobrevaloramos constantemente nuestro estado emocional, y predecimos que nos sentiremos en un futuro igual o similar a cómo estamos ahora. Probablemente nos equivocamos.

        Las emociones afectan a la percepción del riesgo de ocurrencia de un acontecimiento. Nuestra percepción del riesgo se incrementa cuando ese hecho tiene “saliencia”, que traducido es algo así como no se nos va de la memoria porque sale en todos los lados, en la tele, en el periódico, en Internet… y si tenemos una respuesta emocional a ese hecho… pues ya está, nos parecerá el acontecimiento más peligroso del mundo.

        Otra emoción inconsciente es el producido por el efecto “víctima identificable”. Si nos piden hacer un donativo para eliminar el hambre en África o para quitar el hambre a “Awakganha”, que es una niña de 3 años, y te enseñan una foto, y tan solo es un euro al día… ¿Qué suele suceder? ¿Saben cómo se elimina el efecto de la víctima identificable? Pensando en términos de estadística, de racionalidad. O viendo una foto de quince niños, de la misma aldea que nuestra niña, en la que no identificamos a ninguno, no le ponemos nombre.

        Otro de los efectos de la emoción inconsciente es, que no somos capaces de predecir cómo vamos a actuar bajo presión, o bajo los efectos del estrés,  o de un “calentón”. La mayoría de las respuestas agresivas hacia superiores vienen dadas por un desborde del caudal de ansiedad que uno tiene. Incluso esos comportamientos se generalizan y se producen en casa. Otro ejemplo es el resultado de un experimento en el que personas jóvenes eran incapaces de entender su comportamiento en un estado “caliente” (sexualmente activados) desde un estado frío y sereno (en el primer estado cometían más conductas de riesgo y su estándar moral se relajaba) o el descubrimiento de que aquellos que mostraban señales de tener compromisos más puritanos tenían mayores ratios de infecciones de transmisión sexual.

        La irracionalidad comienza en nuestro inconsciente y dentro de él, las emociones son uno de los actores principales. Las emociones son una parte básica de la naturaleza humana, y pueden trabajar a nuestro favor o en nuestra contra. Pero lo más importante de hoy, es que las emociones pueden tomar el control sobre la cognición, el pensamiento racional y crítico, y llevarnos a cometer errores. O a perder dinero haciendo donativos a una niña que igual, no existe.

        El ejercicio de la semana:
Siéntate en un sitio cómodo, en el que puedas mantener la espalda recta. Elige alguna situación del pasado en el que te sentiste abrumado por un jefe, tu esposo o esposa, que explotaste. Ahora, intenta rememorar la experiencia original, pero ojo, hablamos de la experiencia, de la emoción, no del discurso interno que la acompañaba, no de las justificaciones a tu comportamiento. Es difícil revivirla, ¿verdad? Trata de hacer lo mismo, de imaginar la situación mientras te centras en tu respiración y vas contando de uno a diez. ¿Difícil? ¿Qué sucede?

      En nuestro programa Inteligencia Emocional Plena, mostramos como hacer conscientes nuestras emociones y lograr que trabajen a nuestro favor. Atrévete a hacer más ejercicio como éste.

        Por un mundo consciente.

jueves, 9 de mayo de 2013

CAMBIO DE TERCIO.


    Esta semana cambiamos de tercio. Dejamos a un lado el autoconocimiento para adentrarnos en otro de los factores más llamativos del comportamiento humano: la irracionalidad. Somos irracionales, tomamos decisiones sin pensar. Lo curioso de la irracionalidad humana, es que es predecible. Podemos saber cuándo el cerebro nos va a jugar una mala pasada.

        Posiblemente uno de los mejores ejemplos de irracionalidad son las ilusiones visuales. Una de ellas es la ilusión de la torre inclinada. Al presentarse dos fotografías, una al lado de la otra, como por ejemplo, la torre de pisa. Y se pregunta cuál de las dos está más inclinada. La respuesta más común es la de la derecha. Pero si cambiamos las fotografías de posición, es decir, la de la izquierda pasa a la derecha y la de la derecha pasa a la izquierda, ¿Qué torre estará más inclinada? De nuevo será la que está nuestra derecha. ¿Cómo es eso? Pues es una mala pasada de nuestro sistema visual. Cuando vemos dos torres juntas, como dos rascacielos, los vemos en perspectiva, es decir, ambos suben hacia el cielo en paralelo, pero si fueran más altos, se tocarían. Hagan la prueba. Pónganse debajo de dos rascacielos que estén juntos y miren hacia arriba. Verán como convergen sus puntas, como si se fuesen a tocar, o como si fuesen dos vías de tren (que parece que se juntan en el infinito aunque sabemos que nunca es así). Sin embargo, en la ilusión de la torre inclinada, nuestro cerebro interpreta que se ambas torres pertenecen a la misma escena y que se están separando. Por ello, siempre, siempre, la de la derecha se verá más inclinada.

        Lo que nos enseña esta ilusión visual o cualquier otra, son dos cosas. La primera, es que todo el mundo se equivoca en las ilusiones. Todo el mundo cae en ellas. Y la segunda, es que, aunque sepas el resultado de la ilusión, ésta sigue ocurriendo. La torre se sigue separando, el puente de St. Louis nos parece más alto que ancho auque sepamos que miden lo mismo y siempre veremos a la vieja y a la joven o la copa y las dos caras frente a frente. Y eso ocurre porque nuestro cerebro usa información de nuestro entorno más cercano para dar sentido a lo que captan nuestros sentidos. Vemos con nuestros cerebros, incorporamos nuestras expectativas… Las ilusiones visuales son una metáfora del pensamiento humano.

     La irracionalidad se manifiesta en muchas de nuestras decisiones. Algunas  importantes, como  la donación de órganos y otras más banales, como pagar una compra con tarjeta de crédito o con efectivo. Se manifiesta en mantener una idea hasta consecuencias no predecibles por pura “cabezonería”, tozudez u obstinación, en lugar de evaluar y comprobar nuestras afirmaciones. De hecho, uno de los axiomas de los estudiosos de la irracionalidad es, que si piensas que tu intuición es la correcta, mídela, ponla a prueba, que seguro que no es así. A veces, la ciencia nos demuestra que lo que pensamos no es cierto, no es exacto, y cuando eso sucede, avanzamos hacia un mundo mejor.

        A lo largo de las siguientes semanas vamos a desgranar la irracionalidad. Además de hablar de toma de decisiones, discutiremos algunas irracionalidades respecto al dinero, sobre cómo nuestra mente trata con él. Intentaremos analizar un poco la deshonestidad (aunque ya la hemos tratado en este blog cuando hemos hablado del autoengaño, de Alfred. Mele y de R. Trivers). Bucearemos en el mar de la motivación y del trabajo, de cómo se relacionan. Veremos asuntos relacionados con el autocontrol y terminaremos mirando con atención nuestras emociones, cómo funcionan y cómo “nos nublan” el juicio.

       Como en las semanas anteriores, dedicadas a “Conócete a Tí Mismo”, pretendemos dar algunas pinceladas, tomadas de diferentes fuentes. Beberemos de la Filosofía y, sobre todo, de la Psicología. Y no pretendemos agotar cada tema en estas breves líneas semanales. Nos contentamos si logramos inducir el “gusanillo” por entender la mente, por comprender al ser humano.

      Comprender la irracionalidad propia es crecer en autoconocimiento. Y conocerse permite ganar en libertad de acción y sobre todo, en libertad de querer, de voluntad. Merece la pena dedicar un poco de tiempo. En Prossem, os esperamos.

         Ejercicio de la semana.
Las ilusiones visuales tienen dos características, que hemos citado más arriba. Todo el mundo las padece y aunque las conozcas, las sufres. Pero hay muchos tipos de ilusiones visuales. Proponemos buscar algunas y tratar de comprenderlas (y comprobar que aún así, se siguen viendo). Las que proponemos son la ilusión de serpientes giratorias, cualquier cuadro de Vasarely y sobre todo, nuestras dos favoritas: la Mona Lisa (hay que fijarse en la sonrisa) y la cúpula de la iglesia de San Ignacio de Roma.

viernes, 3 de mayo de 2013

RESPIRA, TAN SOLO RESPIRA.


        Las últimas semanas hemos tratado de ver qué sabemos de nosotros mismos y cómo podemos conocernos. Para ello, nos hemos servido de diferentes pensadores, a lo largo de la historia, que nos han servido de guías.

        Iniciamos el viaje con Sócrates, que nos enseño que la auténtica sabiduría consiste en conocerse, en argumentar aquello que sabemos, y la necesidad de la conversación con otros y de las preguntas adecuadas para alcanzar el verdadero conocimiento. Descartes nos mostró como, a través del pensamiento, de la introspección, podemos lograr cotas de conocimiento claras y distintas, que el pensamiento es lo único que importa. Con Gilbert Ryle pusimos nuestra atención en las disposiciones, es decir, en las tendencias a comportarnos de una manera concreta bajo unas circunstancias específicas. Freud nos señaló el camino del inconsciente, de los deseos ocultos y Wilson nos mostró que ese inconsciente nos mantiene vivos, sanos y tiene su propio sistema inmunológico, que nos hace ver lo que queremos y no la realidad tal cual es. Por último, con Antonio Damasio hemos aprendido que el cerebro es importante, que el cuerpo y las emociones son las que marcan cómo somos y cómo nos comportamos.

     En el conocimiento de nosotros mismos, existen  muchos más focos a los que podríamos prestar atención. La historia de la filosofía nos permitiría nadar en las ideas de Aristóteles, de la definición de persona de Locke, de volver sobre las preguntas adecuadas siguiendo a Arendt, pero nuestra última parada es preguntarnos qué sucedería si no existiese el yo mismo.

       Lo primero que le sorprendió a Herrigel cuando quiso aprender el arte japonés del tiro con arco, fue precisamente que pensaba demasiado. Mientras él era incapaz de disparar con el arco de bambú, mucho menos de acertar con la diana, su maestro le indicaba que se centrase en su respiración, que no hiciese fuerza, que no pensase. Herrigel, alemán, no podía entender cómo un anciano podía disparar el arco apenas sin esfuerzo y el ni lo doblaba para colocar la flecha. El problema; pensaba demasiado, no sentía, no repetía la tarea, no se concentraba.

         Es lo que descubrió Erich Fromm. En su arte de amar, al hablar de la práctica del arte de amar, habla de disciplina, de concentración. Y pone un ejemplo: fumar. Fumar indica una falta de atención, porque ocupa nariz, boca, ojos y tacto. Es un síntoma de estar distraído. A no ser que fumar sea la actividad que queremos hacer en ese momento y sólo esa actividad… Pero no, la mayoría fumamos para reducir la ansiedad, para ocupar nuestras manos cuando no sabemos dónde ponerlas o nuestra boca cuando no sabemos qué decir. De nuevo, si en el tiro con arco lo importante era la acción en sí misma, estar presente, en el amor, sucede lo mismo. Sin la presencia en cada momento, el amor se estropea, pierde su novedad, se rutiniza.

      Gracias a los trabajos de Eugen Herrigel y de Erich Fromm, hemos conocido el Budismo en occidente.  A ellos se les sumaron otros escritores, desde diversos puntos de vista. Mark Siderits ha estudiado el Budismo como filosofía, Tiene los mismos ingredientes que cualquier religión: un premio o más allá, en este caso la reencarnación a través del Karma, tiene una ética, tiene una serie de prácticas comunes a todas las escuelas, una epistemología – una teoría sobre qué sabemos y cómo – una cosmología – una teoría del mundo- pero no tiene un dios concreto, aunque nació del hinduismo donde sí tienen varios dioses.

      Sin embargo, para el budismo, el self, el yo mismo, es tan sólo un conjunto de pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos. Y  pensar demasiado implica mucho esfuerzo, demasiado, sin que lleve a lograr ningún objetivo. De hecho, el centro del budismo es la práctica, práctica y sólo la práctica de la meditación, de la conciencia plena. Así trata de enseñar las Nobles Verdades y el Óctuple Sendero el monje y escritos Budista Thich Nhat Hanh; no se trata de conocernos. De hecho, da igual. Se trata de ser concientes a cada momento de lo que hacemos, para conocer las fuentes de sufrimiento y superarlas,  para actuar en consonancia. No hay yo mismo, hay inter-ser, todo conectado con todo.

         Los budistas ponen el acento en la práctica de la meditación, de la atención plena a aquello que hacemos. ¿Podemos olvidarnos de nosotros mismos y concentrarnos cada día? Un Síntoma de que una terapia está acabando y ha ido bien, es que el paciente deja de hablar de sí mismo… Es posible que tengamos que pasar del “conocernos a nosotros mismos” al “no nosotros mismos”. Pero, ¿quién Sabe? Y exista o no, ¿Cómo podemos trasformarnos a nosotros mismos?... El budismo propone la meditación, el mindfulness como camino. Andemos conscientemente.

         El ejercicio de la semana.
Proponemos una pequeña meditación esta semana, para ponernos en contacto con el Budismo. Es la meditación del Bambú. Consiste en inhalar despacio, el aire que podamos, al mismo tiempo que imaginamos que llenamos un bambú con ese aire. Después exhalamos, echamos el aire, en segmentos, como los del bambú, en tres, o cuatro veces, mientras imaginamos que se vacía el bambú según los trozos que tenga. Cinco minutos cada día...

jueves, 25 de abril de 2013

NOS MENTIMOS.


        Abril de 2013. Europa discute si las políticas de austeridad financiera son las correctas o no. Los políticos que gobiernan la Unión Europea empiezan a desmarcarse de las tesis de Alemania. El FMI considera que más austeridad puede alargar la crisis. Un mes antes, esos mismos políticos defendían la austeridad por encima de todas las cosas. ¿Qué ha sucedido? Posiblemente, un caso más de autoengaño. Los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff aplicaron mal las fórmulas de la hoja de cálculo Excel (y usar Excel ya es extraño, dado que los científicos suelen usar lenguajes estadísticos más exactos). Pero ese no es el problema. No incluyeron datos que cambiaban radicalmente los resultados del trabajo.

       Estos dos economistas pertenecen a la escuela de Chicago. Por poner en contexto, son neoliberales y defensores a ultranza de la austeridad. De hecho, el estudio al que nos referimos, predecía que los países con una deuda elevada, su crecimiento se volvía negativo. Algunos datos que incluían eran que, con una deuda del 90 % del PIB, éste crecía un -1.7%. Varios son los elementos con los que confirmamos un autoengaño: foco en un tipo de datos, sesgo de confirmación y defender la posición incluso después de haberse descubierto que el estudio estaba mal.

        En filosofía, quién mejor ha resumido el autoengaño ha sido Alfred R. Mele. Él habla de dos tipos diferentes de autoengaño, uno puro, que consiste en creer que algo es falso pero desear que fuese verdadero, y otro, que lo define como “twisted” que es justo lo contrario, creer que algo es verdadero y desear que sea falso. Lo importante es que se dan dos fenómenos a la vez. Por un lado, la presencia de una creencia que no tiene por qué concordar con la realidad y por otro, el deseo de que esa creencia sea al contrario. Mele, recoge un experimento que explica cómo funciona el autoengaño. Se presentó a un grupo de mujeres un “estudio” que demostraba que la relación entre el consumo del café y el cáncer era positiva. Luego se les preguntaba qué pensaban sobre estos resultados. Las que eran consumidoras de café, no solo negaban esta relación sino que también buscaban otros estudios que demostrasen lo contrario.

      Precisamente, esta capacidad de enamorarnos de lo que pensamos es una de las características el autoengaño. Robert Trivers, del que ya hemos hablado en este blog, puso en relación el fenómeno de la polarización (cuando una persona o grupo se “encabezona” con una cosa o idea) con la tendencia buscar datos que nos den la razón. Y es un fenómeno que aparece en cuadros como los celos patológicos. El celoso sólo mira si su mujer tiene llamadas de otras personas, o mensajes, o si va donde dice ir.  

       Otro ejemplo es la tendencia a evitar a otras personas. Si colocas a dos desconocidos, de razas diferentes a ver el mismo programa de televisión, se mantienes, más o menos en contacto. Pero si pones dos televisiones, cada una con un programa diferente, estando en el mismo sofá, en el mismo salón… tienden a evitarse. La gente evita a una persona no deseable sólo cuando puede racionalizar, explicar su comportamiento a partir de factores externos, como el programa de televisión. Es más políticamente correcto que evitar a otra persona por su color, su  sexo o su status social.  

        El autoengaño es un producto de la evolución. Otra de las polémicas de Trivers es que, según él, el autoengaño está al servicio del engaño a los demás. Cuando una persona miente se le puede pillar a través de su nerviosismo, reacciones sorpresivas, como que se le ponga voz de pito, por cierta sobre carga cognitiva (uso de frases cortas, incapacidad para dar detalles o darlos en exceso), y por la idiosincrasia de cada uno, lo que incluye gestos y creencias que pueden delatarnos.  Y si te pillan en una mentira, pones en riesgo la confianza que te tienen, el prestigio y la propia imagen. Una manera de evitarlo es mentirse a uno mismo. Cuando nos creemos la mentira, los indicios de una conducta deshonesta desaparecen o, al menos, se mitigan, lo que incrementa las probabilidades de alcanzar una meta, un objetivo y de no ser cazados.

        ¿Qué tiene que ver el autoengaño con el self, con el conocerse a sí mismos? El hecho de mentirnos a nosotros mismos debería ponernos en alerta respeto a lo que creemos y a lo que no. Sabemos que los datos que utilizamos en nuestra vida diaria son los que elegimos nosotros… y a veces, nos equivocamos. Autoconocerse requiere un esfuerzo de introspección, de preguntarles a los demás qué piensan de nosotros, de comprender nuestros cuerpos y los mensajes que nos envía, de conocer nuestro inconsciente. Dejar de lado cualquier fuente de información es arriesgarnos a crearnos una idea equivocada de lo que somos.

        Es posible que sea imposible conocer el self y que los procesos como el autoengaño o el inconsciente adaptativo tan solo nos muestren una imagen borrosa que genera la sensación de ser siempre las mismas personas. Un punto de vista alternativo, el del budismo, es considerar que no hay “yo mismo”. La semana que viene tendremos la última parada sobre el conocimiento de uno mismo, abriendo la puerta a la posibilidad del no – yo mismo.

        Ejercicio de la semana:
Por desgracia, no podemos “cazarnos” a nosotros mismos mintiéndonos. Pero podemos utilizar una serie de preguntas para resolver problemas con nuestras creencias, que van en el sentido contrario al autoengaño. Imagínese una creencia del tipo “si no hago todo bien, nadie me va a querer”. Ante una afirmación así podemos hacernos cuatro preguntas.

1.- ¿Qué significado tiene para mí? ¿Qué quiero decir con que nadie me va a querer si no hago todo bien?
2.- ¿Tengo pruebas que demuestren lo contrario, es decir, gente que me quiere haga las cosas como las haga?
3.- ¿Puedo encontrar algún tipo de pensamiento alternativo, del tipo “me quieren tal cual soy”, haga bien o mal las tareas?
4.- ¿Estoy cayendo en un autoengaño o en cualquier otra trampa mental?


jueves, 18 de abril de 2013

EL YO Y EL CEREBRO.


        Esta es nuestra sexta semana de reflexión sobre el conocimiento de uno mismo. Hemos tomado notas de Sócrates, hemos dudado de todo, menos de nuestro pensamiento junto con Descartes, nos hemos visto como tendencias a actuar de una manera concreta bajo unas circunstancias específicas como nos indica Ryle. Freud nos ha señalado que nuestros deseos e intereses son inconscientes y Wilson nos mostró que el inconsciente se dedica a procurarnos salud y adaptación al medio en que vivimos. ¿Qué más podemos aprender?

        El self, el sí mismo, necesita un cerebro. Vive un cerebro. Somos lo que nuestro cerebro hace. Un poco de historia. Verano de 1848. Vermont, Nueva Inglaterra. El joven de 25 años Phineas Gage se dispone a preparar una detonación en la construcción de la línea de ferrocarril. Sus jefes dicen de él que es “el hombre más eficiente y capaz” a su servicio. Pero en una distracción, una carga de pólvora le explota en la cara, y la barra de hierro que utilizaba para prender las mechas le traspasa la mejilla izquierda y sale por la parte superior de la cabeza. Gage, sin embargo, no muere. Todo lo contrario, con el paso de los días, recuperó su fuerza, no tenia paralizada ninguna parte del cuerpo, ni le afectó a los sentidos o al habla. Pero Gage ya no era él mimo. Harlow, un médico que lo atendía, dijo que el balance entre su facultad intelectual y sus propensiones animales se había destruido. Gage perdió la capacidad para practicar las normas sociales y éticas previamente adquiridas.

          El relato de la historia de Phineas Gage lo encontramos en El error de Descartes, una de las obras del Neurólogo Antonio Damasio. Su última obra traducida al español, “Y el cerebro creó al hombre”, incluye un capítulo entero al sí mismo autobiográfico. De Damasio, queremos resaltar una idea fundamental: las operaciones de la mente, por muy refinadas que nos parezcan, no están separadas de la estructura y funcionamiento del organismo biológico. Si el cuerpo falla, la mente falla. De hecho, una de las ideas de Damasio es la hipótesis del marcador somático. En todo proceso de decisión, hay una marca, una imagen, relacionada con el cuerpo, que nos indica el resultado negativo de una acción determinada. Las emociones nos ayudan, para bien o para mal, a tomar decisiones.

           Damasio no es el único autor que nos ha descrito casos clínicos como el de Gage, y ha buscado la explicación en el cerebro. Otro autor, el neurólogo Oliver Sacks, nos ha regalado obras llenas de descripciones de casos. Los fallos en el cerebro, sean por exceso o por defecto, producen comportamientos extraños, como el síndrome de la Tourrete, ser incapaz de percibir el mundo correctamente, tener una memoria privilegiada pero no poder mantener una conversación con otra persona… Sacks pone un ejemplo de cómo nos la juega nuestro cerebro. Existe un tipo de migraña que él llama situacional, y se activa ante situaciones que mueven, despiertan o molestan al organismo. Estas situaciones pueden ser la luz y el ruido, los olores, el tiempo atmosférico, el ejercicio físico, el dolor, y sobre todo, las emociones violentas que “superan a todas las otras circunstancias agudas de en su capacidad de provocar reacciones de migraña”.

        Hasta ahora, en realidad, habíamos tratado poco las emociones. Incluso aunque hemos tratado con Freud, éste hablaba de motivaciones, de deseos, de causas del comportamiento, pero no de emociones, no de estados de ánimo diarios.

        La neurología nos enseña que una parte importante de nuestro self es nuestro organismo. No es extraño que en algunos casos de patologías aparezcan problemas de autoestima, de autoconcepto, en los que uno se habla a sí mismo mediante críticas y ataques irracionales, poniéndose límites y maneras de pensar poco eficaces y con su cuerpo, con su organismo, como objetivo de las críticas y de cuidados insuficientes. Conocerse a sí mismo es conocer el propio cuerpo.

        Ya vamos terminando con las reflexiones acerca del sí mismo. Nos quedan dos pequeños conceptos por mirar, el autoengaño, del que ya hemos hablado en este blog, y una pregunta fundamental. Si existe el self, ¿existe el No–Self? Las tradiciones budistas piensan que sí… pero ya lo veremos.

           El ejercicio de la semana:
Busca esta semana cualquier tipo de ilusión óptica. Y trata de buscar información sobre ella, por qué se produce, qué fundamentos tiene... Después, cuando creas que la has comprendido, descansa unos minutos. Pasados esos minutos, vuelve sobre la ilución óptica. ¿Qué sucede? ¿La sigues viendo? ¿Sigue tu cerebro interpretando la información de manera incorrecta? Had la prueba con cuantas ilusiones conozcas o encuentres. Siempre "sufrirás" la ilusión. Esa es la importancia del cerebro.