jueves, 25 de abril de 2013

NOS MENTIMOS.


        Abril de 2013. Europa discute si las políticas de austeridad financiera son las correctas o no. Los políticos que gobiernan la Unión Europea empiezan a desmarcarse de las tesis de Alemania. El FMI considera que más austeridad puede alargar la crisis. Un mes antes, esos mismos políticos defendían la austeridad por encima de todas las cosas. ¿Qué ha sucedido? Posiblemente, un caso más de autoengaño. Los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff aplicaron mal las fórmulas de la hoja de cálculo Excel (y usar Excel ya es extraño, dado que los científicos suelen usar lenguajes estadísticos más exactos). Pero ese no es el problema. No incluyeron datos que cambiaban radicalmente los resultados del trabajo.

       Estos dos economistas pertenecen a la escuela de Chicago. Por poner en contexto, son neoliberales y defensores a ultranza de la austeridad. De hecho, el estudio al que nos referimos, predecía que los países con una deuda elevada, su crecimiento se volvía negativo. Algunos datos que incluían eran que, con una deuda del 90 % del PIB, éste crecía un -1.7%. Varios son los elementos con los que confirmamos un autoengaño: foco en un tipo de datos, sesgo de confirmación y defender la posición incluso después de haberse descubierto que el estudio estaba mal.

        En filosofía, quién mejor ha resumido el autoengaño ha sido Alfred R. Mele. Él habla de dos tipos diferentes de autoengaño, uno puro, que consiste en creer que algo es falso pero desear que fuese verdadero, y otro, que lo define como “twisted” que es justo lo contrario, creer que algo es verdadero y desear que sea falso. Lo importante es que se dan dos fenómenos a la vez. Por un lado, la presencia de una creencia que no tiene por qué concordar con la realidad y por otro, el deseo de que esa creencia sea al contrario. Mele, recoge un experimento que explica cómo funciona el autoengaño. Se presentó a un grupo de mujeres un “estudio” que demostraba que la relación entre el consumo del café y el cáncer era positiva. Luego se les preguntaba qué pensaban sobre estos resultados. Las que eran consumidoras de café, no solo negaban esta relación sino que también buscaban otros estudios que demostrasen lo contrario.

      Precisamente, esta capacidad de enamorarnos de lo que pensamos es una de las características el autoengaño. Robert Trivers, del que ya hemos hablado en este blog, puso en relación el fenómeno de la polarización (cuando una persona o grupo se “encabezona” con una cosa o idea) con la tendencia buscar datos que nos den la razón. Y es un fenómeno que aparece en cuadros como los celos patológicos. El celoso sólo mira si su mujer tiene llamadas de otras personas, o mensajes, o si va donde dice ir.  

       Otro ejemplo es la tendencia a evitar a otras personas. Si colocas a dos desconocidos, de razas diferentes a ver el mismo programa de televisión, se mantienes, más o menos en contacto. Pero si pones dos televisiones, cada una con un programa diferente, estando en el mismo sofá, en el mismo salón… tienden a evitarse. La gente evita a una persona no deseable sólo cuando puede racionalizar, explicar su comportamiento a partir de factores externos, como el programa de televisión. Es más políticamente correcto que evitar a otra persona por su color, su  sexo o su status social.  

        El autoengaño es un producto de la evolución. Otra de las polémicas de Trivers es que, según él, el autoengaño está al servicio del engaño a los demás. Cuando una persona miente se le puede pillar a través de su nerviosismo, reacciones sorpresivas, como que se le ponga voz de pito, por cierta sobre carga cognitiva (uso de frases cortas, incapacidad para dar detalles o darlos en exceso), y por la idiosincrasia de cada uno, lo que incluye gestos y creencias que pueden delatarnos.  Y si te pillan en una mentira, pones en riesgo la confianza que te tienen, el prestigio y la propia imagen. Una manera de evitarlo es mentirse a uno mismo. Cuando nos creemos la mentira, los indicios de una conducta deshonesta desaparecen o, al menos, se mitigan, lo que incrementa las probabilidades de alcanzar una meta, un objetivo y de no ser cazados.

        ¿Qué tiene que ver el autoengaño con el self, con el conocerse a sí mismos? El hecho de mentirnos a nosotros mismos debería ponernos en alerta respeto a lo que creemos y a lo que no. Sabemos que los datos que utilizamos en nuestra vida diaria son los que elegimos nosotros… y a veces, nos equivocamos. Autoconocerse requiere un esfuerzo de introspección, de preguntarles a los demás qué piensan de nosotros, de comprender nuestros cuerpos y los mensajes que nos envía, de conocer nuestro inconsciente. Dejar de lado cualquier fuente de información es arriesgarnos a crearnos una idea equivocada de lo que somos.

        Es posible que sea imposible conocer el self y que los procesos como el autoengaño o el inconsciente adaptativo tan solo nos muestren una imagen borrosa que genera la sensación de ser siempre las mismas personas. Un punto de vista alternativo, el del budismo, es considerar que no hay “yo mismo”. La semana que viene tendremos la última parada sobre el conocimiento de uno mismo, abriendo la puerta a la posibilidad del no – yo mismo.

        Ejercicio de la semana:
Por desgracia, no podemos “cazarnos” a nosotros mismos mintiéndonos. Pero podemos utilizar una serie de preguntas para resolver problemas con nuestras creencias, que van en el sentido contrario al autoengaño. Imagínese una creencia del tipo “si no hago todo bien, nadie me va a querer”. Ante una afirmación así podemos hacernos cuatro preguntas.

1.- ¿Qué significado tiene para mí? ¿Qué quiero decir con que nadie me va a querer si no hago todo bien?
2.- ¿Tengo pruebas que demuestren lo contrario, es decir, gente que me quiere haga las cosas como las haga?
3.- ¿Puedo encontrar algún tipo de pensamiento alternativo, del tipo “me quieren tal cual soy”, haga bien o mal las tareas?
4.- ¿Estoy cayendo en un autoengaño o en cualquier otra trampa mental?


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